Discurso de la servidumbre voluntaria
5 Étienne de La Boétie (1530-1563), amigo íntimo de Michel de Montaigne, a pesar de su breve biografía ha pasado a la historia del pensamiento político por su corta obra “Discurso de la servidumbre voluntaria”. La obra, a su vez, adquirió relevancia en las disputas religiosas del XVI porque fue usada por los protestantes contra la monarquía católica francesa.
El Discurso empieza planteando un problema empírico: ¿por qué los hombres viven bajo el imperio de otros hombres renunciando a su libertad política? Casi todos los hombres, constata de La Boétie, viven bajo el yugo de reyes, tiranos, funcionarios, líderes, etc. que les esquilman económicamente y que les niegan capacidad de decisión política. Sin embargo, estos mismos hombres bien podrían recuperar su libertad con el simple gesto de no obedecer las órdenes de los tiranos; los mismos oprimidos dan sus fuerzas a los opresores: con sus impuestos pagan las cadenas que los atan y con sus hijos forman los ejércitos que los asesinan. ¿Por qué ocurre esto, cuando bastaría la desobediencia para acabar con esta opresión? Parece que el autor está preconizando el ideario de la desobediencia civil, ejemplificado por Gandi, según el cual el mejor sistema para oponerse a la tiranía es desobedeciéndola.
Ante esta pregunta de La Boétie se plantea la duda de si el amor a la libertad será algo natural o si el el hombre más bien será siervo por naturaleza. La constatación del amor por la libertad de los antiguos griegos o los romanos de la República nos dice a las claras que la libertad es un impulso connatural al hombre. Los mismos animales tienen este amor a la libertad y muchos prefieren morir a vivir cautivos.
La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre. Unos hombres de modo imprudente pierden la libertad y viven bajo el yugo de un tirano. Ellos que han conocido la libertad sufren esta opresión y el amor a la libertad perdida les acompañará mientras vivan; sin embargo, ¿qué pasará con sus hijos?, ellos han nacido esclavos y no han conocido la libertad, por lo tanto no podrán reclamar un privilegio que no han conocido. De esta manera los tiranos deben imponerse con mucha violencia, pero cuando se han asentado en el poder el tiempo corre a su favor inculcando la costumbre de servir a sus siervos. Aún así, de La Boétie reconoce que, como los caballos criados entre hombres que se resisten a ser montados, muchos hombres, sin haberla conocido, sienten en su alma ese deseo natural de libertad y se oponen en toda época y lugar a la tiranía. Esto reforzaría la tesis del autor de que el amor a la libertad es connatural a los hombres.
La ramificación de los privilegios del poder es la segunda razón por la que vivimos en servidumbre voluntaria. El tirano no actúa solo, tiene cinco o seis cómplices que son sus “hombres de confianza”. Estos cómplices viven y acrecientan su fortuna gracias a su cercanía al tirano, por lo que ellos son firmes defensores del poder establecido. Pero estos cinco o seis ministros, chambelanes, consejeros… tienen otros clientes a los que favorecer con sus dádivas, por lo que también ellos defenderán la tiranía. Estos a su vez tendrán otros vasallos que se benefician de las migajas del poder, y así hasta que la sociedad se ve infectada por una enorme cantidad de tiranillos que debe a su mayor o menor cercanía al poder toda su fortuna; este ingente ejercito es el que defiende la tiranía. El consejero del último pueblo, el más mísero soldado de a pie, el último funcionario del Estado, deben su rol a su pertenencia a ese cuerpo de tiranía por lo que defenderán a ultranza la perpetuación del sistema opresor.
El Discurso es un texto que intenta denunciar la opresión sin pretender la construcción de una nueva utopía política, por esto de La Boétie no explicita en ningún momento como sería el sistema político en el que fuera posible la libertad de los hombres. Cita a Atenas, Esparta, la Roma republicana y a su contemporánea Venecia como ejemplos de sistemas políticos libres, dejando entrever el modelo clásico de polis como contexto en donde la libertad es posible más allá de como se concrete la administración de lo político en esa polis: democracia u oligarquía. Parece entenderse que es crucial para la libertad de los ciudadanos la implicación directa de los individuos en la organización de lo público. Aunque su concepto de régimen político justo no queda explicitada su rechazo a la monarquía, a la que no distingue de la tiranía, es muy claro.
El texto del francés tiene la evidente virtud de clarificar uno de los problemas centrales de la teoría política, el problema de la obediencia al poder. Además de exponer el problema de la obediencia en toda su realidad el autor intenta analizar las causas de la sumisión contraponiéndolas al deseo natural del hombre por la libertad. Este amor a la libertad política fue una constante fuente de reflexión para los clásicos como Tucídides, Cicerón o Demóstenes, de La Boétie en su espíritu renacentista cita continuamente a los clásicos y enlaza ideológicamente con ellos. Quizás el mayor defecto de la obra, comprensible por su brevedad, es que en el análisis de la obediencia se dejan otras motivaciones de la sumisión más profundas que la mera costumbre o la jerarquización de la tiranía: el miedo a la violencia del estado, el asumir el poder como legítimo-racional o el deseo de obedecer, quizás tan natural como el amor a la libertad en el hombre, etc. son otras motivaciones de la obediencia que nuestro autor pasa por alto.
En todo caso, la obra de de La Boétie es altamente recomendable por su corrección en las conclusiones; su crítica feroz a la tiranía, tan necesaria hoy por hoy; y su fuerza retórica que no puede sino enaltecernos y dejarnos en el corazón el deseo de seguir preguntándonos ¿por qué la tiranía se impone por doquier a despecho del odio de los pueblos a los tiranos? Para muestra de la fuerza expresiva del Discurso dejo aquí un fragmento en la traducción de Pedro Lomba para la editorial Trotta:
“¡Pobres y miserables pueblos insensatos, naciones obstinadas en vuestro mal y ciegas a vuestro bien! Os dejáis arrebatar ante vosotros lo mejor y lo más claro de vuestros bienes, saquear vuestros campos, robar vuestras casas y despojarlas de los muebles antiguos y paternales. Vivís de suerte que no podéis jactaros de que nada sea vuestro, parecería que en adelante sería una gran fortuna disfrutar de vuestros bienes, vuestras familias y vuestras vidas tomadas en arrendamiento. Y todo este daño, este infortunio, esta ruina os viene no de los enemigos, sino ciertamente del enemigo, y de aquel de cuya grandeza toda sois vosotros los autores, por el cual vais con tanto ardor a la guerra, por cuya grandeza no escatimáis vuestras personas a la muerte. Aquel que tanto os domina sólo tiene dos ojos, sólo tiene dos manos, sólo tiene un cuerpo, y no tiene nada más que lo que el menor hombre del gran e infinito número de vuestras ciudades, a no ser las facilidades que vosotros le dais para destruiros. ¿De dónde ha sacado tantos ojos con que espiaros, si no se los dais vosotros? ¿Cómo tiene tantas manos para golpearos si no las toma de vosotros? Los pies con que pisotea vuestras ciudades, ¿de dónde los ha sacado si no son los vuestros? ¿Cómo osaría atacaros si no fueseis sus cómplices? ¿Qué podría haceros si no encubrieseis al ladrón que os saquea, si no fueseis cómplices del asesino que os mata y traidores vosotros mismos? Sembráis vuestras cosechas para que él las estrague; amuebláis y remozáis vuestras casas para proveer sus saqueos; criáis a vuestras hijas para que tenga con qué saciar su lujuria; criáis a vuestros hijos para que lo mejor que pueda hacerles sea llevarlos a sus guerras, conducirlos a la carnicería, convertirlos en ministros de sus codicias y ejecutores de sus venganzas; enderezáis vuestras personas a que pueda entregarse a sus deleites y solazarse con sus viles y sucios placeres; os debilitáis a fin de hacerle más fuerte y más inflexible para ataros en corto. Y de tantas indignidades que las mismas bestias, o no las sentirías, o no las soportarían, vosotros podéis libraros si intentáis, no ya libraros de ellas, sino simplemente querer hacerlo. Resolveos a no servir más, y seréis libres. No quiero que os lancéis sobre él, ni que le derroquéis, sino, solamente, que no le apoyéis más, y le veréis entonces como un gran coloso al que se le ha retirado la base y se rompe hundiéndose por su propio peso.”
Étienne de La Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria; Editorial Trotta 2008, pp. 31-32.
Artículo externo sobre el «Discurso sobre la servidumbre voluntaria» en La Esfera Gris.
Excelente
Excelente artículo, gracias por el aporte. Me gustaría subirlo al facebook con tu permiso y colocando la referencia respectiva. Soy venezolano, actualmente inmigrante en España y me siento muy identificado con el texto.
Gracias.
Gracias por tu apreciación. El artículo está publicado bajo una licencia libre, es decir, que puedes subirlo adonde quieras, si es posible y no es mucho molestia cita la fuente.
gracias
excelente articulo, solo tengo una duda ¡cómo se visualiza en la democracia constitucional en mexico?
excelente articulo creo que se imprecionante como toma los tintes sociales y politicos, pero solo tengo una pregunta ¿como se visualiza en la democracia constitucional en mexico? ya que me parece que debe tener alguna relación.
De acuerdo
YO, siempre he sido crítica, me he fiado de todo pero lo he analizado y no me he fiado de casi nada. Yuve una abuela pcre pero sabia. Hermanos muy críticos.
el servilismo está en la calle. Aclara la situación que estamos viviendo. Envío a todas mis direcciones el escrito. Gracias.