Apología del Coyote
0
Siempre me gustó el Coyote y creo que desde niño comprendí la profunda moraleja que su historia encerraba: de él aprendí lo que es el tesón, el espíritu rebelde y el no doblegarse ante la adversidad; nunca podré amar y luchar por lo que amo como lo hizo él, recibiendo golpes, desprecios, quemaduras, explosiones y volviendo a la siguiente escena de su búsqueda sin término.
El Coyote y el Correcaminos es una especie de tragedia moderna pues del mismo modo que sabemos que en Edipo Rey el hijo de Yocasta hará su horrible descubrimiento indefectiblemente, sabemos que el Coyote descubrirá al final del gag que el piano de cola no cae sobre el Correcaminos sino sobre su cabeza, que el avión que pilota se estrellará en un risco o que la carrera que hace acabará con él en el fondo de un acantilado mientras su presa entona ese prepotente “¡Beep, beep!”.
¿Qué valores tiene el Correcaminos sino la altanería y la agilidad de sus piernas? ¿cuando fue noble la huida? El Coyote une a una ética heroica un intelecto e inventiva superior que están al servicio de una voluntad inquebrantable; la ingeniosidad de sus inventos y trampas es un auténtico canto a la ciencia y a la racionalidad. ¡Como contrasta esta inteligencia salvaje del Coyote con la estupidez veloz del pájaro cuyos méritos no están encerrados en su cerebro sino en sus canijas patas!
No es mi apología la apología del perdedor sino la apología del espíritu noble y firme, la apología de todos aquellos que se levantan cada día persiguiendo un imposible sabiendo que volverán de la batalla, una vez más, cubiertos de heridas y con las manos vacías… y sin embargo siguen adelante.
Rindo homenaje hoy al Coyote porque de él aprendí que la libertad no es una meta sino un sueño y que solo lo imposible merece ser amado.
Sé feliz