Contexto filosófico de Platón
1La filosofía de Platón se desarrolló a finales del siglo V y mediados del IV a.C. como un intento de dar respuestas a una serie de cuestiones de carácter metafísico y político que habían sido planteadas por otros autores anteriores. Platón supone la cúspide y reelavoración de dos tradiciones filosóficas dispares: las filosofías presocráticas, surgida en Mileto en el siglo VII a.C.; y la sofística, movimiento filosófico y pedagógico que floreció en la segunda mitad del siglo V a.C. con una preocupación prioritariamente ética y política.
Ni los filósofos presocráticos ni los sofistas son corrientes homogéneas, más bien todo lo contrario: lo llamativo de estos movimientos es lo original y diverso de la filosofía de cada autor. Tampoco es verdad que sofística y presocráticos no tuvieran relación intelectual, antes bien, ambos movimientos en el siglo V a.C. tuvieron una relación estrecha que llevó a que algunos sofistas fuesen discípulos de escuelas presocráticas, por ejemplo, Gorgias perteneció a la escuela eleática. En todo caso, en mor de la claridad expositiva analizaremos ambas escuelas como si existiera entre ellas una solución de continuidad más rígida de la que existe en realidad.
LOS PRESOCRÁTICOS: EL DILEMA DE LO UNO Y LO MÚLTIPLE
Si antes dijimos que los sofistas tenían una preocupación prioritariamente ética y política ahora debemos decir que los presocráticos tuvieron inquietudes fundamentalmente físicas y metafísicas; sus preguntas principales, al menos como han llegado hasta nosotros muy fragmentariamente, son preguntas acerca de como es el mundo y por qué es tal como es. En un principio se mostraron escépticos a las respuestas que elaboraba el mito para más adelante criticar y oponerse abiertamente a él.
Los primeros presocráticos, llamados milesios y naturales de Asia Menor (actual Turquía), ya se plantearon una cuestión que ha acompañado a la filosofía y a la ciencia hasta nuestros días: ¿cuál es la esencia de lo real? Vemos árboles, tierra, mares, nubes o animales en apariencia muy dispares, sin embargo, esos seres tan aparentemente diferentes deben tener algo en común ya que comparten un lugar en el universo y, al mismo tiempo, unos se transforman en otros. Si los seres fueran realmente disimiles entre sí los animales y las plantas no crecerían con la tierra, el agua u otros animales, si las cosas no tuviesen nada en común no estarían transformándose unas en otras continuamente, por lo tanto ¿cuál es el sustrato común que sostiene la realidad del cosmos?
Hoy en día tendemos a considerar que la pregunta sobre el principio de la realidad (que los griegos llamaban arje) es una pregunta física e incluso materialista pero para los primeros presocráticos esta pregunta tenía tanto un carácter físico-material como metafísico. Hoy en día si nos preguntasen por la realidad última que sustenta el universo podríamos dar dos respuestas: la evidente, dentro de nuestra tradición empirista y materialista, sería que esta realidad última son los átomos; sin embargo, es perfectamente factible responder a esta pregunta desde una perspectiva teísta y decir que esta realidad que sustenta y ordena al mundo es dios. Para los milesios no existía esta doble perspectiva sino que ambas se conjugaban sin contradicción. Por ejemplo, cuando Tales de Mileto afirmaba que el arché era el agua se estaba refiriendo tanto a que materialmente el agua era lo que componía todo como a que este agua tenía el ímpetu dinámico que hacía que la realidad estuviese ordenada; por lo tanto podemos decir que para los milesios el arché era tanto un principio material (físico) como un principio organizador (metafísico). Este carácter hilozoista de los primeros filósofos griegos no fue entendido por Aristóteles que los entendió desde una perspectiva meramente materialista acusándolos de simplicidad, sin embargo, el hilozoismo milesio tuvo una influencia decisiva en la filosofía platónica toda vez que la idea panteísta de Platón de un Alma del Mundo que interpenetra al cosmos material dándole un movimiento vivo y ordenado está claramente inspirado por este hilozoismo.
Al tratar de buscar el principio que sustentaba lo real los milesios ya se encontraron con otro problema fundamental de la filosofía occidental: si existe un principio último que sustenta la realidad y en el cosmos se observan continuos cambios ¿qué es lo realmente real lo que está sujeto al cambio o lo inalterable? ¿qué relación existe entre lo que sustenta el cambio (lo Uno) y el cosmos cambiante (lo Múltiple)? Heráclito de Éfeso respondería con su famosa frase “la guerra es la madre de todas las cosas” dando a entender que aunque veamos cosas que permanecen esta sensación de permanencia es una mera apariencia, todo cambia y fluye continuamente, el orden último en el que descansa la realidad no es un principio estático sino algo que se transforma continua e incesantemente, quizás la frase que resume mejor la posición de Heráclito sobre este particular sea su famoso aforismo “Todo fluye”. El arché es para Heráclito metafóricamente el fuego ya que el fuego es una realidad que consume y es consumida en un ciclo incesante; el orden o razón del mundo (denominado logos en griego) era la tensión entre dos opuestos que recorría todo el universo dándole unidad como le da unidad al río el fluir del agua en él. Platón asumirá buena parte de estos principios de Heráclito cuando consideraba que el mundo material era un mundo de flujo incesante sin una unidad o estaticidad intrínseca y propia.
Mientras que la filosofía de Heráclito tenía una visión dinámica de la realidad, contemporáneamente a él surgió en la Magna Grecia (Sicilia y Sur de la Península italiana) el pitagorismo con una visión más estática de la realidad. Para los pitagóricos el flujo continuo del mundo está supeditada a una armonía matemática que sólo los iniciados pueden percibir. Mientras que el mundo cambia continuamente las realidades matemáticas permanecen, el orden que subyace al mundo es un orden geométrico-matemático. Esta fe de los pitagóricos en que un orden matemático sostiene todos los fenómenos del mundo ha sido heredada por la ciencia moderna que intenta explicar los fenómenos del universo a través de leyes matemáticas. Tanto fue la influencia del pitagorismo en Platón que algunos autores han llegado a considerarlo el más sobresaliente pitagórico: el valor de las matemáticas como sostenedoras del cosmos, la creencia en el carácter fundamentalmente estático de la realidad, el elitismo intelectualista o la metempsicosis son ideas pitagóricas que tienen un lugar privilegiado en la filosofía de Platón.
El último presocrático del que vamos a tratar por su fuerte influencia en el pensamiento de Platón es Anaxágoras. El mismo Sócrates, maestro de Platón, afirmó que frente al resto de los filósofos anteriores Anaxágoras propuso una explicación del orden en el mundo original. Aunque los anteriores filósofos proponían que el principio del cosmos era el agua, el aire, el orden matemático etc. ninguno explicaban cómo y porque el universo estaba ordenado como lo vemos, Anaxágoras, sin embargo, propuso por primera vez filosóficamente la hipótesis de que la materia del universo había sido puesta en movimiento por un intelecto (noûs no?w) exterior a la propia materia. Esta teoría de una inteligencia agente puede parecer muy obvia desde nuestra perspectiva judeocristiana pero en la religión griega no existía el concepto de creación tal y como nosotros lo entendemos, para Hesíodo, por ejemplo, el universo se crea gracia a la acción y conflictos entre fuerzas divinas de carácter impersonal (el Caos, la Noche, el Amor…). La inteligencia de Anaxágoras romperá definitivamente con el hilozoismo milesio y será el antecedente del demiurgo platónico y del dios creador de las grandes religiones monoteístas mediterráneas.
A pesar del ensombrecimiento que las filosofías presocráticas han sufrido al ser comparadas con los grandes sistemas filosóficos de Platón y Aristóteles, Platón reconoció su importancia e incluso profundidad cuando en el diálogo “El banquete” denominó la actividad intelectual que desarrollaba él mismo y sus contemporáneos con el nombre de filosofía (etimológicamente “amor a la sabiduría”) y la labor de los filósofos presocráticos como sophia (sabiduría), dando a entender que los autores presocráticos accedieron a un conocimiento sobre la realidad que el transcurrir de los años había borrado y hecho imposible transformando lo que había sido la adquisición de conocimientos en una mera voluntad de alcanzarlos. Teniendo en cuenta esta consideración de Platón quizás comprendamos la importancia que tuvieron los autores presocráticos para la construcción de la mentalidad occidental.
LA ILUSTRACIÓN GRIEGA: LOS SOFISTAS Y SÓCRATES
Tras la victoria sobre los persas en las Guerras Médicas las ciudades griegas, especialmente Atenas, vivieron un importante auge económico y cultural. Este despertar cultural recibe el nombre de Ilustración griega y tiene a los sofistas como representantes destacados. Mientras que los filósofos presocráticos se habían preocupado fundamentalmente de temas físicos y metafísicos los sofistas tratarán de temas políticos y éticos. El gran problema de la sofística fue la relación entre la naturaleza y la convención: ¿las leyes morales y los sistemas políticos son meros acuerdos entre personas o existen principios naturales para distinguir lo justo de lo injusto? Los sofistas en esta polémica se solían decantar por posiciones escépticas y críticas a los valores políticos y religiosos convencionales. Solían ser maestros itinerantes que cobraban por sus enseñanzas, esto último, su crítica a los valores establecidos y su escepticismo les granjeó duras críticas por parte de Sócrates, Platón y Aristóteles aunque hoy se intenta revalorizar su importancia filosófica como autores humanistas defensores de la libertad de pensamiento y, en muchas ocasiones, víctimas de la intolerancia ideológica.
Gorgias de Lentini fue uno de los sofistas más importantes; pretendía poder enseñar el arte de la retórica que haría que el discurso más débil pareciese como el más fuerte. Esta técnica retórica iba encaminada, principalmente, a conseguir transformar la opinión de los oyentes con fines políticos o forenses pero, según el mismo Gorgias, no tenía como fin enseñar la virtud moral o la justicia política ya que estos conceptos no tienen un referente objetivo sino que son fruto de acuerdos convencionales. Protágoras de Abdera, por su parte, sostenía que “el hombre es la medida de todas las cosas” queriendo decir que nada es determinable más que por el sujeto que juzga por lo que no hay un referente privilegiado a la hora de decir si algo es bueno, malo, feo o bello; sobre el asunto de si existían los dioses Protágoras afirmó que era un tema demasiado oscuro sobre el que nada se podía decir con certeza, este agnosticismo le valió su destierro de Atenas.
Aunque Platón respetase intelectualmente a muchos sofistas su origen aristocrático impedía comulgar con su escepticismo radical de tal modo que en muchos aspectos la filosofía política y ética de Platón se construyó como una réplica a los presupuestos básicos de la sofística: Platón consideraría que sí es posible determinar lo que es la virtud y la justicia más allá de las convenciones; teniendo en mente las matemáticas Platón afirmó, en contra de los sofistas, que la verdad no depende del mero juicio subjetivo de cada cual sino que existen modos de acceder a conocimientos válidos y certeros. Sin embargo, Platón coincidiría con los sofistas en su actitud crítica hacia las opiniones heredadas probablemente sin el escepticismo sofistas la crítica de Platón a la política de su época no hubiese sido tan radical.
Frente a los sofistas se posicionó Sócrates de Atenas, maestro directo de Platón. Aunque algunos autores han querido considerar a Sócrates un representante de la sofística, incluso su contemporáneo Aristófanes lo consideró como tal, lo que conocemos de su enseñanza le separa en gran manera de este movimiento. En primer lugar Sócrates no cobraba por sus enseñanzas sino que las impartía en lugares públicos exhortando a sus conciudadanos a llevar una vida virtuosa. En segundo lugar nunca fue un maestro itinerante sino que vivió toda su vida en Atenas, excepto los años de servicio militar. Según testimonia Platón y Jenofonte se sintió atraído por las indagaciones físicas de algunos presocráticos en su juventud pero muy pronto abandonó estas investigaciones y se dedicó a reflexionar sobre temas éticos como qué es la virtud. El mismo Sócrates cuenta que su amigo Querefonte preguntó al oráculo de Delfos si Sócrates era el más sabio a lo que el oráculo contestó afirmativamente; no teniéndose por sabio Sócrates se consagró a desentrañar el enigma del oráculo para ver si efectivamente el resto de los atenienses eran menos sabios que él y descubrió que mientras que él sabía que no sabía nada (“sólo sé que no se nada”) los atenienses con quien hablaba – poetas, políticos, artesanos… – creían que sabían cosas como que es la virtud o la justicia pero sin saberlo en absoluto. Así llegó Sócrates a comprender que la labor que le había encomendado el dios del oráculo, Apolo, era mostrar a los ciudadanos su ignorancia como un tábano que con su aguijón excita a quien pica; lógicamente esta actitud le valió numerosas enemistades. El escepticismo de Sócrates no es equivalente al escepticismo de los sofistas ya que Sócrates incluso consideraba que las afirmaciones sofísticas sobre retórica, ética, política o sus debates en torno a lo natural y convencional se fundaban en una profunda ignorancia acerca de lo que se hablaba ¿cómo podía nadie enseñar a dirigir a las masas como pretendían los sofistas, se preguntaba Sócrates, si no se sabía hacia donde debían ser dirigidas?
El “servicio al dios” que le llevó a hacerse conocido en Atenas también le llevó a vivir en una situación de precariedad económica, Sócrates era conocido por sus ropajes desastrados, y a granjeándose cada vez mayor número de enemistades que finalmente le acusaron de “corromper a la juventud e introducir nuevos dioses en la ciudad”. Aunque Sócrates criticó los dos regímenes políticos que conoció en su ciudad de Atenas: la tiranía y la democracia, fue cuando estaba instaurada la democracia cuando fue acusado y llevado ante el tribunal que le condenó a muerte. Ni durante el juicio ni mientras esperó el cumplimiento de su condena a muerte en prisión (de donde podría haber escapado) se mostró arrepentido de su labor filosófica que reivindicó hasta sus últimos instantes de vida.
Poco se sabe de la filosofía positiva de Sócrates ya que no escribió nada, sólo tenemos el testimonio de Platón, Aristófanes, Jenofonte y, más indirectamente, Aristóteles. Utilizaba un método llamado mayéutica mediante el cual, a través de preguntas cortas conducía a su interlocutor a algún tipo de aporía o callejón sin salida que le hacía autocontradecirse. Es interesante que Sócrates consideró su labor filosófica como una labor encargada por Apolo y que también afirmaba que la voz de un demon le hablaba y le recriminaba cuando se disponía a hacer algo vergonzoso; estos aspectos no estrictamente racionales de la filosofía socrática han sido desdeñados con frecuencia presentando a Sócrates como un ejemplo de filósofo racionalista que no fue.
La influencia de Sócrates sobre Platón fue enorme: por un lado la preocupación socrática por llevar una vida privada y pública virtuosa será heredada por Platón íntegramente; en segundo lugar, Platón se mostraría un filósofo extremadamente crítico con lo establecido políticamente como su maestro; también heredó de Sócrates un afán pedagógico, la tarea del filósofo no debe ser, para Sócrates ni Platón, abstrusos discursos sobre el cosmos sino fundamentalmente hacer hombres mejores a través del ejercicio de la virtud moral. Por último, más que ideológicamente Sócrates influyó en Platón vitalmente, su injusta muerte y su valentía ante el tribunal y sus acusadores impresionaron profundamente a un Platón que contaba en ese momento con veinticinco o veintiséis años; el drama de la muerte de Sócrates y el triunfo moral del maestro sobre sus acusadores determinaron definitivamente la vocación filosófica de Platón y su desprecio a la política de su tiempo.
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