Ciencia y metafísica
1“El conocimiento objetivo nos proporciona instrumentos poderosos para alcanzar determinados fines, pero el último fin en sí mismo, y el anhelo de alcanzarlo, debe provenir de otra fuente”
Albert Einstein
En la compilación de Ken Wilber titulada “Cuestiones cuántica” se recogen artículos de científicos importantes del siglo XX, siendo su tema central la relación entre el conocimiento científico, la religión y la metafísica. Entendemos por ciencia el intento de conocer la realidad tal y como se nos aparece en la experiencia; al mismo tiempo la ciencia pretende establecer leyes, definiciones y pautas que nos permitan organizar y predecir los fenómenos. Diferente a la ciencia es esa especulación que intenta conocer el sustrato que subyace a la realidad tal y como se nos aparece; este tipo de conocimiento no solo examina o conceptualiza sino que también se presenta como una vivencia. Wilder tiende a denominar este tipo de saber espiritualidad, mística, religión… pero a mi juicio su denominación correcta es conocimiento metafísico; etimológicamente conocimiento de aquello que queda más allá de la naturaleza manifiesta.
La palabra metafísica en ciertos ámbitos está un tanto denostada, se asocia a una especulación ociosa, un galimatías de terminología pseudotécnica que no se refiere a nada concreto o también se percibe erróneamente como una búsqueda meramente racional, no vívida. Este interpretación deficiente de la metafísica parte de un pobre conocimiento de su propia historia pero también se alimenta del prejuicio medieval que pretendía amputarle a la filosofía su vertiente metafísica en favor de la religión. Laozi, Heráclito, Pitágoras, Platón, Zhuangzi, Spinoza o Schopenhauer fueron sin duda grandes metafísicos, sus esfuerzos intelectuales iban encaminados a desentrañar el misterio que se esconde tras la realidad manifestada; para alcanzar tal conocimiento hicieron uso tanto del lenguaje especulativo como de la metáfora o de la vivencia intensa. Religión y mística son diferentes a la búsqueda metafísica aún cuando tengan puntos en común con ella. La religión pretende crear un corpus simbólico que satisfaga en sus seguidores el deseo de conocer la realidad subyacente; la religión es prioritariamente dogmática y su herramienta es la imagen, aunque también trate de levantar el velo de la realidad y mirar tras él, los métodos, formas y resultados son distintos a los de la metafísica. Igualmente, mística y metafísica no son equiparable. La mística usando el cuerpo simbólico de una religión dada especula pero sobretodo vivencia lo Absoluto en el marco dogmático-simbólico de tal religión. Lo espiritual sí podría ser de algún modo sinónimo de búsqueda metafísica pero esta sinonimia da lugar a confusión ya que con suma frecuencia se asocia lo espiritual a lo místico. Al mismo tiempo la palabra “espiritual” pone el acento en la experiencia o en la mera creencia de que existe una unidad de sentido tras los fenómenos que se nos aparecen en la conciencia. Usaré, por tanto, la palabra metafísica para definir esa pretensión humana de descubrir qué realidad subyace y trasciende a la polaridad de la conciencia y los fenómenos.
Se ha dicho que el hombre es un animal metafísico y no cabe duda de la certeza de esta afirmación. La especulación sobre lo metafenoménico la encontramos como religión en todas las culturas humanas. El anhelo de verdad parece constitutivo de nuestra naturaleza y tal impulso solo puede surgir por la insatisfacción ante lo que se nos muestra como evidente o incuestionable. La verdad cotidiana, sea la que sea, aparece en nuestra conciencia como provisional, no duradera, objeto de revisión constante. El animal plácidamente se adapta al medio, el hombre intuye en el mundo que le rodea un misterio que busca desentrañar en tanto que se le escapa. Prontamente descubrimos la fractura que se abre entre nuestra conciencia y la naturaleza que nos circunda, empezamos a preguntarnos sobre el origen de esa conciencia y escudriñamos los modos para reconciliarla con la totalidad. Pero al mismo tiempo el ser humano busca acomodarse al entorno, conocer la relación de los hechos entre sí, establecer cadenas causales, calcular, medir el mundo para comprenderlo y utilizarlo. De este modo surgen las primeras ciencias y técnicas como la medicina o la astronomía; el paulatino mejoramiento de los aparatos de medidas y el desarrollo conceptual de las matemáticas permitió el surgimiento ciencia tal y como la conocemos hoy en día, sin embargo, la voluntad de conocer, predecir y dominar los fenómenos estaba presente en la humanidad desde sus mismos orígenes. Ciencia y metafísica son búsquedas diferenciadas en donde se expresa la voluntad humana, no son ajenas la una a la otra pero tampoco cabe el conflicto entre ellas ya que su ámbito de estudio es diferente. Negar a la reflexión y la vivencia metafísica su valor intrínseco tachándola de irracional o supersticiosa es tan atrevido como negar a la ciencia su valor para mejorar las condiciones materiales del hombre por su incapacidad para trascender los fenómenos.
“… el hombre sólo puede desarrollar sus poderes mentales y espirituales a partir de estar en relación con una sociedad humana. […] La historia muestra que tales comunidades han adquirido en su desarrollo unos patrones no sólo exteriores, sino también espirituales de orientación y comportamiento. Y en los patrones espirituales que hemos podido reconocer, lo que ha desempañado casi siempre el papel decisivo ha sido su relación con la conexión significativa de la totalidad, más allá de lo que puede verse o experimentarse de forma inmediata.”
W. K. Heisenberg, op. cit. “Verdades científicas y verdades religiosas”
La conciencia es de donde surge la pregunta sobre el mundo, de esta pregunta nace la ciencia, sin embargo, la conciencia escapa a la indagación de la propia ciencia. Qué sea la conciencia, de dónde surge o el papel que juega en la configuración del mundo percibido son preguntas fundamentales que no pueden ser respondidas por los métodos causalistas de investigación, entre otras razones porque para nosotros la conciencia es el principio necesario del mundo en cuanto lo que se nos aparece (cf. Max Planck, op. cit., “El misterio de nuestro ser”). Algunos investigadores argumentan que la conciencia no existe realmente sino que es un engaño adaptativo, en otras palabras, es fruto de las interacciones quimicoeléctricas de nuestro cerebro que nos hacen creer que poseemos capacidad de elección y de pensamiento cuando en realidad somos sencillamente complejas máquinas biológicas. Resulta temerario afirmar que el hecho que percibimos como más íntimamente verdadero, “yo soy”, sea un engaño, máximamente cuando no hay ninguna evidencia de ello. Cualquier intento de demostrar esta tesis está condenada al fracaso ya que no es posible reconciliar mediante métodos causalistas realidades tan contrapuestas como la materia y el pensamiento. Lo que denominamos materia es algo que aparece en la conciencia como tal no algo que tenga unas propiedades intrínsecas ajenas a la mente que observa, así que podríamos preguntarnos legítimamente si en un mundo sin conciencia observante existiría la materia como aparece en esa misma conciencia; es el viejo dilema del árbol que cae en el bosque y nadie lo escucha. En conclusión, no es posible demostrar que la mente sea algo emergente de la materia ya que lo que la ciencia denomina materia es una configuración intersubjetiva de la propia mente.
Observamos un cuadro como algo ya dado, algo que está ahí sin más, pero no es necesaria mucha especulación para que nos percatemos que no habría obra sin artista. El científico observa el mundo de igual manera, olvida al artista no porque niegue la necesidad de la conciencia para que se manifieste el mundo como ámbito de investigación sino porque esa es una indagación que le está metodológicamente vetada. De este problema fundamental trata la vivencia, la metáfora y la especulación metafísica. Alguien podrá pensar que la ciencia ha llegado a resultados concretos, cosa que no puede decirse del trabajo milenario de hombres y mujeres que especularon sobre el fundamento del Ser, los primeros principios y la naturaleza última de la conciencia… pero ¿y si no fuera así? ¿y si existiese una sabiduría perenne que acompaña a la humanidad desde hace siglos? Incluso podríamos ir más allá negando como haría un escéptico la continuidad dogmática del conocimiento metafísico, si así fuera la disparidad de respuestas bien podrían ser fruto de una autoindagación de la propia conciencia para su reconciliación con el mundo. Y aunque así no fuese, aunque estuviéramos condenados a dar golpes con nuestros bastones en la oscuridad por toda la eternidad, aún así la búsqueda seguiría teniendo en ella misma su sentido.
“… para alcanzar un amplio conocimiento, el hombre, en primer lugar, debe despertar su capacidad imaginativa en relación con las facultades superiores de su propia naturaleza, de modo que éstas dejen de ser callejones sin salida y pasen a abrirse a un mundo espiritual, un mundo hecho en parte, sin duda, de ilusión, pero en el que el ser humano habita no menos que en el mundo, asimismo ilusorio, que le revelan los sentidos”
Arthur Eddington; op. cit.; “Defensa de la mística”
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Me acabo de enterar que es la metafisica gracias a este articulo ya que no tenia ni idea de lo que era aunque lo habia escuchado anteriormente y es muy interesante como la metafisica, ciencia y religion buscan todas el mismo objetivo (hallar la verdad), solo que cada una tiene sus propios metodos y aunque tengan el mismo y tengan una relacion no se parece ninguna a la otra. La metafisica a estado arraigada al ser humano desde el inicio ya que el especular se a implementado desde nuestro origen por lo que hasta inconsientemente lo hacemos y si regresamos a siglos anteriorestodos los grandes pensadores brillantes especulaban sobre lo propia existencia y sobre el origen de todo el entorno. La religion esta muy alejada de lo que es la metafisica y la ciencia porque no buscan la verdad si no que ya toman una creencia ya establecida como la verdad total sin tomar en cuenta el pensamiento de cada quien.