El confucianismo en las Analectas y El libro de Mencio
2Se entiende por confucionismo al movimiento filosófico iniciado por Confucio (551 – 479 a.n.e.) y sus discípulos. Las obras más importantes del confucionismos son las Analectas que pretende recoger el pensamiento del propio Confucio y El libro de Mencio. Las Analectas ha sido un libro enormemente influyente en la cultura china, para superar los exámenes de funcionario imperial era imprescindible conocerlo; aún así la obra no pertenece al mismo Confucio sino que parece ser una recopilación de dichos, parábolas y recuerdos del maestro que recopilaron sus discípulos directos. El libro de Mencio fue redactado por el segundo filósofo confucionista en importancia: Mencio (370- 289 a.n.e.). Esta obra aún cuando no se le concede la misma trascendencia que a las Analectas es también clave para entender el desarrollo posterior del confucionismo.
Confucio vivió al final del periodo “Primaveras y Otoño” y Mencio en pleno periodo de “Los Reinos Combatientes”. Estas épocas estuvieron marcada por luchas civiles casi continuas y por la pérdida de estatus de pequeños nobles que dejaron de tener posición cuando progresivamente los estados fueron centralizándose. Como veremos, el confucionismo reacciona a esta situación de caos defendiendo una paz y un orden social que deberían ser garantizado por un monarca benevolente.
La naturaleza humana:
El ser humano posee ciertas emociones sociales naturales. La primera es la compasión hacia el sufrimiento de otras personas: cualquier hombre que oye a un niño que ha caído en un pozo siente que se le sobrecoge el corazón y no es por ganarse la aprobación de nadie sino por manifestación espontánea de su naturaleza (Libro de Mencio, II A 6). Igualmente natural es la vergüenza, inclinación que hace que busquemos aquello que nuestro entorno social considera honorable y rehuyamos lo que se desprecia. Otro sentimiento innato es la gratitud hacia quienes nos benefician y, por último, la capacidad de aprobar o desaprobar, es decir, la competencia de juzgar una acción u objeto como bueno/malo, verdadero/falso, bello/feo, etc. El sentimiento de compasión es la base del amor al prójimo; la vergüenza es lo que nos impulsa a actuar con rectitud ante los otros y ante nosotros mismos; y, finalmente, el discernimiento es lo que permite desarrollar la sabiduría.
Aunque la naturaleza humana tiene esas disposiciones en sí misma tales inclinaciones no son nada sino son dirigidas con la educación, el estudio y la ley. Sin adoctrinamiento la naturaleza humana no despliega su potencial y se apega a la simplicidad animal que no tiene que ser censurable en sí misma pero sí es más imperfecta. Por ejemplo, a un nivel instintivo podemos discriminar entre una comida agradable y otra que no lo es; poco a poco esa capacidad discernitiva se extiende hacia las personas a las que distinguimos entre buenas, malas e intermedias. Cuando esas distinciones se basan en lo natural y espontáneo no se reflexionan sobre ellas ni se establecen conclusiones pero cuando se fortalecen gracias a la educación de nuestras facultades y la disciplina adquirimos la sabiduría que es la capacidad máxima de discernir lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, etc.
Mencio dijo: “Los árboles del monte Niu eran bellos, pero por estar situados en los bordes de un gran estado, fueron atacados con hachas y ya no pudieron conservar su belleza. Con el reposo del día y la noche y la nutrición de lluvias y rocíos, renacieron brotes y tallos, pero vacas y cabras vinieron entonces y pastaron en el monte hasta dejarlo pelado. Cuando las gentes ven ahora el monte desnudo, creen que en él nunca hubo árboles, pero no es éste el estado natural del monte.
“De la misma manera, con referencia al hombre, no puede decirse que en su corazón no existan la benevolencia y la rectitud. El hombre pierde su bondad de corazón del mismo modo que se abate a los árboles con hachas; si uno y otro día se la hiere, ¿cómo podrá conservar su belleza? El corazón se recupera a lo largo de los días y las noches y, aunque en el pacífico aire de la aurora ama o rechaza hasta un cierto punto lo que es propio de los hombres, las influencias del día le ponen grilletes y le ahogan. Si una y otra vez se le ponen grilletes, el aire de la noche no es bastante para preservar la existencia de la bondad y, su esto es así, la naturaleza humana llega a no distinguirse apenas de la de los animales irracionales. Entonces, cuando los hombres ven que esto sucede, piensan que nunca tuvieron otra naturaleza, ¿pero acaso son éstos los sentimientos humanos?”
[El libro de Mencio; lib. VI A párrafo 8]
Nada hay más continuado en los diversos textos confucionistas que la idea de que los hombres se ordenan jerárquicamente. Aunque la naturaleza humana es común existen “hombres superiores” y “hombres vulgares”; esta dicotomía no la establece el nacimiento, es decir, no tiene nada que ver con un “derecho de sangre” sino que depende del nivel de perfección moral a la que cada cual haya llegado.
“El hombre superior piensa en la virtud, el hombre vulgar en la comodidad.”
[Analectas, IV, 11]
Ética:
El objetivo último de las obras confucionistas es la mejora moral y política. La sabiduría que predican no es una sabiduría especulativa que se pierda en disputas metafísicas o teológicas sino que es una sabiduría etico-práctica. El hombre vulgar busca una felicidad inmediata y material en el placer, el poder, el lujo… el hombre que se tenga por superior no debe rechazar los placeres al modo de un anacoreta pero sí postergarlos por actividades que le permitan adquirir una felicidad diferente a la que busca cualquier patán o los animales irracionales.
El ámbito en donde desarrollamos nuestras habilidades éticas es la familia por tanto es el entorno en donde prioritariamente se debe hacer gala de virtud. El confucionista Mencio criticó duramente la teoría del “Amor Universal” de Mozi ya que para él es inconcebible que se pueda amar y respetar a todos los hombres en abstracto si antes no se ama a los propios padres, hijos y esposas. Respetar la autoridad de los padres y ejercer la autoridad benevolentemente sobre los hijos para mejorarlos moralmente serían las virtudes fundamentales sobre las que sería posible construir las demás.
El trato con los amigos, el reconocimiento en el seno de la familia y la sociedad o la satisfacción de hacer el bien son ejemplos de alegrías o modos de felicidad superiores a la mera satisfacción de impulsos primarios. Ciertamente, las virtudes socio-cívicas son las que fundamentalmente debe desarrollar el hombre sabio. De estas virtudes una esencial es la benevolencia o amor a los demás que debemos ejercerlos sin mezquindad con la certeza de que el bien que le hagamos a otros nos beneficiará y perfeccionará interiormente. Aunque debemos una mayor atención a nuestros familiares que a nuestros vecinos y mayor a estos últimos que a los forasteros, los actos benevolentes no pueden circunscribirse al “pequeño círculo”. No es que seamos benevolente para que “nos devuelvan un favor” o para ganar puntos ante los demás sino que el acto benevolente es, en última instancia, benevolencia hacia nosotros mismos.
“Zigong preguntó: “¿hay alguna frase que pueda servirme hasta el fin de la vida?”. Confucio dijo: “El perdón de los demás. Lo que no quieras que te hagan a ti no se lo hagas tú a los otros.”
[Analectas, XV, 23]
“El hombre que posee las virtudes humanitarias en su más alto grado, al querer afirmarse él mismo, afirma a los demás y, al querer ensancharse él mismo, ensancha a los demás.”
[Analectas, VI, 28]
El hombre aspira encontrar un equilibrio entre la paz de espíritu y la actividad. Si siempre estamos haciendo cosas nos agotamos y sin encontrar reposo nos asemejamos a una rueda que da vueltas sin parar pero sin mover nada; si, por el contrario, permanecemos siempre retirados en el estudio y la meditación nuestra vida se torna huera y solo fértil para nosotros mismos, lo que, finalmente, nos lleva a la insatisfacción. Por ello en confucionismo propone también como una de sus metas alcanzar el justo medio, no solo entre la acción y el retiro sino en todas las demás acciones o actitudes de nuestra vida. Para alcanzar ese equilibrio del justo medio es necesario un continuado esfuerzo y autoanálisis; la búsqueda de la perfección interior no nos lleva a la insolencia sino a comprender el largo camino que nos queda por andar y percibir nuestras fallas morales. Por ello el impulso hacia el mejoramiento moral nos hace humildes ante nosotros mismos e indulgentes ante los errores de los demás. El hombre superior no es un pánfilo, aunque la mayoría de las veces no sea capaz de prever la maldad de otros sí la reconoce cuando la sufre y se precave contra ella; aún así, el resentimiento hacia el que hace daño tampoco debe ser causa que perturbe el ánimo del sabio sino más bien un motivo sobre el que reflexionar para autocorregirse.
“Los benévolos aman a los hombres, los que poseen la corrección los respetan.
Los que aman a los hombres son, a su vez, amados por ellos, los que los respetan, son, a su vez, respetados.
Si aquí hubiera un hombre que se portara conmigo de modo malo e irrazonable, lo que el hombre superior debería hacer sería examinarse y decirse: “No habré sido ni correcto ni benévolo, ¿cómo he podido llegar hasta este extremo?”
Pero si se examina y encuentra que ha sido benévolo y correcto y, aún así, aquel hombre le sigue tratando de modo hostil y desconsiderado, el hombre superior debe volver a examinarse e interrogarse sobre si ha hecho lo más que podría.
Si tras este examen conviene en que ha hecho lo más posible y, aún así, el individuo le sigue tratando mal, el hombre superior se dirá: “Este sujeto es brutal y, si es así, ¿cómo se puede distinguir entre él y los irracionales? ¿Por qué tendría yo que crearme dificultades con un irracional?”
Por esto, el hombre superior tiene una preocupación que le dura la vida entera, pero carece de contratiempo que le dure una sola mañana.”
[El libro de Mencio, IV B 28]
Política:
Para el confucionismo no hay diferencia entre ética y política; el modelo de deber hacia los superiores que existe en el seno de una familia será extrapolado a la organización del estado. Así como el hijo debe obediencia al padre, el hermano menor al mayor, la esposa al marido, etc. del mismo modo la sociedad debe organizarse jerárquicamente y, por tanto, el pueblo está obligado a obedecer a los gobernantes legítimos. Un gobernante tiene, por su parte, el deber recíproco de proteger y engrandecer a su pueblo; la benevolencia hacia los súbditos y la justicia serán los pilares fundamentales sobre los que se asiente el poder del soberano ya que la crueldad y la injusticia hacia los inferiores llevan aparejadas la destrucción del estado y el derrocamiento del monarca. Por tanto, es el soberano el responsable último del bienestar común y del afianzamiento de su potestad ya que su virtud o defecto como gobernante influye en el pueblo perfeccionándolo o incitándolo hacia la rebelión:
“La cualidad del soberano es como la del viento y la del pueblo como la de la hierba: cuando la hierba recibe el golpe del viento se inclina en su dirección”
[Analectas; lib. XII, 19]
Sin duda el confucionismo es un pensamiento conservador ya que defiende el mantenimiento del orden jerárquico y tiene una actitud política claramente paternalista: el pueblo es como un hijo al que el padre (gobierno) debe instruir y cuidar. Un padre disciplina a sus hijos buscando el propio mejoramiento de sus vástagos; es un padre indigno aquel que ordena y castiga para sacar provecho de sus hijos abusando de su poder. De igual manera, si el estado manda, ejecuta órdenes e impone impuestos lo debe hacer guiado por el deseo de mejorar las condiciones de la masa y no buscando la satisfacción egoísta de los que detentan el poder.
“El rey Xuan de Qi preguntó: “¿El parque del rey Wen tenía realmente una superficie de setenta li?” Mencio respondió: “Así es, de acuerdo con la tradición”.
El rey dijo: “¡Tan grande era!”. A lo que Mencio respondió: “El pueblo pensaba que aún era pequeño”. El rey continuó: “Mi parque tiene una superficie de cuarenta li y el pueblo piensa que es demasiado grande. ¿Cómo puede ser esto?” Mencio respondió: “El parque del rey Wen tenía setenta li y en él entraban los cortadores de hierba y leña, los cazadores de faisanes y liebres. EL pueblo lo disfrutaba conél. Si las gentes lo consideraba pequeño, ¿no era con justeza?
Cuando yo llegué a la frontera de este reino, pregunté cuáles eran las más rígidas prohibiciones y, sólo después, me atreví a penetrar en él. Entonces oí que en el interior había un parque de cuarenta li y que el que matara a los antílopes y ciervos del mismo cometía un delito equivalente a matar a un hombre, con lo que este parque de cuarenta li era como una trampa en medio del reino. Si el pueblo lo considera grande, ¿no es con justeza?”
[El libro de Mencio; lib I B párrafo 2]
La filosofía confucionista tiene en alto valor el mantenimiento del orden social en donde las jerarquías deben quedar rígida y claramente definidas. Desde los tiempos antiguos hasta los actuales tal orden jerárquico y la benevolencia de los príncipes se han debilitado, por eso tanto el estudioso como el gobernante deben conocer los ejemplos de la antigüedad cuando en el mundo reinaba una mejor armonía. Es significativa la relevancia que el confucionismo le da a la preservación de los ritos tradicionales: culto a los antepasados, rituales de enterramiento y luto, normas de decoro, etc. Para este movimiento filosófico el mantenimiento de los ritos garantiza el orden social que ya en ellos cada uno ocupa su puesto y asume una conducta reglada. Por tanto, el abandono de los rituales tradicionales es un síntoma de decadencia que las fuerzas directoras de la sociedad deben evitar.
Un rasgo interesante el la filosofía política confucionista es su pacifismo. Habiendo surgido esta escuela filosófico en un momento turbulento de guerras continuadas es comprensible su censura sobre la actividad bélica. La guerra desangra al estado, el príncipe magnánimo no tiene enemigos porque el pueblo y sus aliados le aman existiendo una confianza mutua. Aunque en ocasiones es necesario precaverse y poder defender el territorio frente a ataque foráneos, la verdadera fortaleza del príncipe no está en su ejercito sino en su bondad.
“Mencio dijo: “Hay hombres que dicen: “Soy magnífico en la disposición de las tropas, soy excelente en la batalla”. Estos son grandes criminales.
Un soberano que ama la benevolencia no tiene enemigos bajo el cielo.”
[El libro de Mencio; lib. VII B párrafo 4]
Metafísicay religión:
La metafísica y las cuestiones teológicas apenas ocupan lugar en el confucionismo de la primera época. De hecho en las Analectas se afirma que Confucio no hablaba de hechos extraordinarios o espíritus. A pesar de ello la lectura de Mencio y Confucio deja traslucir una metafísica subyacente a la trama de su filosofía. Por un lado no hay rastro en su pensamiento de monoteísmo, se cree más bien el “el curso del Cielo” que puede entenderse literalmente como orden cósmico-natural o como destino. Este orden establece los ciclos de la luna y las estaciones así como el orden jerárquico de la sociedad o las cualidades personales.
Aunque no hay una crítica frontal a la adivinación, práctica muy usual en la China de esa época, el hecho de que apenas aparezca en los textos y que jamás se recomiende su uso hacen suponer cierto escepticismo sobre las prácticas mánticas o “sobrenaturales”. En cualquier caso, la religiosidad confucionista es ritualista más que dogmática, el culto a los antepasados sí parece tener mayor importancia pero no tanto por que se crea en la existencia real y efectiva de los espíritus de los antepasados como que se utiliza como una formalidad ritual que sirve para cohesionar la familia, el pueblo o el país.
[…] “El objetivo último de las obras confucionistas es la mejora moral y política. La sabiduría que predican no es una sabiduría especulativa que se pierda en disputas metafísicas o teológicas, sino que es una sabiduría ético-práctica. El hombre vulgar busca una felicidad inmediata y material en el placer, el poder, el lujo… el hombre que se tenga por superior no debe rechazar los placeres al modo de un anacoreta, pero sí postergarlos por actividades que le permitan adquirir una felicidad diferente a la que busca cualquier patán o los animales irracionales”. (https://www.lasangredelleonverde.com/el-confucianismo-en-las-analectas-y-el-libro-de-mencio/). […]
[…] que Zi Gong era un discípulo de Confucio, quizás se nos pase por alto la crítica taoísta al sistema moral confucionista que subyace a este texto. Efectivamente, para el confucionismo el hombre superior debe esforzarse […]