La antropofagia
3En su libro de 1985 “Bueno para comer”, el antropólogo estadounidense Marvin Harris analiza, junto con muchos otros hábitos alimenticios, la antropofagia entre los grupos humanos. Observando a las diferentes sociedades pasadas y actuales, vemos que hay dos maneras fundamentales de comer carne humana: tomarla de los cadáveres de personas que han muerto sin nuestra intermediación y comernos a hombres que hemos matado nosotros mismos. La primera forma de consumo se realiza puntualmente en algunas culturas como un ritual funerario, en estas culturas se suele consumir los huesos triturados o la carne calcinada de un miembro del grupo como forma, por ejemplo, de integrar al fallecido en la comunidad. También algunos grupos humanos sometidos a fuertes carencias en la alimentación se ven obligados a devorar la carne de los muertos. En todo caso, del consumo del cuerpo o las cenizas de los familiares muertos como parte de un ritual funerario, ya dejó constancia Herodoto en el siglo V a.J.
“En cierta ocasión hizo llamar Darío a unos Griegos, sus vasallos, que cerca de sí tenía, y habiendo comparecido luego, les hace esta pregunta: cuánto dinero querían por comerse a sus padres al acabar de morir. Respondiéronle luego que por todo el oro del mundo no lo harían. Llama inmediatamente después a unos indios titulados Ca’atias, entre los cuales es uso común comer el cadáver de sus propios padres: estaban allí presentes los Griegos, a quienes un intérprete declaraba lo que se decía: venidos los Indios, pregunta Darío cuánto querían por permitir que se quemaran los cadáveres de sus padres; y ellos luego le suplican a gritos que no dijera por los dioses tal blasfemia. ¡Tanta es la prevención a favor del uso y de la costumbre! De suerte, que cuando Píndaro hizo a la costumbre árbitra y déspota de la vida, habló a mi juicio como filósofo más que como poeta.”
Herodoto; Los nueve libros de historia; libro III capítulo 38, traducción de la editorial Aleph.
Totalmente diferente a este canibalismo ritual, que no supone una fuente de proteínas tentadora en sociedades con un acceso normal a los recursos alimenticios, es la antropofagia entre adultos sanos de un mismo grupo. De hecho, comenta Harris, en todas las sociedades existen fuertes sanciones que impiden a los miembros (vivos) de un grupo comerse entre sí. Es evidente la importancia adaptativa de esta norma social: si los miembros de un grupo corriesen el riesgo de acabar en la panza de sus vecinos, la cohesión social del grupo sería débil, cuando no una lucha continua de todos contra todos. Por esta razón, ninguna sociedad viable puede considerar el canibalismo intergrupal una conducta aceptable a no ser que se produzca como un ritual funerario de comunión.
Aquí lo importante es el carácter “intergrupal” de este tabú. Mientras que toda sociedad pretende evitar con su cuerpo de normas y tabúes que los miembros de tal sociedad se devoren entre sí, no todas consideran prohibido comer carne humana de personas de otros grupos. En estas comunidades que practican la antropofagia extragrupal, la carne humana objeto de consumo es un subproducto de las actividades bélicas.
Cazar hombres para comer no es rentable; aunque el hombre es un animal grande con carne más o menos abundante, es demasiado escurridizo y en ocasiones cuenta con las mismas armas, inteligencia y fuerza que sus cazadores humanos. Es más fácil y seguro atacar a una manada de, por ejemplo, grandes rumiantes que intentar cazar a otro grupo de hombres. Por esta razón, si se puede evitar, los hombres no cazamos hombres para comer, somos una presa demasiado peligrosa. Por ello, las sociedades caníbales son sociedades sin ganadería eficiente o con una fuerte presión demográfica que les empuja a estar en frecuente conflicto con sus vecinos. Y de este modo el canibalismo sí es rentable, ya que los enemigos abatidos son un subproducto de la guerra que si no fuera comido se desperdiciaría. Ciertamente, el enemigo muerto o capturado puede enriquecer nuestra dieta o ser pasto de las alimañas, la primera opción es, lógicamente, la más útil para una sociedad guerrera pre-estatal que tiene de este modo un aporte de proteínas suplementario.
Pero entonces, si es rentable para muchas sociedades pre-estatales comer la carne de sus enemigos muertos ¿por qué no todas las culturas bélicas lo hacen? En Europa hemos ejecutado guerras con millones de muertos ¿por qué no asamos a nuestros enemigos en la parrilla? Para Harris la razón es clara: en las sociedades estatales someter al individuo es más productivo que consumirlo; en otras palabras, se obtienen más proteínas de origen animal si al vencer sobre una comunidad humana le imponemos un tributo en forma de cabezas de ganado, cultivos o dinero. Las sociedades tribales, de bandas y aldeas, pueden arrasar un poblado enemigo pero no están lo suficientemente organizadas como para esclavizar a una población vencida. El estado sí.
Aún así, las sociedades estatales podrían comerse a los enemigos muertos, que ya no serán útiles como esclavos sometidos ¿por qué no lo hacemos? Según el antropólogo norteamericano si las sociedades estatales actuasen así correrían el riesgo de relativizar el tabú contra la antropofagia y eso podría fomentar que los súbditos de un estado, en épocas de necesidad, viesen a sus vecinos como una ración de comida extra. Una sociedad organizada con ganadería y bien estructurada para someter a los enemigos, destierra el canibalismo de sus costumbres guerreras por el peligro que supone relativizar la buena costumbre de no matar al vecino para comerlo; y porque un pueblo sometido produce más proteínas si se le hace trabajar en beneficio del vencedor que si se le devora. Un estado solo se come a los enemigos vencidos si no tiene suficiente aporte de proteínas animales con la ganadería, cosa extraña para una sociedad organizada estatalmente.
De hecho, según Harris, eso fue lo que pasó en el estado azteca que practicaba el canibalismo bélico porque carecían, por diversas razones, de una ganadería que pudiese satisfacer las demandas proteínicas de origen animal de toda la población.
Es interesante la asociación que hace Harris entre la desaparición, o al menos atenuación, de la antropofágia, el surgimiento del estado y la posibilidad de acceder a proteínas de origen animal. Las sociedades estatales no abandonan el canibalismo por sentimientos morales sino por rentabilidad; para los poderosos es más rentable exprimir a los pueblos vencidos que comérselos. Por ejemplo, a finales del siglo XVIII, principios del XIX, algunos economistas clásicos sostuvieron que los salarios tienden de “forma natural” hacia un mínimo que permite la subsistencia de los asalariados. Si los sueldos suben por encima de este límite los obreros se reproducen más, hay más mano de obra y, por tanto, los sueldos descienden hasta su nivel correcto: permitir la subsistencia y una tasa de éxito reproductivo entre los obreros que satisfaga las necesidades del mercado. Esta ley económica se llamó “ley de hierro de los sueldos” y ejemplifica bien la idea de Harris: las élites que controlan el poder estatal no nos sirven como entremeses en sus banquetes pero sí consumen nuestra fuerza de trabajo hasta que somos sustituidos por un nuevo asalariado más tierno, más aprovechable. Para nosotros como occidentales, el canibalismo culinario es la quintaesencia del salvajismo pero nuestro etnocentrismo no nos permite ver la crueldad inherente al canibalismo laboral, mental y espiritual al que las actuales sociedades “avanzadas” nos someten. Sin embargo habrá algunos que piensen que la opresión y explotación que sufren los súbditos en las sociedades de hoy en día es un canibalismo refinado, más cruel y salvaje que el canibalismo de los “primitivos” porque se ejecuta de una manera estructurada, planificada y fría.
imagen de: http://www.grupotortuga.com/Antropogafia
vision poco solida
echo de menos la componente del mito y los dioses y demonios. El miedo a la Naturaleza y la muerte y los muertos como razones de peso
Muy sesgado por lo productivo. El pensamiento del canje social y sus formas productivas es muy posterior
estoy de acuerdo con su apunte. la perspectiva de Harris es la que expreso aquí y este autor de inclina por una visión «materialista» desdeñando los elementos simbólicos de toda realidad humana. la expongo aquí como una mera perspectiva, interesante y sujerente pero no total.
gracias por comentar.
to flama loco, sigue asi!