El deseo como esencia del hombre. Introducción a la teoría de las pasiones de Spinoza
4En la tercera parte de su “Ética” el filósofo neerlandés Baruch Spinoza desarrolla su conocida teoría de las pasiones. En la sexta proposición de esta parte concluye que toda cosa se esfuerza, en la medida de sus posibilidades, en perseverar en su ser. Es decir, todo ser, desde una piedra hasta el hombre, existe durante algún tiempo como algo que es; ¿por qué las cosas siguen siendo durante ese espacio de tiempo y no desaparecen en la nada? Gracias a ese “conatus” que las afianza en su ser, si no existiese esa potencia de permanencia en el ser las cosas dejaría de ser lo que son y no sería posible el mundo real tal y como lo conocemos. De hecho, la esencia de las cosas es ese esfuerzo pues sin esa fuerza no serían; realmente, cuando algo deja de perseverar en su ser deja de existir y desaparece, luego el “conatus” es la esencia de las cosas.
El alma de los hombres tiene esta misma esencia que podemos denominar, según la analicemos desde una perspectiva u otra: voluntad, apetito o deseo (proposición novena de la parte citada). Efectivamente, si el hombre es un ser existente y es consciente de su existencia es en tanto ser que desea; el deseo nos mueve a permanecer y acrecentar lo que somos. En el mundo natural lo vemos fácilmente cuando observamos a los animales y plantas que son inducidos al movimiento y desarrollo por el deseo de existir, también llamado “instinto de supervivencia”. Si un animal careciera de este instinto moriría pues no apetecería el alimento ni el aire para respirar; ese impulso es lo que guía sus comportamientos a lo largo de toda su vida. ¿No ocurre lo mismo en el hombre? Para Spinoza es claro de sí y coherentemente con su teoría afirma que el apetito es la misma esencia del hombre. Esta propuesta antropológica aún cuando parta de una premisa tan evidente y observable, fue auténticamente revolucionaria en una época (siglo XVII) que se ufanaba de hablar de la esencia del ser humano con grandilocuentes palabras y sin razón.
Siendo el deseo la esencia y motor del hombre, nuestros actos van encaminados a la satisfacción del deseo, entendiendo esta satisfacción como búsqueda de una mayor perfección que nos permita perseverar en lo que somos y aumentar nuestro ser. Cuando un hombre pasa a un estado de mayor perfección siente alegría y cuando su perfección disminuye tristeza. La tristeza y la alegría serán las pasiones primarias de las que surgirán todas las demás. La imaginación del hombre es fértil y rica en imágenes diversas; de esta imaginación surgen todas las pasiones como la soberbia, la compasión, la lujuria… Si observamos estas pasiones, veremos que pueden ser reducidas a las pasiones simples de alegría y tristeza. La lujuria, por ejemplo, es una pasión que nos afecta cuando imaginamos que la satisfacción de nuestros apetitos sexuales incrementarán nuestro ser o, lo que es lo mismo, nos hará más felices. Si estamos afectados de lujuria y no satisfacemos nuestro apetito sentimos tristeza, por contra, cuando el lujurioso sacia su deseo se siente alegre y satisfecho pues piensa que de ese modo ha incrementado su ser.
Spinoza define muchas pasiones como el asombro, el desprecio, la vergüenza, el arrepentimiento, etc. (véase especialmente “Definiciones de los afectos” al final de la tercera parte de la obra citada), no obstante el amor y el odio ocupan un lugar privilegiado en su teoría de los afectos, ya que son manifestaciones directas de las pasiones primarias de tristeza y alegría. El amor es la alegría acompañada de una causa exterior; el odio, tristeza acompañada por la idea de una causa externa (véase décimo tercera proposición de la parte citada). Por ejemplo, alguien ama algo y quiere tener presente ese objeto amado que considera que es beneficioso para la conservación y aumento de su ser; una niña ama a la madre o al padre porque ellos le ayudan a crecer y desarrollarse. Igualmente, el amante ama aquello que cree que le hace bien o se lo podría llegar a hacer con el tiempo; en otras palabras ama aquello que aumenta su esencia, es decir, le provee de felicidad. El que odia algo, por contra, se esfuerza en apartarlo de sí pues lo considera dañino a su felicidad, un perjuicio y disminución para su ser.
Bibliografía:
Baruch Spinoza; Ética demostrada según el orden geométrico; traducción de Vidal Peña para Alianza Editorial.
imagen extraída de:
http://teoriadespinoza.wordpress.com/2008/10/07/pasiones/
En el párrafo «Definiciones de los afectos” al final de la tercera parte de la obra citada), no obstante el amor y el odio ocupan un lugar privilegiado en su teoría de los afectos, ya que son manifestaciones directas de las pasiones primarias de odio y alegría» al final debería decir «de tristeza y alegría».
De todos modos quería felicitarte por esta página. Me ha servido mucho en mis incursiones en la filosofía.
Saludos.
Ya he realizado la corrección. Gracias por el apunte. Me alegro que esta página te resulte de utilidad.
saludos
Pero si me detengo y veo con mirada redentora del deseo tal cual lo manifestóa B.Spinoza,el filósofo que exaltó como pocos la conquista de la alegría…diciendo la ..La esencia del ser humano es el deseo.-Deseamos ayudar.-deseamos compartir.-deseamos amar y ser amados.-Sin embargo dado que el tiempo vivido también está hecho de encuentros y desencuentros estos encuentros fallidos pueden amenazar el deseo…por tanto como la esencia del hombre es el deseo y este primariamente…el deseo de conservar la vida y hacer de esa vida una existencia enriquecida por los encuentros con los otros…en mi caso al fin de cuentas es Amar La Vida.-
Claro Spinoza no tuvo en cuenta los placeres que el hombre busca y van en detrimento de su ser . como los vicios por ejemplo