El tiempo como mercancía según Guy Debord
0El capítulo sexto del ensayo de Guy Debord La sociedad del espectáculo se titula “El tiempo espectacular”. En este capítulo el autor francés trata de como en las sociedades capitalistas el tiempo se ha convertido en una mercancía y en un objeto que se manipula para el mantenimiento del sistema.
Hoy en día, gracias a la tecnología, el tiempo está cuadriculado y contabilizado en intervalos equivalentes. El reloj es un grillete en nuestra muñeca o un dios implacable al que rendir cuenta en nuestro trabajo, porque el tiempo del reloj no es un tiempo vivido sino un tiempo medido y pesado. En cuanto tal, este tiempo es igual a cualquier otro tiempo, e incluso en el ocio y las vacaciones el tiempo sigue siendo el mismo. El culto al tiempo y a “no perder el tiempo” queda ejemplificado en la frase hecha de “el tiempo es oro”. Podemos observar esta actitud en las grandes ciudades pero también en sitios o circunstancias en donde podría resultarnos extraño: centros vacacionales, parques, bares, etc. Y esto es así porque el tiempo hoy no es vivido sino gastado.
Las modas que vienen y van ayudan a crear una sensación ficticia de tiempo que vuelve. Solo en el consumo o en la observación del espectáculo de la moda reencontramos ese tiempo pero sigue siendo tiempo sin vida.
“La parte irreductiblemente biológica que sigue presente en el trabajo, tanto en la dependencia de lo cíclico natural en la vigilia y el sueño como en la evidencia del tiempo irreversible individual del desgaste de una vida, se contemplan sólo como accesorios desde el punto de vista de la producción moderna; y como tales, estos elementos son desatendidos en las proclamas oficiales del movimiento de la producción y de los trofeos consumibles que son la traducción accesible de esta incesante victoria. Inmovilizada en el centro falsificado del movimiento de su mundo, la conciencia espectadora ya no distingue en su vida el pasaje hacia su realización y hacia su muerte. […]Bajo el resto de bombardeos publicitarios está rotundamente prohibido envejecer. Se trataría de administrar cada uno en su caso un «capital-juventud» que, por haber estado mediocremente empleado, no puede sin embargo pretender adquirir la realidad durable y acumulativa del capital financiero. Esta ausencia social de la muerte es idéntica a la ausencia de la vida.”
Guy Debord; La sociedad del espectáculo; tesis 160, link a la traducción
Este tiempo de la no-vida no teme a la muerte, pues del mismo modo que una pieza defectuosa puede ser sustituida por otra, el tiempo, al ser intercambiable, pierde su irreversibilidad o su carácter evolutivo para transformarse en acumulación de momentos. Así el tiempo del ocio es el mismo que el del trabajo: tiempo acumulado, ahorrado o gastado, nunca tiempo vivido. Este tiempo al ser tiempo de la no-vida no teme a la muerte pero sí a la vejez. La vejez no es tanto un acercamiento a la muerte como un símbolo de tiempo “gastado”, desperdiciado. El anciano, que en las culturas primitivas era arquetipo de conocimiento tanto por la experiencia acumulada como por su cercanía a la muerte, se convierte hoy en símbolo de tiempo mal gastado; solo cuando el anciano remeda al joven en lo superficial y externo con una falsa jovialidad queda su imagen redimida: ya no es un anciano sino alguien que “sabe aprovechar el tiempo que le queda”.
Video sobre la obra de Guy Debord La sociedad del espectáculo: