En donde Marco Tulio Cicerón reivindica la filosofía crítica y se defiende de los que le acusan de no creer en nada
0Por otra parte, a quienes se admiran de que hayamos preferido seguir el método de esta escuela se les ha respondido de manera suficiente, según nos parece, en los cuatro Libros Académicos. No es verdad que hayamos asumido la tutela de unos temas abandonados y relegados, porque, cuando perecen las personas, no sucumben también las opiniones, sino que, en todo caso, pueden éstas echar en falta la brillantez de una autoridad. Así ocurre, en filosofía, con este procedimiento, que consiste en poder disertar frente a todo y en no juzgar sobre asunto alguno sin reserva: tras ser emprendido por Sócrates, retomado por Arcesilao y consolidado por Carnéades, ha tenido vigencia hasta nuestra época. Sé que este procedimiento se encuentra ahora casi huérfano en la propia Grecia, cosa que, según considero, no ha acontecido por una imperfección de la Academia, sino por la torpeza de las personas. Pues si resulta grandioso poder comprender cada escuela por separado, ¡cuánto mayor resulta comprenderlas todas! Necesariamente han de hacerlos aquellos que, a fin de encontrar la verdad, se han propuesto hablar unas veces en contra, y otras a favor, de todos y cada uno de los filósofos.
Reconozco no haber adquirido habilidad en una cosa tan importante y difícil como ésta, pero me precio de haberlo intentado. Y, aún con todo, no es posible que, quienes filosofan según este procedimiento, no persigan objetivo alguno. En otro lugar se ha hablado más concienzudamente sobre este asunto general, pero parece que, como algunos son demasiado renuentes y torpes, se les ha de amonestar más a menudo: no es que nos parezca que nada es verdadero; lo que decimos es que, junto a todo lo verdadero, se halla algo falso, y de tan gran semejanza que no existe ninguna señal segura que permita emitir juicio y asentir. De lo que se desprende también aquello de que hay muchas cosas probables, por las que, aunque no lleguen a comprenderse, puede regirse, sin embargo, la vida del sabio, ya que ofrecen una apariencia nítida y clara.
Cicerón; Sobre la naturaleza de los dioses, I 11-12 traducción de Ángel Escobar
Artículo interno: Cicerón como filósofo. Fragmentos de Sobre la naturaleza de los dioses.