En donde Cayo Velleio demuestra que es superfluo postular la existencia de un dios creador y que la naturaleza, por sí misma, generó y está generando este universo y otros infinitos en número
0[…] Y es que aquella misma persona que nos ha enseñado lo demás fue quien nos enseñó que el mundo ha sido creado gracias a la naturaleza, que no hubo necesidad alguna de una actividad productora, y que esta operación – que vosotros negáis que pueda darse sin la intervención de un talento divino- es tan simple que la naturaleza ha creado, crea y seguirá creando innumerables mundos. Pero, como no veis de qué modo puede la naturaleza realizar su creación sin que intervenga alguna clase de mente, al no poder desarrollar el desenlace de vuestro argumento, os refugiáis -como los poetas trágicos- en la divinidad.
No echaríais en falta la actuación de tal divinidad, ciertamente, si fuerais capaces de ver cuán inmensa e ilimitada es la magnitud del espacio en todas las direcciones. Cuando el espíritu se proyecta y se extiende sobre está, pese a peregrinar a todo lo largo y ancho, no logra divisar una remota orilla sobre la que poder detenerse. Por tanto, es en esta inmensidad de latitudes, longitudes y profundidades donde revolotea la masa infinita de los innumerables átomos, los cuales, pese a interponerse el vacío, se unen sin embargo entre sí, y, asiéndose los unos a los otros, se van amalgamando. De ahí es de donde proceden las formas y las figuras de los seres, aquellos que, según pensáis vosotros, no pueden ser creados sin fuelles y yunques. Así es como colocasteis sobre vuestra cerviz un dueño imperecedero, al que pudiéramos temer día y noche, porque ¿quién no teme a un dios que todo lo ve de antemano, que todo lo medita y controla, y que, lleno de curiosidad y de ocupaciones, piensa que todo le incumbe?
Cicerón; Sobre la naturaleza de los dioses, Lib I 53-54, traducción de Ángel Escobar.
Artículo interno: Cicerón como filósofo. Fragmentos de Sobre la naturaleza de los dioses.