La autoridad educativa como herramienta ideológica
0 Como se comprenderá, el ejercicio de la autoridad que los menores viven y asumen como válido en la escuela y en los centros de educación media, será el que, inconscientemente, consideren correcto y legítimo al llegar a la edad adulta. La relación del niño con las figuras de autoridad en la escuela, condicionará sus valores y su propia personalidad. Por esta razón, todos los regímenes totalitarios que han existido hasta ahora han intentado controlar en mayor o menor medida los sistemas de educación. La democracia, también. Voy a dejar al margen del debate si la democracia capitalista es un tipo de totalitarismo o no, es algo profusamente analizado desde diversas perspectivas. En cualquier caso, la democracia, como los estados fascistas o comunistas, intenta inculcar a la ciudadanía, a través de un modelo educativo total, ciertos valores o modos de relacionarse con el poder.
El error de muchos métodos de control de la opinión ha sido la pretensión, poco sutil, de inculcar valores o eslóganes que fueron fácilmente objetivables por la población. Es decir, si en la escuela a los menores les dicen crudamente que “nuestro líder supremo es bueno y le gustan los gatitos”, a determinada edad muy pocos dejarán de percibir que esa información no es objetiva y que está motivada por intereses políticos obvios. Un verdadero método de control de la opinión, esto es ya de sobra sabido, debe ser sutil y autosostenible. Y así, de hecho, funciona la inculcación de valores en la escuela democrática.
Para ir hacia lo concreto, pondré un ejemplo. En la escuela y los institutos se dice a los alumnos que el sistema de educación es democrático. Desde muy chicos los niños son inducidos a que asocien el adjetivo “democrático” a lo bueno y “antidemocrático” a lo malo. Si el sistema educativo es democrático, es bueno. Y, aunque es cierto que el sistema educativo es democrático, que sea un buen modelo es algo controvertible. El sistema educativo, efectivamente, refleja a la perfección el funcionamiento de nuestra sociedad democrática, pues del mismo modo que a nivel público el ciudadano de las sociedades democráticas tiene una capacidad reducida, por no decir casi inexistente, de tomar decisiones sobre los asuntos que le afectan directamente, el alumno no tiene apenas voz ni voto en la estructura del sistema educativo que es vivido como algo externo e impuesto. ¿Qué capacidad tienen los alumnos de elegir maestro, de elegir curriculum o de elegir las asignaturas a cursar? La misma que tenemos los ciudadanos para elegir a unos representantes ajenos a los intereses de partidos o económicos; o para decidir a qué se van nuestros impuestos y a qué no; o para determinar el precio justo que debe ser pagado por una vivienda.
Pero no nos extrañemos, ¿alguna vez fueron las cosas diferentes? Es inimaginable una sociedad que eduque a su progenie en unos valores contrarios a los de la propia sociedad. Por otro lado, la educación fuera de la familia se ha mostrado como un modo efectivo para fomentar los lazos de la ciudadanía y permitir la adaptación del niño a la sociedad, ya que permite la interacción entre elementos plurales de la comunidad. El problema surge cuando el estado toma el control de la educación extra familiar y carece de la habilidad o la amplitud de miras necesarias para readaptar el modelo educativo a nuevas necesidades sociales o económicas. Ese es el problema que vivimos hoy, la esquizofrenia entre lo que ocurre en las aulas y lo que ocurre en el mundo real y en la red.
A mi juicio, la relación que el niño establece con la autoridad y las figuras que la detentan dentro del sistema educativo estatal, es fundamental para el forjamiento de su autoconcepto como individuo y ciudadano. Por ello voy a analizar, usando como instrumentos algunas definiciones que he esbozado antes, la autoridad que se le otorga y se presupone a la figura del docente en el actual sistema educativo y las consecuencias de esta conceptualización de la autoridad en la economía psíquica del alumno y del educador.
sé feliz
Este artículo es la tercera parte del capítulo I de «Análisis del actual sistema educativo»