El pensamiento de Heráclito de Éfeso: Logos y contradicción
0“El tiempo es un niño que juega a los dados”
Heráclito (DK 52)
A pesar de que solo conservamos meros fragmentos de su obra, Heráclito es uno de los autores más controvertidos de la historia de la filosofía occidental. Desde la antigua Grecia fue objeto alternativamente de admiración o rechazo radicales, coherentemente a la radicalidad de su propio pensamiento. Fue reivindicado por los estoicos como un antecesor de su doctrina, algunos cristianos vieron en su culto al Logos un preludio de su fe, pero ha sido recientemente en los siglos XIX y XX cuando su pensamiento fue objeto de un debate intenso. Hegel en el primer volumen de sus Lecciones sobre la Historia de la Filosofía dirá que “no hay, en Heráclito, una sola proposición que nosotros no hayamos procurado recoger en nuestra `Lógica´”. Igualmente Nietzsche defenderá su legado desde su propia hermenéutica vitalista. En el siglo pasado filósofos tan imprescindibles como Oswald Spengler y Martin Heidegger escribieron monografías sobre el filósofo efesio. Todos estos esfuerzos intelectuales en torno a un autor del que nos separan dos mil quinientos años muestran la originalidad pero también la rotundidad de las respuestas metafísica con la que Heráclito enriqueció nuestra tradición cultural.
Sin embargo, como pasa con la mayoría de los filósofos presocráticos, se sabe muy poco a ciencia cierta de este autor. Apenas quedan un puñado de fragmentos, algunos de los cuales de un estilo enigmático difícil de interpretar unívocamente. Desde Platón y Aristóteles se ha querido contraponer Heráclito, como filósofo del cambio y la pluralidad, a Parménides, el pensador del Uno y la imposibilidad del movimiento. De aquí que habitualmente asociemos al filósofo de Éfeso a la teoría del cambio continuo. Aún así esta interpretación no es aceptada por todos investigadores, alguno de los cuales consideran que según Heráclito bajo la pluralidad y el conflicto palpita la unidad fundamental del Logos. En conclusión, dada la distancia que nos separa de él, el carácter fragmentario de los textos que conservamos y la oscuridad de su propia expresión, construir una interpretación definitiva de la filosofía heraclítea es prácticamente imposible. Aún así, no es la literalidad de un autor lo que revela su importancia ni originalidad sino precisamente su influjo en los pensadores posteriores; y en este sentido, sin duda Heráclito es, de los filósofos presocráticos, el más influyente en nuestra tradición filosófica.
BIOGRAFÍA
Poco sabemos a ciencia cierta de la vida de Heráclito. Sabemos con seguridad que nació en Éfeso, Asia Menor, en el siglo VI a.n.e. y que ejerció su magisterio en torno al 500. a.n.e. Diogenes Laercio dice que renunció al trono en favor de su hermano pero este dato no es seguro. Se dice que tenía una personalidad altanera y cierta inclinación por la misantropía; esto, ya en la Antigüedad, le valió el epíteto de “el filósofo que llora” a causa de la necedad de los humanos. Escribió una obra prácticamente perdida en la que trataba sobre la naturaleza, la política y la teología. Fue crítico con la enseñanza de los poetas como Homero, Hesíodo, etc. así como con otros filósofos anteriores como Pitágoras a quien acusaba de sustituir la comprensión real por la mera erudición.
Es conocida su curiosa muerte pero indudablemente es una invención muy posterior. Nos cuenta Diógenes Laercio (IX, 3) que con el tiempo Heráclito decidió retirarse al monte y vivir en completa soledad pero al llevar un régimen basado en hierbas que encontraba y verduras contrajo hidropesía. Al consultar con los médicos no supieron entender su mal ya que les preguntó si serían capaces de extraer sequedad de un exceso de agua, así que decidió rodearse de excrementos de bueyes para que su calor secase el exceso de agua de su enfermedad, el método no funcionó y murió enterrado en estiércol. Otros autores dan un giro más a esta invención y dicen que cuando se enterró en excrementos para curar su enfermedad unos perros lo devoraron.
PENSAMIENTO
No queda mucho para reconstruir el pensamiento ético de Heráclito pero sí podemos tener claro que este autor postulaba un marcado elitismo. En varias citas distingue entre “los mejores” frente a la masa ignorante y embrutecida (DK. 29); nos dice en un fragmento que una persona puede valer por diez mil si es el mejor (DK. 33).
Partiendo de este elitismo se entiende la actitud altiva de este sabio frente a la mayoría que se guía por los instintos primarios y es incapaz de implicarse en la búsqueda de la verdad. Irónicamente esta ignorancia tan extendida es fruto del apartamiento de lo común. En otras palabras Heráclito encuentra que la verdad es universal y que por tanto está al alcance de cualquiera, pero la mayoría actúa y piensa como si viviera en una realidad propia que le aparta, precisamente, de esa verdad compartida:
“Es necesario seguir a lo común; pero aunque el Logos es común, la mayoría viven como si tuvieran una inteligencia particular” DK 2
El filósofo de Éfeso se declara autodidacta, en coherencia con la cita anterior, ya que la verdad es lo común a todos podemos descubrirla dentro de nosotros mismos si apartamos esa confusión mental que nos aleja de la perspectiva universal y nos empuja a vivir en nuestro mundo particular. Heráclito declara haberse investigado a sí mismo (DK. 101) en su afán de descubrir el Logos común, declaración que parece hacerse eco de la máxima délfica de “conócete a ti mismo”.
Para un griego de la época el término “logos” tenía muchos significados y es difícil de traducir a las lenguas actuales, usualmente se traduce como “razón” “inteligencia” o “fundamento” pero el sentido de la palabra griega abarca estos tres anteriores y algunos matices más. Desde luego cuando Heráclito habla de “logos” se refiere cada vez a un sentido concretado por el mismo contexto. El “Logos común” del fragmento DK 2, por tanto, hay que entenderlo como el fundamento-verdad universal en el todos nos hayamos inmersos pero que ignoramos por aferrarnos a nuestras perspectivas egocéntricas. Por eso el elitismo de Heráclito reprocha a la muchedumbre su olvido de lo que nos es más común, arrastrados por sus propias particularidades, cegados por sus limitaciones egoístas. La mayoría está como arrapada en un sueño que es propio de cada cual, mientras que los sabios son como personas despiertas que viven en un mundo cierto y común (DK. 89)
En cualquier caso esa realidad universal aunque compartida por todos no es fácil de descubrir, a la Naturaleza le gusta ocultarse (DK. 123). A pesar de la altanería de la que le acusa Diógenes Laercio, Heráclito no pretende ser escuchado por sí mismo sino que se considera un mero transmisor de una verdad que le sobrepasa: ese Logos que manifiesta que todas los cosas son en realidad una (DK. 50). El Logos puede ser también entendido como una ley inmanente al cosmos que guía las cosas a través de todas las cosas (DK. 41). En otras palabras el orden del Logos no se impone como una cadena causal restringida sino que interrelaciona todo con todo y así configura una unidad plural. Podríamos tener en mente el esquema de una mesa de billar, el jugador moviliza a la bola primera con su taco, esta mueve a la bola segunda y esta a la tercera, así sucesivamente hasta poner en movimiento unas cuantas bolas. El Logos no actúa así, no establece una cadena de causa que va de la primera a la última sino que moviliza todas las cosas a la vez en mutua interdependencia; para seguir con el ejemplo de la mesa de billar ,sería como una fuerza capaz de movilizar todas las bolas a la vez para formar una unidad en donde los elementos quedasen en interdependencia mutua. Veremos más adelante que esta interdependencia la concebirá como conflicto o tensión.
Heráclito fue crítico con la religión de su tiempo, muchas personas acuden a los cultos sin saber muy bien lo que allí se está haciendo, quedándose en lo superficial. Por eso dice que lo uno-sabio quiere ser y no ser llamado Zeus (DK. 32). Quiere ser llamado Zeus porque en la mente común, Dios representa la totalidad, la unidad tras la apariencia de los entes; y no quiere ser llamado Dios porque esa unidad que subyace a lo manifestado no es personal ni se identifica con las vicisitudes más o menos especulativas que las diversas religiones endosan a sus respectivos dioses.
Pero la doctrina más conocida de este autor es su afirmación de que toda la realidad es un flujo permanente:
“En algún lugar dice Heráclito que todo se mueve y nada permanece, y, comparando las cosas con la corriente de un río, dice que en el mismo río no nos bañamos dos veces”Platón, Crát. 402b.
Para este autor presocrático, consideramos la realidad estática por un fallo en nuestra apreciación, incluso los sentidos nos muestran que la estabilidad del mundo es una ficción. Llegará a decir que la guerra es el padre de todas las cosas (DK. 53). Identificará al fuego como el elemento básico del que está constituida la realidad no porque crea que el fuego puede licuarse para dar agua o condensarse para formar la tierra y el resto de elementos sino porque verá en el elemento ígneo la mejor metáfora para explicar la esencia de lo real: dinámica, inaprensible, destructiva a la vez que creativa.
Pero si Heráclito sostiene la unidad esencial de todo a través del Logos ¿cómo puede mantener que la esencia de lo real sea, precisamente, la lucha entre los elementos contrarios? Donde pareciera haber una contradicción encontramos la aportación más valiosa y original de este autor. La unidad y el conflicto, lo Uno y lo Múltiple no establecen una relación de condicionalidad, en la que la unidad del todo abarque el conflicto de sus partes sino que unidad y conflicto mantiene a su vez una tensión y una unidad. Entenderemos esto mejor con algunas citas del autor:
“Lo uno, al divergir converge consigo mismo, como la armonía del arco y la lira” Platón, Banq. 187a
¿De dónde procede la unidad y el equilibrio que apreciamos en la cuerda de un arco? De la tensión entre dos puntos, no hay equilibrio si no hay conflicto. En el momento en que una de las partes deje de tensionar, la cuerda pierde su tirantez y el arco deja de ser tal. No tiene sentido preguntarse si antes es la tensión o la unidad ya que ambas son mutuamente consecuentes. Es evidente que existe el orden en la manifestación, pero ese orden se mantiene no por un plácido equilibrio, por una pacificación, sino todo lo contrario, el equilibrio es fruto de la guerra. Por ejemplo, cualquier organismo vivo lucha contra su entorno para mantenerse, la piel que lo recubre impide que entren patógenos y mantiene una temperatura interna; el organismo busca su superviviencia asimilando otros entes a su propia estructura; pero si un ser vivo deja de luchar muere, su cuerpo es afectado por el entorno y se descompone.
La cita anterior de Platón explica bien lo que quería decir Heráclito: “al divergir converge consigo mismo”, es decir, al divergir de la totalidad, el Logos-uno converge con ella hasta que la distinción o no distinción entre lo Uno y lo Múltiple se torna limitante para la verdadera comprensión. Nuestro pensamiento lógico no puede captar esa relación metadialéctica más que con metáforas o entendiendo uno de sus momentos, por esto el carácter oscuro y enigmático de las sentencias de Heráclito que parecen en ocasiones contradecirse.
Antes cité y expliqué el fragmento que describe al Logos guiando a todas las cosas a través de todas las cosas (DK. 41). Esta visión está lejos de anteponer una unidad organizadora a la pluralidad, si hubiese querido decir esto habría bastado sostener que el Logos mueve, sin más, todas las cosas, ¿por qué añadir el “a través de todas las cosas”? para subrayar que no solo el Logos abarca a lo múltiple sino que también de lo múltiple se hace y es el Logos. En palabras textuales:
“Acoplamientos: cosas íntegras y no íntegras, convergente divergente, consonante disonante; de todas las cosas uno y uno de todas las cosas” DK 10.
Por eso en otro fragmento identifica a Dios con la polaridad misma pero no con los polos de esa tensión. Dios es “día noche, verano invierno, guerra paz, saciedad hambre.”(DK 67), es decir lo Uno no es lo que anula la divergencia de lo plural aquietándola en su seno, sino aquello que produce y es producido en y por esa divergencia polarizada. En definitiva, como es arriba es abajo (DK 60).
Sobre qué es el alma y cuál su destino final, los fragmentos que conservamos de este autor son especialmente complejos de interpretar. Por un lado afirma la insondabilidad de nuestra alma, cuyos límites son inabarcables por mucho que busquemos, ya que el Logos del alma es profundo y misterioso. Nunca sabremos lo que quería decir exactamente con estas palabras, podemos especular que el Logos del alma no es más que el Logos de todas las cosas, de ahí su profundidad. Recordemos lo que se dijo antes de Heráclito como un autor que se autoinvestigó introspectivamente para desarrollar su pensamiento. Lo que sí está claro es que Heráclito creía que la muerte del cuerpo no era la muerte del alma; aunque no hizo una afirmación explícita de la inmortalidad, sí sostuvo claramente que tras la muerte el hombre sigue teniendo algún tipo de experiencia:
“A los hombres que mueren les aguardan cosas que no esperan ni se imaginan” DK 27.
Como hemos visto en esta exposición, la filosofía de Heráclito a pesar de su tono enigmático es sumamente sugerente, destruye muchas de nuestras dicotomías mentales que limitan nuestra comprensión metafísica de la realidad y explora los límites del pensamiento consciente con sus aparentes paradojas y contradicciones. Por ello cualquier lectura de este autor tiene siempre una carga interpretativa importante; he querido remitirme a sus citas literales para no apartar esta lectura de sus propios textos. Qué mejor manera de acabar este artículo que, precisamente, con otro de sus fragmentos:
“Inmortales mortales, mortales inmortales, viviendo la muerte de aquéllos, muriendo la vida de estos” DK 62.
BIBLIOGRAFÍA:
Para los fragmentos de Heráclito he usado la notación típica de la edición de Diels-Kranz (DK), cuando he trascrito un fragmento de otra recopilación he citado al autor original del texto y en donde aparece tal fragmento. Las traducciones de los textos de Heráclito es la de Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá para la Editorial Gredos.
W.K.C. Guthrie; Historia de la Filosofía Griega, vol. 1, capítulo VII “Heráclito”. Editorial Gredos
Diógenes Laercio; Vidas y opiniones de los filósofos ilustres; en la traducción de Carlos García Gual para la Editorial Alianza.
Werner Jaeger; La teología de los primeros filósofos griegos; traducción de José Gaos para FCE.