La fractura entre ciencias y letras
0 La actual fractura entre los conocimientos científicos y humanísticos, que se manifiesta como oposición entre “las ciencias y las letras”, es una fractura artificial que afecta tanto a nuestro sistema educativo como a las posibilidades de crear una sociedad más plena. Es artificial porque el afán de conocer de un científico y un humanista parte de una necesidad común no solo a ellos sino a todos los hombres; que un adolescente se incline hacia una formación humanística o científica depende de sus propios intereses y capacidades y no del hecho que uno u otro tipo de conocimiento tenga mayor o menor importancia. La actual distancia entre las ciencias y las humanidades viene de lejos, pero en el mundo occidental se hizo radical a partir de los años cincuenta del siglo pasado, algo antes en el ámbito anglosajón. El sistema educativo ha ayudado a profundizar la actual fractura con la segregación efectiva de los conocimientos humanísticos y científicos en el curriculum de la enseñanza secundaria obligatoria y no obligatoria.
Los hooligans de las ciencias tachan a los conocimientos humanísticos de inútiles, confusos o simplistas; los defensores de las disciplinas humanísticas con poca capacidad de ver más allá de sus propias narices, contestan diciendo que la ciencia es un mero conocimiento instrumental. No entraré en la necia polémica de si son mejores o más útiles las ciencias o las letras, sí diré, aunque está sobradamente dicho ya, que gracias al crecimiento de nuestra comprensión del mundo material la ciencia forma parte de la cultura de nuestra época, incluso de la cultura general que toda persona debería poseer. El conocimiento humanístico, por otra parte, conforma nuestra identidad, tanto a nivel colectivo como individual, y nos permite guiarnos en el entorno humano e ideológico en el que vivimos. No es imaginable, en definitiva, ni un científico que desconozca la historia de su país o de su cultura ni un especialista en humanidades que no sepa quien era Isaac Newton.
Además, a lo largo de la historia de las ciencias y las humanidades muchos científicos se sintieron atraídos por estudios filosóficos, literarios, artísticos, históricos… y otros tantos estudiosos humanistas por la ciencia y sus consecuencias en nuestra percepción del mundo. La separación que hoy se extiende entre las ciencias y las letras puede tener, puntualmente, un sentido en su didáctica y en la especialización, pero más allá de eso tanto los estudios humanos como los científicos en sus más eminentes elaboraciones precisan de disciplina, tesón y capacidades intelectuales propias.
Es irónico que el intelectualismo que domina nuestro sistema educativo y que nos hace concebir la lengua y las matemáticas como los conocimientos más importantes, fomente la actual distancia entre ciencias y letras, pero tiene cierta lógica. Cuando se orillan conocimientos tan importantes como los manuales, físicos o artísticos, entre otros, la consecuencia es una educación fragmentada, esta fragmentación del conocimiento, y por extensión del espíritu humano, lleva a la distancia hoy existente entre los estudios humanos y científicos.
En los cursos de educación secundaria preparatorios para la universidad, hay un número considerable de asignaturas humanísticas que son obligatorias para todos los alumnos, no niego que sea un mal sistema pero es claro, a mi juicio, que se produce un trato desigual con respecto a las asignaturas científicas que no tienen tanto espacio en el curriculum obligatorio del actual bachillerato. Solo es obligatoria la asignatura de Ciencias para el Mundo Contemporáneo con dos horas de clase en primero de bachillerato, mientras que otras asignaturas como Filosofía e Historia de la Filosofía tienen tres horas semanales en primero y segundo de bachillerato respectivamente. ¿No es, por lo menos, tan importante conocer los cambios de paradigmas científicos que se han producido en el siglo XX y que afectan radicalmente a nuestra visión del mundo y del hombre, como analizar sintácticamente oraciones subordinadas adverbiales? ¿No es tan “cultural” conocer lo que es el fenómeno del entrelazamiento cuántico como saber quién era Platón? Sin embargo, la divulgación de los últimos avances de la ciencia, del método científico, de las implicaciones sociales y éticas de las nuevas técnicas en biología o psiquiatría o, sencillamente, la familiaridad con el lenguaje científico, no parecen ser conocimientos necesarios para nuestros alumnos según los gestores del actual sistema educativo, empeñados en hacer de los jóvenes una especie de expertos en nada y analfabetos científicos.
Y debo de dejar claro que no creo que los estudios humanísticos no sean importantes, lo son y mucho, pero su importancia no debe cegarnos hasta tal punto de marginar la cultura científica. Hace unos años una compañera de matemáticas me comentó que el primer problema que se le presentaba a la hora de que los alumnos resolvieran los ejercicios de su asignatura era que los menores eran incapaces de entender correctamente los enunciados del problema. Esta anécdota muestra hasta que extremo unos conocimientos en humanidades básicos son imprescindibles para el quehacer científico.
La necesidad de curar la fractura artificial entre las humanidades y las ciencias positivas se está convirtiendo poco a poco en una urgencia para la misma ciencia. El interés de Einstein por Spinoza o la lectura inspiradora del Timeo platónico por parte de Heisenberg, muestran que la filosofía y por extensión los estudios humanísticos son fértiles en la mente disciplinada de un investigador. Por otro lado, las importantes consecuencias sociales, medioambientales y éticas de la actividad científica, nos urgen a formarnos no solo intelectualmente sino vital y moralmente, es decir, humanísticamente.
Por último, se ha impuesto en nuestros centros una concepción teorética de los conocimientos humanísticos y científicos. El olvido del trabajo directo con los textos literarios, filosóficos, periodísticos o históricos que sufren las humanidades tiene su contrapartida en las ciencias que se imparten cada vez más, por culpa de los recortes, de manera teórica sin apenas trabajo de laboratorio o experimentación. Esta situación es, en definitiva, el triunfo de un intelectualismo teorético y necio, que separa al aprendiz de un conocimiento integral y del mundo de los hechos para sumirlo en la mera memorización y adoctrinamiento. Si algo ha caracterizado el avance de las ciencias y de las humanidades es la indagación, la crítica a lo heredado y la atención a la experiencia concreta; todo ello ha sido desterrado de nuestro sistema educativo no sabemos bien por qué. Sí conocemos o, al menos, podemos imaginar las consecuencias que podría tener esta mentalidad para nuestro progreso en la llamada sociedad del conocimiento.
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