El arte de volar
0Los ancianos no son fotogénicos para los grandes medios; así mientras nuestras pantallas se inundan de las vicisitudes de adolescentes, jóvenes o personas de mediana edad, son pocas las narrativas que tengan como personajes principales a ancianos y los lances de la vejez. Afortunadamente, novelas gráficas como “Arrugas” o “El arte de volar” de Altarriba y Kim intentan llenar ese espacio narrativo tan ninguneado por el “gran público”.
“Mi padre se suicidó el 4 de mayo de 2001”, así empieza la primera viñeta de la novela. La caída de Antonio desde la tercera planta hasta el suelo durará noventa y un años de su vida (1910-2001). El relato biográfico del anciano se transforma en un relato colectivo que nos muestra crudamente como los sueños revolucionarios de la Guerra Civil quedaron enterrados por el franquismo y su consecuente transición. La biografía del protagonista es en sí misma fascinante por el periodo histórico que comprende pero tiene algo de arquetípica: un joven que sueña con un mundo más libre e igualitario poco a poco va renunciando a sus ideales ante la necesidad de “sobrevivir” en una sociedad cínica y despiadada. En cierta manera la historia es también aleccionadora al narrarnos como la pérdida de los sueños juveniles empujan a Antonio a una vida que no quiere y que vive, al menos en parte, como inauténtica, como traición. Emocionante y desgarrador el retrato que hacen los autores de la pseudovida a la que el protagonista es condenado por la represión ideológica y el nacionalcatolicismo franquista: mentira, hipocresía, desesperación…
Lo que es biográfico para Antonio Altarriba es historia para el lector; “El arte de volar” no es solo el relato de las luchas, fracasos y traiciones de un joven anarquista en el contexto de la Guerra Civil Española; es, en buena medida, el relato de nuestros fracasos, traiciones y engaños colectivos durante el pasado siglo. Fracaso ante la oportunidad que supuso la Segunda República para el establecimiento de una sociedad libre e igualitaria en este país; fracaso durante la contienda civil; y fracaso, también, ante la posibilidad de regenerar los sueños perdidos durante la perdida Transición. Fracasos que solo son entendibles cuando se interpretan a la par de las traiciones que los fomentaron y justificaron: traición del ejercito, de la iglesia y, especialmente, de los países europeos que durante la Guerra Civil dieron muestras de que temían más la liberación del pueblo trabajador que al fascismo. Traición de los EE.UU. y sus comparsas que trataron a España como un peón en la guerra contra el comunismo sin importar los evidentes vínculos del franquismo con otros fascismos europeos.
“El arte de volar” es una obra valiosa tanto a nivel narrativo y gráfico como histórico pero lo más inquietante de ella no es que narre hechos de un pasado remoto, ni que de alguna manera uno no puede evitar sentir que las traiciones y alianzas internacionales que nos condenaron a cuarenta años de fascismo no son tan diferentes de las que nos han atado durante más de treinta a una democracia nominal; lo más incómodo de una lectura política de esta novela gráfica es pensar que los mismos “aliados” que abortaron los sueños de la II República y de la Transición esperan también abortar nuestros sueños futuros.