El arte como imitación en la Poética de Aristóteles. Tradición y originalidad
0“Parece que, en general, fueron dos las causas que originaron la poesía, y ambas naturales. En efecto, el imitar es algo connatural a los hombres desde niños, y en esto se diferencian de los demás animales, en que el hombre es muy proclive a la imitación y adquiere sus primeros conocimientos por imitación; y también les es connatural el complacer a todos con sus imitaciones. Y prueba de ello es lo que ocurre en las obras de arte: pues las cosas que vemos en la realidad con desagrado, nos agrada ver sus imágenes logradas de la forma más fiel, así por ejemplo ocurre con las formas más repugnantes de animales o cadáveres. Y una causa de esto es también el hecho de que aprender es algo muy agradable no sólo para los filósofos, sino también para el resto de personas por igual, si bien participan de ello en una pequeña medida. Y es que por eso les agrada ver las imágenes, porque al mismo tiempo que las contemplan aprenden y van deduciendo que es cada cosa.”
Aristóteles; Poética; 1448b, en la traducción de Alicia Villar Lecumberri para la editorial Alianza
Este fragmento de la Poética que traigo hoy a colación muestra la visión que Aristóteles tenía de la poesía y el arte en general. La actividad artística enraíza en dos rasgos constitutivos de nuestra naturaleza humana: el deseo de imitar y el de aprender. Con esta perspectiva del arte se entiende que el filósofo griego defienda un arte imitativo y didáctico-inteligible.
Si observamos el desarrollo del arte hasta la actualidad, el análisis de Aristóteles tiene un valor objetivo: la mayor parte del arte que observamos en nuestro día a día es imitación. Desde la película o la letra de la canción, pasando por el graffiti figurativo o el cómic, todos estos tipos de arte pretenden imitar y plasmar una realidad determinada y comúnmente conocida; de este afán “mimético” escapan pocas obras artísticas, el arte abstracto es un ejemplo minoritario de este arte no imitativo.
Sin embargo, debemos aceptar que la imitación no es suficiente para que una obra adquiera valor. El aburrimiento que nos produce algo imitado muchas veces muestra que aunque el ser humano es un animal imitativo también es un ser al que le gusta romper, enriquecer y transformar lo dado; en definitiva, nos resulta grato tanto la imitación como la originalidad en una creación. Es la tensión que existe en toda obra de arte entre tradición (imitación) y originalidad*.
Efectivamente, cuando un artista construye un edificio o compone una canción, no tiene más remedio que atenerse a una tradición determinada. Un arquitecto medieval “imitaba” el estilo románico de otras edificaciones, en este sentido se atenía a una tradición. Pero la mera mímesis no es suficiente para que se produzca un goce profundo en el espectador; lo ya visto no genera placer ni aprendizaje, por tanto, una de las peores cosas para una obra de arte es que no diga nada sino que solo imite. Es el defecto de todas las obras de escuela que al intentar imitar el “estilo” del maestro dejan de transformarse en obras de arte para ser meras imitaciones.
Por lo anterior podemos concluir que aunque, como afirma Aristóteles, la imitación, el atenerse a la tradición artística y, en definitiva, la inteligibilidad son elementos vitales en una obra para que se produzca el acto comunicativo que todo arte pretende, no son suficientes, en sí mismos, para explicar el valor de una obra. El valor artístico de una representación viene determinado también por la originalidad que manifiesta. Lo que hizo que Miguel Ángel, Dostoyevski o Mozart hayan pasado a la historia de sus respectivas disciplinas artísticas no fue solo su capacidad de “imitar” o, si se prefiere, de atenerse a la tradición; por supuesto que estos genios debían conocer y ser capaces de vestir los ropajes de la tradición, pero lo que marca la diferencia entre un creador y un mero remedador de escuela es la capacidad de ir más allá de esa mera imitación.
En definitiva, el hombre, realmente, es como dice Aristóteles un animal que imita, pero también un animal en el que vive la voluntad de ir más allá de lo imitado. Creación e imitación son facetas íntimamente imbricadas en nuestra naturaleza, esta tensión de nuestro ser se muestra no solo en el arte, la ciencia o la filosofía sino en casi cualquier manifestación humana; por ejemplo, los niños humanos no solo se complacen en imitar los juegos de otros niños, también inventan nuevos juegos y recrean las normas antiguas.
(* véase Marvin Harris; Introducción a la antropología general; capítulo 24 «El animal artístico»)
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PDF de la Poética de Aristóteles en la traducción de Valentín García Yedra.
imagen en extraída de: http://acroloxia.blogspot.com.es/2009/12/aristoteles-versus-oscar-wilde.html