Del camino del creador
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¡Líbrate también de tus mismos impulsos de amor! Con excesiva rapidez tiende la mano el solitario a aquel con quien se encuentra. Y existen muchos hombres a quienes no deberías dar la mano, sino la pata; y bueno sería que tu pata tuviera garras.
Pero el peor de los enemigos con quien puedes topar eres tú mismo: a ti mismo te acechas tú, en las cavernas y en los bosques.
¡Oh, solitario, tú recorres el camino que conduce hacia ti mismo! Y ese camino pasa junto a ti mismo y tus siete demonios.
Para ti mismo llegarás a ser un hereje, y una bruja, y un hechicero, y un loco, y un incrédulo, y un impío, y un malvado.
Tienes que querer consumirte en tus propias llamas. Sin antes haberte reducido a cenizas, ¿cómo renovarías tu ser?
¡Solitario, tú sigues el camino del creador! ¡Con tus siete demonios quieres crearte un dios!
¡Solitario, tú sigues el camino del amante! Te amas a ti mismo, y por ello te desprecias, como sólo los amantes saben despreciar.
El enamorado quiere crear, porque desprecia. ¡Qué sabe del amor quien no tuvo que despreciar precisamente lo que amaba!
¡Vuelve a tu soledad con tu amor y tu creación, hermano mío, que luego te seguirá, renqueando, la justicia!
¡Vuélvete a tu soledad, hermano mío, y llévate tus lágrimas! Yo amo a quien quiere crear algo superior a él, y por ello perece.
F. Nietzsche; Así habló Zaratustra; fragmento de «Del camino del creador», trad. Juan Carlos García-Borrón