¿Es el vulgo sustancialmente ignorante? Razones contra la tiranía
0La cuestión que da título a este artículo viene siendo planteada desde los albores del pensamiento humano, el perspicaz Heráclito(1) ya reflexionaba sobre ello. Cuando analizamos, con una suficiente perspectiva, el grueso de las decisiones políticas que toman la mayoría de nuestros semejantes, no podemos más que aceptar que la ignorancia o la incapacidad de medir las consecuencias de tales decisiones, ha sido la tónica general a lo largo de la historia humana.
Basta examinar nuestra realidad cotidiana para asumir como manifiestamente verdadero que los más adoptan gregariamente modelos de conductas no solo irracionales e irresponsables sino, incluso, socialmente autodestructivos. En 2011 se celebraron unas elecciones generales en el estado español, que el vulgo se preste con tal sumisión a participar en una farsa tan evidente ya resulta de por sí descorazonador; pero el hecho de que el PP-PSOE fuera votado por casi dieciocho millones de personas, muestra a las claras la alienación ideológica de la mayoría de los súbditos de este estado. Que este partido único bicéfalo, adalid del cohecho y de la mediocridad, con numerosos cargos imputados y condenados por delitos de corrupción, obtenga la aquiescencia para sus desmanes del 75% de los votantes, resulta verdaderamente vergonzoso. Más triste aún es que este tipo de decisiones irracionales son comunes en la mayoría de los países que se autodenominan democráticos.
En tal postración cívica no solo caen los pueblos de este estado, ni es fruto de un azar histórico. Analizando la historia del siglo XX vemos que numerosos demagogos, devenidos en tiranos como Adolf Hitler, consiguieron el poder gracias a su capacidad de seducir y adular a las masas. Hoy por hoy, también, mayormente son déspotas, charlatanes o burócratas, los que toman las decisiones que sumen en la miseria a la mayor parte de la población mundial; contando, al menos formalmente, con el beneplácito de la masa.
Aunque es cierto que todas las decisiones que he puesto de ejemplo no fueron tomadas bajo una plena libertad para deliberar y decidir sino que estaban fuertemente condicionadas por sistemas políticos que enajenan al ciudadano de su propia soberanía; no podemos exonerar a las masas de su responsabilidad. En cualquier caso, no solo son las decisiones políticas desacertadas las que ponen en evidencia el envilecimiento de enormes capas de población en nuestro mundo civilizado; basta echar una mirada a los programas más “populares” de nuestra televisión para comprobar lo que digo. Está fuera de toda controversia que cualquier ser que se pretenda racional tiene mejores cosas que hacer que ver a dos desconocidos follando debajo de un edredón en la casa de Gran Hermano; o que hay cosas más importantes y que nos afectan más directamente que la vida sentimental o familiar de Su Majestad u otros personajes de la farándula mediática. Sin embargo, los programas que más éxito suelen tener son precisamente aquellos en donde lo intrascendente se convierte en leitmotiv; retratando para la historia a nuestra sociedad como una sociedad de desocupados y chismosos.
Observando la extensión de tal degeneración moral e intelectual podríamos concluir que, en efecto, la mayoría es, por su propia esencia, estúpida y dócil. Este ha sido, desde tiempos remotos, el argumento que han usado los tiranos para someter a la población pues si la mayoría no actúa reflexivamente sino movida por caprichos y pasiones irracionales ¿qué podemos hacer si no “conducirla” por el camino que le conviene? Nadie deja a un niño cruzar la calle solo, debemos tomarlo de la mano porque por sí mismo el infante es incapaz de cuidarse. Así, el pueblo ignorante necesita del auxilio de un líder, gurú o iluminado que realmente “sabe” lo que nos conviene a todos.
Sin embargo, aún cuando debamos admitir que el vulgo denota una profunda ignorancia e irresponsabilidad social en general, no tenemos por qué asumir que tal situación le sea propia sustancialmente; pues en cuanto seres racionales todos los hombres y mujeres están capacitados para adaptarse al medio y medrar en él. Es inimaginable que la naturaleza dote solo a unos pocos miembros de la especie humana de capacidad racional mientras sume a la mayoría en la ignorancia ¿no es más sensato pensar que las cualidades necesarias para nuestra supervivencia están en todos nosotros? Por supuesto que existen personas más o menos hábiles intelectualmente, pero la diferencia es de grado no esencial; pensar de manera diferente hiere mi fe en la dignidad inherente de todos los seres humanos. No creo que exista una raza o grupo de escogidos que, destinados por naturaleza a mandar, deban guiar al resto de las personas como pastores al ganado.
El interés de los déspotas ha sido siempre denigrar al pueblo y presentarlo como necesariamente estúpido porque así queda justificada cualquier opresión. Fomentar esa estupidez y halagarla es hoy y ha sido siempre, la labor de los que se tienen por guías y líderes. Frente a estos argumentos tiránicos, muchos tenemos razones para creer que la necedad que afecta a la mayoría de nuestros conciudadanos es una necedad inducida y que a través de la información y la educación es posible enaltecer a la masa y perfeccionarla. Yo nací, como el lector, incapaz de articular palabra; si nuestros progenitores hubieran concluido que estábamos impedidos para aprender un lenguaje ¿qué sentido hubiera tenido enseñárnoslo? Nuestra confianza en que el ser humano nunca es algo “ya dado” sino que está en continua autoconstrucción, es lo hace que nos esforcemos en convencer y en educarnos unos a otros y a nosotros mismos. Por eso, el desprecio a la educación, a la ciencia y a la extensión del conocimiento en general, ha sido un rasgo común propio de los que se ufanan en someter a sus semejantes y justificar tal sometimiento. Y también, por ello, las armas más afiladas contra la opresión han sido siempre la información y educación de la masa, pues son los instrumentos más apropiados para conseguir que el vulgo salga de su minoría de edad y aprenda a asumir colectivamente sus responsabilidades. Aunque quizás esta perspectiva sea demasiada optimista e “ilustrada” en unos tiempos posmodernos, de pensamiento débil y, en definitiva, de claudicación intelectual; claudicación predicada, ¿cómo no?, por intelectuales y opinadores a sueldo de los poderosos.
Artículo externo recomendado: Crítica al elitismo en la democracia liberal a partir de la ontología del ser-en-común
imagen extraída de: http://www.dipity.com/iojaramillod/Historia-de-la-prensa/
Nota 1: «aunque el logos es común, la mayoría viven como si cada cual tuviera una inteligencia particular.» Heráclito en la cita de: http://www2.udec.cl/~meskuche/ocio/textos/filosof%EDa/Her%E1clito.htm (link).