Cosmogonía en el Timeo de Platón
0El Timeo pertenece a los diálogos de vejez de Platón, datado entre el 360 y 350 a.n.e. es uno de los últimos escritos del autor, cercano en el tiempo al Filebo y anterior a La Leyes. Es de sus obras más influyentes en la Antigüedad y la Edad Media, la teoría cosmogónica que expone sirvió de inspiración a filósofos tanto neoplatónicos como cristianos posteriores.
Los personajes del diálogo son Sócrates, Timeo, Critias y Hermócrates. El personaje más importante y que da nombre a la obra resulta ser natural de Locros vinculado a la vida política y filosófica de la ciudad. Muchos comentarista han querido ver en la procedencia de Timeo una velada declaración de su afiliación pitagórica, el diálogo parece sustentar esta sospecha ya que las referencias a la ordenación matemática del cosmos son constantes.
Se inicia el diálogo con la intervención de Sócrates recordando una charla anterior; el tema de esa charla es bastante similar al de La República, no obstante los contertulios no son los mismos en aquel diálogo. Tras esa primera charla ahora toca a los otros participantes hacer sus exposiciones. Critias se compromete de hablar de una historia antigua sobre cómo los atenienses vencieron a una potencia invasora, los atlantes, nueve mil años antes; la intervención de este participante se recogerá en un diálogo posterior, más breve e inacabado, titulado precisamente “Critias”. Timeo, por su parte comienza a exponer cómo está configurado y cómo fue diseñado el cosmos. En primer lugar, se aclara rotundamente que todo lo que se diga sobre la Naturaleza no será una verdadera ciencia ya que estará tratando de un ámbito material, en flujo e inestable. Solo hay verdadero conocimiento sobre los entes inteligibles que no tienen su esencia en otros sino en sí mismos, es decir, las Formas y en menor medida los conceptos matemáticos. La ciencia sobre el cosmos es por tanto, una opinión probable, un acercamiento racional a una realidad que no se deja definir unilateral ni definitivamente por nuestra inteligencia. Desde este supuesto comienza su exposición Timeo, pero debemos tener en cuenta que esta introducción a su discurso ha llevado a sus comentadores posteriores a preguntarse si debemos considerar toda la intervención de Timeo en su literalidad o como un “relato” o “mito” que ilustra un conocimiento opinable que no puede expresarse de otro modo más que con metáforas.
Sea como sea, ya en las primeras líneas de su intervención Timeo resuelve que el cosmos no puede ser eterno sino que se ha generado en el tiempo ya que todo lo que está sujeto a cambio debe tener un inicio de ese proceso de cambio, luego el cosmos se generó en el tiempo. Como todo lo que tiene un inicio debe tener una causa que lo inicie, Timeo concluye que el universo tiene una causa. El nombre que le daremos a esta primera causa es Dios o Demiurgo, el principio ordenador del universo. Este principio es bueno en sí, luego quiere construir un cosmos lo mejor posible, por tanto, para ello necesitará partir de un modelo perfecto que intentará plasmar en su obra. Esto modelo no es otro que el mundo de las Formas perfectas que Platón ha definido en obras anteriores. Finalmente, aunque exista orden en el cosmos también debemos aceptar que existe desorden pues, en definitiva, tiene naturaleza material; esta faceta imperfecta no puede provenir ni del modelo perfecto ni del propio Dios sino de la realidad sobre la que el Demiurgo ha constituido el universo; esta realidad es la materia bruta que existía previa al propio cosmos como un caos sin forma y con movimiento desordenado. En definitiva, el cosmos parte de tres principios: el Demiurgo (la causa), el modelo ideal (lo determinado) y el espacio-materia (lo indeterminado).
Nos percatamos en este punto que entre las tres citadas realidades primarias que constituyeron el cosmos en su origen existe una señalada distancia ontológica. La materia prima o “recipiente” que acoge el modelo tiene una posición ontológica degradada, es el origen del caos y del desorden. Por contra, tanto el modelo que representa la perfección ideal, como el Demiurgo que es guiado por la bondad y sabiduría en su obra, poseen un valor ontológico positivo. ¿Qué relación existe entre el modelo y el Demiurgo? En la literalidad del Timeo ambos aparecen separados pero comentaristas posteriores como Filón de Alejandría o Agustín de Hipona, asumieron que el modelo del cosmos está en la mente del Demiurgo. Desde esta perspectiva no se diferenciaría tan tajantemente al Demiurgo del modelo que toma para crear al mundo sino que este dependería de aquel; sí quedarían contrapuestos a la materia caótica como sustrato de toda negatividad.
Demiurgo significa literalmente “artesano”, y, realmente, esto es lo que es el Dios del Timeo. No crea la materia-espacio sino que le da forma como un alfarero a su vasija. Por tanto, el Demiurgo platónico, a diferencia del Dios de los monoteísmos mediterráneos, no es un dios todopoderoso al crear el universo sino que está limitado por las propiedades de esa realidad caótica preexistente que tendrá que moldear en el proceso de creación. Queda de este modo solventado el problema del mal, ¿si el Dios creador es bueno por qué permite el mal en el mundo? El Timeo responderá que el mal no depende de Dios sino de la materia caótica e imperfecta de la que está formado el cosmos.
La materia prima con la que se ha formado en cosmos es preexistente a él, por tanto existía más allá del tiempo mismo. Funciona a modo de Receptáculo del modelo ideal o si se prefiere es la cera informe e indiferenciada sobre la que se imprimirá un grabado. Dentro de la perspectiva patriarcal, lógicamente, esta materia primera se asocia a lo femenino, a la Madre del Universo. Este principio material no es totalmente pasivo sino que posee un movimiento propio, lo que ocurre es que sus alteraciones son caóticas pero en ese caos se pueden observar trazas de los cuatro elementos aunque no como tales sino como humedad, calor, solidez… es decir como cualidades que emergen discontinuamente del caos material.
Tomando esta materia prima y teniendo en cuenta el modelo ideal, el Demiurgo construye el cosmos dotando de movimiento ordenado a aquello que carecía de él. La Tierra queda situada en el centro rodeada de ocho esferas, siendo la última la de las estrellas fijas. Como el Demiurgo quiere la máxima perfección para su creación, le otorga un alma y convierte al universo en un gran ser vivo. El Alma del Mundo se extiende por toda la creación y acompaña a cada rincón de materia, este alma hace al Universo viviente y sintiente aunque carece de órganos perceptivos externos o de boca ya que al ser todo no hay nada fuera de Él. Se concluye que el Cosmos es un ser divino, el segundo en importancia y perfección en relación al Demiurgo. Con esto Timeo no defiende en panteísmo ya que no es el Demiurgo el que se materializa en el Cosmos sino una divinidad inferior, en cualquier caso es inspirador la idea de este Universo divino y vivo que nos describe el diálogo platónico. En contra de Demócrito, Timeo defenderá que solo hay un Universo y no infinitos ya que la idea que abarca el Universo vivo es una, si hubiese dos Universos habría una idea más general que abarcase a los dos y por tanto, los convertiría en uno.
Fiel a la religión tradicional Timeo considerará a los planetas, Luna y Sol, incluidos, como dioses. Es decir tienen alma y por tanto vida como el Universo como totalidad. La Tierra en la que nos asentamos también es una divinidad viva, curiosa perspectiva coincidente con muchas otras intuiciones naturalistas y con la actual hipótesis Gaia:
“Construyó la tierra para que sea nodriza nuestra y, por medio de su rotación alrededor del eje que se extiende a través del universo, guardiana y artesana de la noche y del día, la primera y más anciana de las divinidades que hay en el universo”
Timeo, 40bc, de la traducción de Francisco Lisi para la editorial Gredos
Timeo describe el movimiento ordenado de los planetas-dioses en torno a la Tierra, esa perfección y la repetición de los movimientos muestran que no son seres inertes sino que se rigen por un alma y, por tanto, son divinos. Ahora bien, como seres generados el Cosmos y los cuerpos celestes son divinidades condenadas a desaparecer, ya que ese es el destino de todo lo engendrado; sin embargo continuarán existiendo para siempre merced la intervención directa del Demiurgo que quiere que su obra perfecta dure eternamente. Nominalmente se admiten que existen los dioses de la religión oficial pero no se explica su origen sino que se asume como válida la versión que dan los poetas.
Para explica la diferencia entre los cuatros elementos, Timeo recurre a la geometría, existen cinco sólidos perfectos: tetraedro, cubo, octaedro, icosaedro y dodecaedro. El Demiurgo construyó el Universo teniendo en cuenta un plan matemático, y aunque es solo una probabilidad verosímil, es congruente que usase estos poliedros para constituir la materia: el carácter punzante y ligero del fuego corresponde al tetraedro; la solidez de la tierra a al cubo; la fluidez no agresiva del agua al octaedro; y por último la volatilidad del aire correspondería al icosaedro. El dodecaedro representaría la forma del Cosmos mismo por su semejanza con una esfera perfecta. Los elementos se pueden transmutar entre sí ya que las diferentes partículas sometidas a determinados ambientes violentos pueden disolverse y transformarse en otras. Todo los cuerpos están formados por estos cuatro elementos, combinados o sometidos a determinados procesos que les dotan de apariencias diferentes; por ejemplo, el oro es un agua fusible y densa que ha nacido de las partículas más tenues y homogéneas y que una vez ha sido filtrada por la piedra solidifica en una sustancia amarillo brillante.
Otro tema del que trata esta obra es de la creación del hombre. El alma racional, la parte más pura e inmortal es obra del Demiurgo que la modeló a la misma manera que el Alma del Mundo pero con un grado menor de perfección. Los dioses planetarios se encargarán de formar para el hombre el cuerpo y las dos otras almas, la irascible y la apetitiva, que no poseen el carácter divino de la primera. Los animales surgieron como reencarnación de hombres que habían tenido una vida imperfecta.
Para terminar comparto con el lector un fragmento del final de este diálogo, en el que Timeo mientras trata la fisiología humana, realiza la conocida comparación del hombre con una “planta celeste”:
“Debemos pensar que dios otorgó a cada uno la especie más importante en nosotros como algo divino, y sostenemos con absoluta corrección que aquello de lo que decimos que habita en la cúspide de nuestro cuerpo nos eleva hacia la familia celeste desde la tierra, como si fuéramos una planta no terrestre, sino celeste. Pues de allí, de donde nació la primera generación del alma, lo divino cuelga nuestra cabeza y raíz y pone todo nuestro cuerpo en posición erecta”
Timeo, 90 ab trad. cit.