«Caminar» de H. D. Thoreau
1“Quiero decir unas palabras en favor de la Naturaleza, de la libertad total y el estado salvaje, en contraposición a una libertad y una cultura simplemente civiles; considerar al hombre como habitante o parte constitutiva de la Naturaleza, más que como miembro de la sociedad. Desearía hacer una declaración radical, si se me permite el énfasis, porque ya hay suficientes campeones de la civilización; el clérigo, el consejo escolar y cada uno de vosotros os encargaréis de defenderla.”
Henry David Thoreau; Caminar; traducción de Federico Romero para Árdora Ediciones.
La escritura de Thoreau tiene algo de errabunda, sus palabras, imágenes, paralelismos, te llevan de acá para allá invitando a la introspección o a la acción. “Caminar” es un librito que muestra excelentemente esa virtud “errabunda” de su letra. Reflexiones sobre la Naturaleza y el hombre se entremezclan con descripciones de paisajes, del Oeste salvaje o del mero deambular.
Comienza el autor este libro con las palabras que he reproducido más arriba. Palabras que tienen más de cien años y que, sin embargo, parecen escritas para nosotros. Antes de los movimientos ecologistas, en un tiempo en donde caminar por el campo se podía hacer sin entrometimiento de cercados o asfaltos, Thoreau reivindica nuestra pertenencia a la Naturaleza y advierte de los peligros morales de la civilización. Hasta hace poco el bárbaro era el hombre salvaje, ese rudo nativo o extranjero que no sabía cómo coger la taza del té; el filósofo americano fija su atención en otro tipo de barbarie: aquella en la que se regodea el hombre civilizado. El olvido de nuestra pertenencia a la Naturaleza convierte en normalidad exterminar la riqueza salvaje y llenar tierra, aire y mar con nuestras venenosas inmundicias. Es el precio de la civilización y el progreso, nos dicen, pero cabe preguntarse si merece la pena la civilización o el progreso a cualquier precio. Barbarie y deshumanización estabuladas, es lo que veo hoy en las pulcras y rectas avenidas de la gran ciudad; la humanidad sigue tan perdida como cuando Thoreau escribió sus palabras, la gran urbe crece y lo engloba todo… ya es “la gran urbe global”. Pero mientras, empequeñecido a los pies de gigantes de cristal y acero, el hombre sigue siendo hombre: un animal fracturado entre la civilización y la Naturaleza; animal que se embrutece “civilizadamente” olvidando su verdadero origen y ser:
“He aquí nuestra inmensa, salvaje, aulladora madre, la Naturaleza, presente por doquier con tanta belleza y tanto afecto hacia sus hijos como el leopardo; y sin embargo, qué pronto hemos abandonado su pecho para entregarnos a la sociedad, a esa cultura que no es más que una interacción entre hombres.”
H. D. Thoreau trad. cit.
versión del libro en RTF: Thoreau-Caminar.
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