El ideal de sabio en Kant: razón, ignorancia y felicidad
6“En realidad, encontramos que cuanto más se preocupa una razón cultivada del propósito de gozar de la vida y alcanzar la felicidad, tanto más se aleja el hombre de la verdadera satisfacción, por lo cual muchos, y precisamente los más experimentados en el uso de la razón, acaban por sentir, con tal de que sean suficientemente sinceros para confesarlo, cierto grado de misología u odio a la razón, porque tras hacer un balance de todas las ventajas que sacan, no digo ya de la invención de todas las artes del lujo vulgar, sino incluso de las ciencias (que al fin y al cabo les parece un lujo del entendimiento), hallan, sin embargo, que se han echado encima más penas que felicidad hayan podido ganar, y, más que despreciar, envidian al hombre común, que es más propicio a la dirección del mero instinto natural y no consiente a su razón que ejerza gran influencia en su hacer y omitir.”
Immanuel Kant; Fundamentación de la metafísica de las costumbres; sobre el principio del primer capítulo, en la edición de Luis Martínez de Velasco para Escasa Calpe.
En la historia del pensamiento humano encontramos dos arquetipos de sabio contradictorios: se puede presentar al sabio como un alma atormentada y separada de los goces sencillos y naturales o podemos concebirlo como un hombre alegre, despreocupado y feliz.
Kant percibe al “hombre racional” como un ser acosado por mil y una preocupaciones y celoso del vulgo que disfruta vulgarmente de una felicidad inaccesible para aquel que ha alcanzado altas cotas de desarrollo racional. La idealización de la felicidad del ignorante solo la puede hacer un hombre que no los conozca bien. La angustia existencial o la crisis de creencias que suele afectar al hombre de “razón cultivada” no ocuparán tanto espacio en la mente del ignorante pero el hombre común sustituye ese sufrimiento “intelectual” por otros sufrimientos no menos dolorosos: el deseo superfluo, la soberbia, la frustración… llenan a muchos de un dolor que cuanto menos es tan intenso como al que puede estar sometido el intelectual.
Evidentemente, el autor alemán está prejuiciado en su análisis no solo por su propia experiencia vital sino, sobre todo, por una tradición que arranca, por lo menos, desde el Eclesiastés (1:18) y que nos dice que “quien añade ciencia, añade dolor”. Esta idea pesimista seǵun la cual el desarrollo de nuestras habilidades racionales incrementa nuestra insatisfacción vital concreta, fue retomada por Schopenhauer y, a través de él, ha influido profundamente durante el siglo XX en las corrientes de pensamiento llorón como, por ejemplo, el existencialismo.
Frente a esta mentalidad que disocia a la razón de lo concreto del goce, se erigen autores como Platón, Aristóteles o Spinoza. Común a ellos es el valor que dan a la razón no solo como una herramienta especulativa sino también, y sobre todo, como un instrumento que permite al hombre adaptarse al entorno social y ser feliz. El desarrollo de su propio ser es el fin de todo ente: el árbol busca crecer como el león busca su presa, en este acercarse a sus fines específicos expanden su ser. En el hombre este desarrollo del ser se denomina “felicidad”, y como la razón es la cualidad propia del ser humano, esta felicidad será alcanzada óptimamente por aquel que desarrolle y ejercite su razón. El hombre racional es un hombre sabio y el hombre sabio vive alegre. Pues, ¿qué virtud o ciencia es aquella que nos amarga y ensombrece el espíritu? Una ciencia falsa, inútil o ambas cosas a la vez.
Cuando contraponemos estos dos ideales de sabios, estamos contraponiendo dos ideales de razón. Si la razón es un cálculo de pros y contras o la búsqueda de un sentido profundo más allá de las apariencias, efectivamente, el hombre racional vive amargado en sus cálculos y se enajena de la vida que es. Como se suele decir, la vida es lo que pasa cuando estás haciendo planes sobre ella; en este sentido es cierta la afirmación de Kant: es más feliz el hombre sencillo que aquel que planifica y racionaliza algo como la vida que es, en último término, implanificable.
Pero frente a este concepto de la razón como cálculo o abstracción, existe otro ideal de razón según el cual el pensar racional no solo se nuestra en lo abstracto sino también en lo concreto, en el vivir. Por ello epicúreos y estoicos compartían, con matices, un mismo ideal de sabio que para ellos no era más que el arquetipo del “hombre feliz”. La razón no tiene solo una faceta abstracta, matemática o lingüística sino también social y ética: ¿por qué va a ser más sabio aquel amargado que se exilia del sol de primavera entre polvorientos libros que ese otro que ríe y vive su vida sustrayéndose de la melancolía y la vulgaridad?
Ciertamente, existen muchas maneras de conceptualizar lo que sea una vida vivida en el compromiso con la razón o la inteligencia; no conviene olvidar que tales conceptualizaciones diversas parten de diversos modos de entender lo que es la razón y la inteligencia… y cada uno de esos modos son parciales en sí mismos.
fuente de la imagen:
http://vulgoenajenado.wordpress.com/2011/03/19/la-actitud-del-sabio-epicureos-vs-estoicos/
¡Gracias! Un buen análisis fácil de entender y además entretenido. Una simple deducción que hago luego de leer esta pieza es que ambos pensamientos, o tal vez, tanto ignorantes como sabios sufren y disfrutan. En diferente forma y medida pero lo hacen. Saludos!
[…] Tal vez la busqueda de verdad no lleva a la infelicidad. El ideal de sabio en Kant: razón, ignorancia y felicidad […]
No comprendo (el ser feliz es ver más aya de uno mismo,y sentirse satisfecho de quien es, y disfrutar cada día y cada momento, al fin y alcabo, he ignore el peligro ,pero otro fue feliz, el ignorante fue feliz en determinado momento, al paso de los años que demostrado que la ignorancia te lleva a fracasos, y desastres de la vida del individuo o persona, asy viven muchos creyendo ser felices más es lo contrario,se llama felicidad el ignorar,ya hay esc.
Da la sensación de ser un revoltijo de conceptos, pero lo más llamativo es tildar deliberadamente al existencialismo de llorón, e inconscientemente haberlo definido en el párrafo ulterior, curioso…
correcto todos sufrimos y disfrutamos en distintos momentos
[…] la economista. Creo que fue hace una semana exacta, y me convenció. Comparamos nóminas y todo. Y que sabio el que dijo que es mejor no saber de nada para ser […]