Los límites éticos de la manipulación: el abuso en la comunicación
0En el ámbito de la acción, obligar a alguien a hacer algo en contra de su voluntad ejerciendo la fuerza se considera incorrecto en la mayoría de las circunstancias. Sin embargo, en el ámbito del discurso no solemos ser tan críticos con el abuso de la fuerza, principalmente porque es difícil determinar qué es y cuándo se produce el abuso en la comunicación. Cuando dos interlocutores dialogan entre sí, siendo ambos personas adultas y con las capacidades racionales plenamente desarrolladas, es complicado que admitamos la posibilidad de abuso más allá del empleo del engaño.
No obstante, debemos convenir que en ocasiones se abusa de ciertas capacidades y roles para manipular a los oyentes. El abuso de confianza es el mejor ejemplo de ello. Una persona investida de autoridad puede abusar de su rol para manipular las acciones y pensamientos de sus colocutores. Seducir a un auditorio que nos aprecia y respeta es sencillo y, desde el inicio de las sociedades humanas, los demagogos han hecho uso de su carisma para seducir al público. Lógicamente, este abuso solo se produce en tanto que los oyentes persisten en atribuir al manipulador autoridad sin hacerla objeto de controversia, por tanto, en este ejemplo, la responsabilidad del acto manipulativo no recae solo en el que manipula sino también en los que son manipulados.
Un caso típico de abuso de la fuerza dialéctica es el abuso al que puede someter un adulto a un menor para convencer al niño de que realice actos o asuma pensamientos que de otro modo no adoptaría. Si este convencimiento tiene como fin el bienestar del menor no tenemos por qué reprobarlo, pero si su fin es el beneficio de la persona adulta a costa del pleno desarrollo del infante podemos considerarlo como un abuso reprobable. La persona adulta está investida, por su propia experiencia vital, de autoridad para el menor, además cuenta con herramientas intelectuales más desarrolladas que las del niño; por ello es censurable este abuso y debe ser entendido como un atropello ejercido desde una posición de poder.
El maestro que intenta convencer a sus alumnos de sus particulares opiniones, está abusando de su fuerza intelectual y de su autoridad. Si fomenta el diálogo y se mantiene, en lo posible, al margen de la discusión, cumple con su función social; por contra, pretender conformar la mentalidad de personas intelectualmente no desarrolladas para fomentar unas líneas de pensamiento o acción determinadas, es un caso de abuso lamentable. Lógicamente, esta perspectiva llevada a sus últimas consecuencias puede hacer que nos planteemos si inculcar ciertos valores religiosos y políticos en menores de edad dentro del entorno familiar no es, en definitiva, un acto de manipulación abusivo.
A nivel social también se da este tipo de abusos cuando se hace uso de la fuerza económica para reproducir imágenes y eslóganes o diseñar campañas de manipulación masivas. Joseph Goebbels afirmó que una mentira repetida mil veces acaba por convertirse en verdad; hacer uso de esa capacidad de reproducir industrialmente la información para moldear el comportamiento de individuos o colectivos, es también un claro ejemplo de abuso comunicativo.
Por último, me gustaría plantear la cuestión de si se produce un abuso comunicativo cuando alguien, que ha desarrollado altamente su capacidad discursiva, usa tal habilidad para convencer a los oyentes de algo en su propio provecho. Algunas personas, como abogados o periodistas, están acostumbradas a usar el lenguaje para convencer; en sus contextos profesionales la utilización de estas capacidades no es censurable pero si se emplean estos dotes fuera del ámbito profesional para manipular a otros interlocutores en la interacción personal ¿estarían cometiendo un abuso? Es difícil admitir que sí se abusa de la fuerza intelectual en estas ocasiones pues en tanto que los oyentes son personas adultas con sus capacidades intelectuales desarrolladas también tienen las habilidades necesarias para sustraerse a este supuesto abuso. Siempre que un individuo haga uso de estrategias argumentativas o retóricas sin engañar y sin caer en el hostigamiento emocional es difícil afirmar que abusa de su fuerza intelectual a menos que trate con niños o idiotas.
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