Descartes: duda metódica y cogito
1El filósofo francés se propone con su método hallar una verdad esencial sobre la que construir el edificio de la filosofía, que tendrá una base sólida y evidente. Descartes propone como primera condición de su método no aceptar nada que sea dudable, no le basta con la certeza o con una validez relativa: todo lo que sea cuestionable, aunque sea por las razones más peregrinas, no será considerado verdadero.
Por esta razón diremos que la aplicación del método cartesiano empieza con la duda metódica. En otras palabras, iremos analizando todos los conocimientos que tengamos en nuestra mente y lo someteremos al juicio de la duda, si ese conocimiento es dudable, no será el conocimiento autoevidente y claro que buscamos para fundar la filosofía.
En primer lugar, Descartes desdeña todos los conocimientos que hemos recibido de otras personas o libros. El principio de autoridad, tan caro a la filosofía medieval, queda abandonado desde el primer instante.
Después analiza los datos de los sentidos y se pregunta si ellos serán los elementos fundamentales del conocimiento. Descubre que no porque los sentidos nos engañan con facilidad: vemos u oímos cosas que no son tal como los sentidos nos las han mostrado.
Sin embargo, podemos pensar que hay cosas en los sentidos dudables y otras no. Que la mesa sea de tal color o forma es dudable ya que los sentidos yerran con frecuencia, pero es difícil dudar que estoy aquí escribiendo en un examen y que lo que me rodea es ciertamente real. Aunque las cosas sean así en apariencia, Descartes demuestra que no lo son con su hipótesis del sueño: en muchas ocasiones he pensado que estaba en otro sitio y creía que todo lo que soñaba era real… ¿y si ahora no estuviera más que en otro sueño del que aún no he despertado? Por tanto, los datos de los sentidos, en su totalidad, son dudables, así que no nos sirven como base para nuestro método.
Por último, Descartes considera la verdad de las matemáticas y dice que aunque estemos en un sueño dos más tres siempre serán cinco y que no se da ningún sueño en donde percibamos, por ejemplo, un círculo con esquinas. Son conceptos que repugnan a nuestra mente porque son autocontradictorios. No obstante, tampoco serán las matemáticas el conocimiento indubitable que busca el francés, ya que para destruir la validez de las matemáticas plantea la hipótesis del genio maligno, con la que se pregunta: ¿y si existiera un ser tan poderoso que pudiera engañarme incluso sobre la verdad de las matemáticas? Un ser que se afanase y disfrutase confundiéndome podría hacerme creer que dos más tres son cinco cuando, en realidad, son otra cifra diferente. Aunque el filósofo admite que la hipótesis es descabellada la considera imaginable y como se propuso buscar una verdad absolutamente indudable, debe desdeñar las matemáticas como conocimiento seguro.
¿Qué queda pues? Puede parecer que no queda nada, pero si nos detenemos descubriremos que mientras dudamos pensamos y que aunque estemos en un sueño o nos engañe un genio maligno, los que soñamos y somos engañados tenemos que ser para soñar o ser engañados. En definitiva, si dudo de que existo, pienso, y en el acto de pensar esta contenida, de suya, mi propia existencia.
“Pienso, luego existo” (cogito ergo sum) es el primer principio que buscaba Descartes y del que no se puede dudar. Sobre la certeza del yo fundará Descartes su sistema filosófico y, al mismo tiempo, la filosofía moderna que tendrá como motivos centrales la subjetividad y el conocimiento.
Este trabajo pertenece a «Apuntes para superar el examen PAEG en Castilla – La Mancha».
BUENISIMO Y CLARO TRABAJO MIL GRACIAS