En donde Quinto Balbo refuta la creencia materialista según la cual todo el orden del cosmos depende del azar
0Llegado aquí, ¿no había yo de admirarme de que exista alguien persuadido de que unos cuerpos sólidos e indivisibles se desplazan gracias a la fuerza de su gravidez, y de que la creación del mundo -tan sumamente adornado y hermoso- se produce a partir del choque fortuito de esos cuerpos? No entiendo cómo quien estima que esto ha podido ocurrir no piensa también que, si se reunieran en alguna parte innumerables réplicas de nuestras veintiuna letras -de oro o como quiera que fuesen-, podrían formarse con ellas, al ser arrojadas a tierra, los Anales de Enio, de modo que pudieran leerse de seguido… Y es que no sé si la suerte podría ser tan eficaz ni siquiera en el caso de un solo verso.
Pero es así -según ellos aseveran- como el mundo ha alcanzado su perfección, gracias a unos cuerpecillos desprovistos de color, de cualidad alguna ( a la que los griegos llaman “poiótes”) y de sensación, mediante choques arbitrarios y casuales; y así es como los mundos, más bien innumerables, nacen y perecen, alternativamente, a casa instante. Pero, si el choque de los átomos puede crear el mundo, ¿por qué no puede crear un pórtico, un templo, una casa o una ciudad, que son cosas menos trabajosas y, desde luego, mucho más sencillas? No cabe duda de que están farfullando acerca del mundo, con tan gran ligereza que a mí, al menos, me parece que nunca han levantado la vista para mirar este admirable ornato del cielo.
Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses; II 93-94
Artículo interno: Cicerón como filósofo. Fragmentos de Sobre la naturaleza de los dioses.