Lo numinoso y el origen de la religión: Rudolf Otto
3¡Verdaderamente es algo terrible caer en las manos del Dios vivo!
Carta a los hebreos 10:31
Buena parte de la población mundial vive en una sociedad de la autocomplacencia en donde nuestros deseos son derechos y la comodidad la meta más alta a perseguir. La religión actual está inserta en la realidad histórica, por lo que a día de hoy la trascendencia, Dios o el numen se presentan como realidades consoladoras, aquietantes de nuestras angustias que actúan como medios para alcanzar la tan deseada paz anímica. Pero no siempre ni en todos sitios la relación entre el hombre y la trascendencia se vivencia de un modo tan unilateral; como muestra Rudolf Otto en su obra Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, la realidad sobre la que se proyecta el sentimiento religioso genuino posee un elemento irracional que es fundamental en la economía psíquica del creyente: Dios es tanto lo amado por benéfico como lo fascinante aterrador.
En todas las religiones evolucionadas se encuentra una faceta racional de Dios que incluye rasgos morales y personales. Es decir, Dios es bueno en sumo grado, además siente una preocupación cuidadosa por todas sus criaturas, entre las que se encuentra el propio creyente. Al mismo tiempo, desde esta perspectiva, Dios se entiende como realidad suprema que es condición de posibilidad del orden racional. Vemos muy claramente esto en la idea de Dios que trasmiten las vías tomistas: la divinidad es comprendida como el principio del movimiento, origen y organizador del universo creado. Pero al mismo tiempo, Dios es lo radicalmente otro, aquello que está más allá e incluso en contra de la razón. Por eso Rudolf Otto distingue lo santo de lo numinoso; lo santo sería el rasgo definitorio de la divinidad en el que se combinan lo racional y lo irracional, mientras que lo numinoso sería lo santo pero habiéndole sustraído los elementos racionales, morales y personales. Lo numinoso no sería aquello que es “desconocido” sin más, ya que aunque esta faceta de lo divino no es comprensible por la razón, es sentida como verdadera por el creyente y, por tanto, accesible a la emoción religiosa.
La importancia de lo numinoso para el origen de la religión se constata cuando se analiza el sentimiento de criatura; el hombre religioso se percibe como una realidad dependiente, nimia y creada. Este sentimiento sería para algunos historiadores de la religión el origen de las creencias sacras, pero, como bien expone Otto, para que exista ese sentimiento de criatura es preciso que se acepte la existencia de aquello otro inabarcable e inaccesible de lo que la criatura proviene. Eso otro es el numen como lo totalmente heterogéneo, por lo que se puede concluir que lo numinoso es el origen del sentimiento de criatura y, por tanto, el origen de la misma religión.
Pero profundicemos más en lo numinoso, ¿qué es?, ¿qué rasgos manifiesta? El autor citado usa la expresión mysterium tremendum para definirlo. En su aspecto de lo tremendo el numen genera miedo, pánico asociado al tremor ante lo prepotente e infinitamente majestuoso; el terror que genera en el creyente la “ira de Dios” ejemplifica bien este sentimiento que encontramos ya en las primeras manifestaciones del hecho religioso. Al mismo tiempo el individuo queda lógicamente empequeñecido ante la majestad del numen, esto genera un sentimiento de humildad e incluso de aniquilamiento del yo ante Dios. De hecho, muchas experiencias místicas no son más que el reflejo de este sentimiento: como un insecto que se precipita a la luz de la hoguera, el místico queda anulado en lo infinito de su Dios. Pues para Otto, toda mística tiene su fundamento en la preponderancia de la faceta irracional del numen. En su aspecto numinoso, la divinidad también se manifiesta como henchida de energía, de poder, actividad, impulso… Los filósofos han criticado estas características de la divinidad como antropomorfas, y en parte tienen razón, porque en ocasiones los fieles han olvidado que estas expresiones para definir al numen tienen un carácter esencialmente analógico; pero, por otro lado, su crítica es desacertada toda vez que esas palabras definen, aún cuando sea metafóricamente, rasgos genuinos del Dios vivo que no debe confundirse con el Dios de los filósofos, pensado pero no sentido.
Si lo numinoso se limitara a lo expuesto hasta ahora, la divinidad sería un ser meramente temido, pero el hecho religioso no muestra esto. El sentimiento numinoso es ambivalente, es, como hemos visto ya, un mysterium tremendum; tan irracional es el sentimiento de temor que Dios genera (lo tremendo) como la fascinación atrayente que experimenta el creyente (mysterium). La entidad numínica objeto de esta fascinación se conceptualiza como superabundante y beatífica; el creyente necesita purificarse para acercarse a ella, una necesidad de acercamiento que no nace de una interés racional en recibir los favores del dios sino de un sentimiento que emana del fondo del alma hacia una realidad mayestática. Esta fascinación no meditada alimenta también la solemnidad del acto religioso, del rito que propicia el acercamiento hacia el numen. De nuevo, esta vertiente de lo numinoso tiene su contrapartida mística; es la experiencia de la dicha abrazadora que busca la unión con Dios. El amor del místico hacia lo trascendente no es amor mundano sino necesidad imperiosa que brota del fondo del alma y que amenaza por consumir al propio amante.
Rudolf Otto compara el sentimiento de lo numinoso al sentimiento estético de lo sublime. Efectivamente, frente a lo bello que agrada y consuela; lo sublime enerva, tensiona al contemplador estético. Tiene lo sublime ese rasgo ambivalente que también posee lo numinoso: fascina a la misma vez que aterra. La visión de una tempestad tormentosa puede llegar a atemorizarnos con su ímpetu, pero aún así, si es capaz de generar una experiencia estética sublime es porque nos fascina esa potencia destructiva que contemplamos. Por ello, lo sublime ha sido harto usado como medio para trasmitir lo numinoso: la oscuridad, lo enorme o el silencio, son elementos que tienden a propiciar el sentimiento de lo sublime y que el arte religioso occidental ha venido usando con profusión para tal fin. En Oriente encontramos otro elemento para inducir lo sublime y es el vacío: en algunas pinturas orientales parece que el tema principal no es lo que se pinta sino el espacio vacío que ocupa la mayor parte de la lámina; de igual modo en algunos templos de Oriente, patios inmensos y desolados o jardines de piedras desnudas parecen haber sido diseñados para fomentar en el contemplador la conciencia de su propia insignificancia y con ella el sentimiento de lo sublime-numinoso.
Tras definir lo santo y lo numinoso Rudolf Otto se propone explicar el origen de la religión. Apoyándose en Kant y Schleiermacher, sostiene que existe en el ser humano un sentimiento religioso innato; este sentimiento no es creado por la experiencia sino que se manifiesta merced a ella. Es decir, experimentamos el sentimiento de lo sagrado y la intuición que reconoce lo santo en contacto con realidades del mundo o con la revelación de otras personas, pero la capacidad de esos sentimientos e intuiciones es innata en el hombre. Esta capacidad es una potencialidad que no tiene que estar desarrollada en todos los seres humanos. Volvemos al caso del sentimiento estético: a priori todas las personas podemos juzgar estéticamente los objetos pero, eventualmente, habrá personas que no sean capaces por falta de desarrollo o cualquier otra razón. Siguiendo con el ejemplo, que la mayoría podamos captar lo estético, no implica que abramos los ojos a ello y mucho menos implica que todos seamos artistas; el creador de arte será alguien excepcionalmente dotado que se distinguirá del resto. Lo mismo ocurre con el sentimiento religioso, aunque está potencialmente en todos, no es desarrollado universalmente, en los casos que se desarrolla es una facultad eminentemente pasiva que capta receptivamente lo santo. El profeta, como el artista, será aquel que sí tiene esa facultad divinatoria desarrollada de manera activa y es capaz de la creación religiosa, es decir, puede alumbrar en otros el fenómeno de lo divino. Lo anterior sería la base subjetiva de la religión, pero existen situaciones objetivas que permiten que la facultad hacia lo divino se exprese. Según Rudolf Otto, el temor y la fascinación demoníaca son los primeros pasos hacia la religión; lo compara con el miedo a las ánimas entre nosotros y los primitivos. Ese sentimiento por sí mismo no es religioso pero contiene el germen que acabará convirtiéndose en “temor a Dios”. Un hecho que resalta este autor como relevante en el origen de la religión es la percepción de un lugar como sagrado. El hombre primitivo, o personas civilizadas con una alta sensibilidad, en ocasiones visitan un lugar y perciben en el “lo extraño”; habla Otto, incluso, de señales fisiológicas como sentir que se te erizan los cabellos. En la cultura popular, esos lugares están “encantados” o habitados por trasgos, elfos, etc. Pero cuando el hombre primitivo reconoce un lugar así y su temor se equilibra con la fascinación, descubre en tal ubicación una sede de lo divino, crea un templo y con él un culto que ya sí podemos considerarlo religioso.
El sentimiento religioso ha ido tanteando en la historia el objeto de su intuición, en un estadio primitivo los numenes tiene comportamientos y apariencias grotescas que acentúan el carácter numinoso de lo sagrado, pero con el progreso de esas intuiciones, los numenes atraen a sí los valores morales de la tribu o el pueblo que les rinde culto. De este modo, las divinidades van moralizándose, convirtiéndose en las garantes del orden moral; esto inicia una fase superior en el desarrollo de la religión. Conforme continúa la evolución del sentimiento divinatorio, la idea numinosa de Dios va integrando los elementos racionales que dará finalmente un concepto cabal de lo santo en donde se equilibrarán los elementos irracionales-numinosos con los racionales. Aunque es innegable que Rudolf Otto pone el acento en toda su obra sobre lo irracional en la idea de lo santo, no podemos desdeñar la importancia que tiene para ese teólogo los elementos racionales. Si lo numinoso es el origen de la religión, la inclusión de lo racional el la idea de lo divino es determinante para juzgar el grado de madurez de una religión dada. Lo racional no anula lo numinoso sino que se integra en ello armoniosamente. En este punto es donde cabe interrogar si lo racional es el final de un desarrollo del mismo modo que lo numinoso es su principio. Cuando los elementos racionales son preponderantes hasta anular lo numinoso, el Dios vivo se convierte en el Dios de los filósofos, que es tanto como decir un Dios muerto, que nadie puede sentir. El dios de Aristóteles o Spinoza, por ejemplo, puede ser comprendido y admirado pero difícilmente ser amado y objeto de culto, de este modo Dios se transforma en idea abstracta sin capacidad de conmover al intelectual que lo piensa. Observando la historia de las religiones quizás podamos encontrar que este fenómeno moralizador y racionalizador de la divinidad se exacerba en el ocaso de un sistema religioso dado, hasta hacer imposible la vivencia de lo santo.
fuente: Rudolf Otto; Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. traducción de Fernando Vela para Alianza Editorial.
[…] esos seres extraterrestres hacen gala, los consideran dioses y construyen cultos en torno a ellos. El sentimiento religioso de lo numinoso, teorizado por Rudolf Otto, se transforma en los relatos de Lovecraft en lo ominoso, es decir, una fe religiosa basada en el […]
Este articulo me pareció muy interesante ya que Rudolf Otto habla de la religión y de Dios de forma que no es tan común, el dice que lo numinoso es el origen de la religión pero lo racional no anula lo numinoso sino que se enlazan. el origen de la religión se da porque se tiene la percepción de un lugar como sagrado, también el sentimiento divinatorio evoluciona y la idea numinosa de Dios se basa en lo racional y al fin se da un concepto completo de lo sagrado en el que los elementos irracionales ó numinosos están en equilibrio con los racionales. Cuando lo racional sobrepasa la numinosidad, el Dios vivo se convierte en un Dios muerto, que nadie puede sentir.
Rudolf Otto inspiro en parte la fenomenología de la religión, Scheler quedó fascinado ante el numen de la obra de Otto, y emprendio ese camino fenomenológico, ni el mismo Hiedegger quisó seguir esa tarea que Husserl le habia recomendado. Lo oposición de Scheler al pensamiento de Otto solo se ve palpable en que ese sentimiento en Otto sigue dependiendo como si fuera un dato psiquico, Max Scheler cree que ese sentimiento es intuitivo, excede al dato psicológico, pero además cree que en el acto religioso, lo divino es quien se da, sin subjetividad alguna.