II.2 – Sobre el placer intelectual
0En este capítulo analizaré lo que se conoce vulgarmente por “placer intelectual”. Entiendo que el concepto “intelectual” tiene un significado demasiado amplio y ambiguo, por lo tanto, describiré concretamente el placer que se obtiene por el ejercicio del pensamiento abstracto en sus facetas lingüística y lógico-matemática.
El pensamiento abstracto-lingüístico es el propio del periodista, del opinólogo, del crítico o de cualquier profesional que use el lenguaje abstracto en el ejercicio de su labor. El pensamiento abstracto-matemático se asociará a programadores, matemáticos, diversos tipos de científicos, etc.
Aunque hoy se impuesto la distancia entre ambos tipos de pensamiento abstracto no siempre ha sido así. Hipatía, Descartes, Pascal, Leibniz o Russell dan fe que en un mismo individuo se conjugan habitualmente las capacidades matemáticas y las lingüísticas. Por esta razón y porque el desarrollo de nuestras capacidades de expresión lingüística y de comprensión matemática son las que fomentan parcialmente nuestro actual sistema educativo, he decidido analizar lo que se conoce como placer intelectual desde la perspectiva antes explicada.
La primera pregunta, obviamente, es de dónde surge este placer intelectual si no se produce la satisfacción objetiva de ninguna pulsión. Es fácil saber cómo se produce y por qué el placer sexual o el de la comida: satisfacen impulsos primarios comunes a muchos seres vivos; sin embargo, el placer que busca un científico que dedica largas horas a la investigación concentrada o el que obtiene el intelectual al redactar sus tesis, no muestra como evidente su origen fisiológico. ¿De dónde procede pues?
Voy a usar un caso hipotético para mostrar de dónde nace el placer intelectual. Imaginemos a un alumno de educación media no obligatoria con una habilidad matemática superior a la media, pensemos en este joven enfrentado a la resolución de una serie de ejercicios matemáticos impuestos en el instituto. El joven emplea su inteligencia en resolver las cuestiones que se le plantean, encontrará ejercicios fáciles que resolverá mecánicamente, pero si el nivel de dificultad de esos ejercicios está adaptado a su nivel también encontrará algún problema cuya solución se le resista y que le obligue a detenerse, reflexionar, probar nuevos métodos de resolución, etc. Si hemos supravalorado las capacidades del joven de nuestro ejemplo o la firmeza de su espíritu, se enfrentará en vano a ese ejercicio especialmente difícil, y será presa fácil de la desilusión y la frustración. En este caso, no se produce placer intelectual alguno porque una condición indispensable para que este se produzca es que el individuo se encuentre capacitado para llegar a los objetivos que se propone o, al menos, acercarse a ellos.
Pero seamos optimistas y supongamos que tras la tensión mental a la que el joven se autosomete en la búsqueda de una solución que se le resiste, el chico resuelve el problema matemático. Es evidente que encontrar esta solución proveerá al joven de una doble satisfacción psicológica: en primer lugar, encontrar la solución supone el fin de la tensión psicológica en la que el sujeto se hallaba inmerso; del mismo modo que una persona saciada siente poco o nulo placer en el acto de beber un vaso de agua mientras que un sediento encuentra un placer intenso en ello, en el acto intelectual el fin de la tensión psicológica provee al sujeto de un placer más intenso cuanto mayor y más prolongada en el tiempo haya sido esa tensión.
Mas si el fin de la tensión mental fuera la única satisfacción de nuestro joven sería una satisfacción pobre e incluso artificiosa; como la de esos sujetos que bizarramente se autoprovocan placer sexual dificultando la respiración. Además del fin de esa tensión (placer negativo) el ejercicio intelectual proporciona el placer de lo que la Gestalt denomina “insight”. El momento “insight” es algo que todos hemos sentido alguna vez, ocurre cuando una idea novedosa y que resuelve un problema surge de manera aparentemente espontánea en nuestra cabeza. Se suele ejemplificar en los dibujos animados como la bombilla que se enciende sobre la cabeza del coyote cuando idea algún nuevo plan. En niños muy pequeños vemos que sonríen o incluso gritan de júbilo cuando encuentran el casillero adecuado para la pieza de un puzzle o consiguen ver en un tablero de ajedrez el movimiento que les da la victoria. Del mismo modo nuestro solitario adolescente encontrará en la resolución de un problema matemático esa sensación de “insight”, sensación que lo espoleará a intentar resolver nuevos problemas cada vez más difíciles porque, como ya se dijo, el placer intelectual será mayor cuanto mayor sea la tensión mental a la que se autosomete el sujeto.
Además de estas satisfacciones directas, existe en el trabajo de abstracción ciertas satisfacciones secundarias que conviene no olvidar. En primer lugar, el ejercicio del pensamiento abstracto aparta al sujeto del flujo de lo real, el estudiante enfrascado en la resolución de un problema matemático o en la traducción de un texto de latín, por unos momentos se olvida de todo lo demás y sus problemas cotidianos quedan apartado de sus líneas de pensamiento. Quizás por ello, algunas personas que tienden a la inadaptación o que están o han estado expuestas a circunstancias vitales desgraciadas, encuentran en el ejercicio de su intelecto un placer tan intenso, ya que este les proporciona no solo la satisfacción del “insight” o la liberación de la tensión mental previa a él, sino que también les aparta, aunque momentáneamente, de contextos vitales adversos. Esta capacidad que tiene el ejercicio intelectual de separarnos de lo concreto es especialmente peligroso cuando nos lleva a la alienación y al aislamiento social.
Las otras dos satisfacciones derivadas del ejercicio intelectual abstracto que voy a tratar en este capítulo, tienen que ver con dos impulsos básicos del hombre: el impulso de individuación y el instinto gregario. Efectivamente, el estudiante de nuestro ejemplo encontrará en la labor intelectual exitosa, no solo una satisfacción inmediata sino también satisfacciones mediatas como son el fortalecimiento de la autoestima y el reconocimiento social por sus logros. Es fácil imaginar que el estudiante o el estudioso que ejercita su pensamiento abstracto por una parte, corrobora la idoneidad de sus capacidades y esfuerzos para la resolución de problemas complejos, una vez terminada su labor este individuo puede experimentar un fortalecimiento evidente de la autoestima con los peligros asociados a ello: soberbia, prepotencia, desprecio a aquellos que no pueden elevarse al pensamiento abstracto, etc. Por otro lado, es también fácil de entender que aquel que se dedica al trabajo intelectual exitosamente recibe el aplauso y el reconocimiento de los que le rodean; el niño desde pequeño recibe reforzamiento afectivo de sus padres y maestros cuando muestra habilidad y éxito en sus desempeños intelectuales abstractos; en la adolescencia y edad adulta puede seguir siendo un motivo de satisfacción personal este reconocimiento.
Sin embargo, no creo que estas satisfacciones secundarias sean realmente las más importantes para el que se dedica a la actividad intelectual. De hecho, la búsqueda del reconocimiento social y el fortalecimiento de la autoestima presentan peligros psíquicos para el individuo que son mayores cuanto mayor sea su habilidad para el pensamiento abstracto. La búsqueda vacua del aplauso, el narcisismo, el debilitamiento de los sentimientos sociales, son peligros a veces insalvables en el pleno desarrollo de las potencialidades del individuo. Además, no todos los que se dedican a la labor intelectual poseen una fuerte autoestima o desean ser reconocidos, a veces todo lo contrario, lo que parece corroborar la tesis de que las satisfacciones que he denominado secundarias no son las que prioritariamente busca el intelectual o el científico.
Creo que queda más o menos claro la naturaleza del “placer intelectual” entendido a nivel tanto matemático como lingüístico. Lo que he afirmado de un joven adolescente que resuelve problemas matemáticos ¿no es extrapolable a uno cuya labor sea la traducción o la redacción de un texto complejo?
En un siguiente artículo trataré de como el placer asociado a otro tipo de actividad intelectual que no sea la abstracción lingüística-matemática u otro tipo de actividad no intelectual es semejante cuando no idéntico al placer que denominamos “intelectual”.
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