Enseñar el cómo y no el qué
0 Por artículos anteriores podría pensarse que propongo una educación imposible, en donde los conocimientos se multiplicasen y el niño estuviera sometido a una presión intelectual aún mayor a la que hoy sufre. No es así. Lo que el alumno debe aprender es poco pero lo debe de aprender bien. Mucha información que antes memorizábamos ahora está disponible en la red. ¿Qué nuevo modelo para el aprendizaje y el conocimiento supone la red?
Es cierto que la información y los conocimientos aparecen en internet por múltiples canales, sitios y formas. La calidad de esta información también es dispar. La red es un foro en donde la divulgación científica convive con las más infantiles supercherías. La verdad, la mentira, la razón y la superstición parecen darse la mano en ese batiburrillo que es la red.
Las luces que aporta internet no debe hacernos olvidar sus sombras, pero tampoco es justo que ocurra lo contrario: que pensemos que la red está compuesta únicamente por pederastas, voayeurs u onanistas compulsivos. En internet se distribuye conocimiento a la par que basura, es su grandeza y su miseria. Es como si en la enciclopedia británica pudiésemos encontrar un artículo escrito por un premio Nobel junto con otro redactado por un creacionista o cualquier defensor del pensamiento irracional; o como si en un canal temático se pasase sin solución de continuidad de un documental sobre terapia génica a un video pornográfico.
En este contexto de información masificada lo importante es fomentar la capacidad de discriminación. La red es como un territorio ignoto, el navegante traza según sus intereses y anhelos un camino propio en él. Hace descubrimientos que les permite seguir adelante en su búsqueda, descubrimientos que comparte y le obligan a reescribir continuamente su biografía intelectual.
Como en cualquier travesía, nos damos cuenta que todo no está en el mapa, no toda la información está en la pantalla de nuestro ordenador. Internet también invita a salirnos de él, a ir a las cosas mismas para después volver, enriquecido, a enriquecer el mundo virtual.
Por eso la fractura entre lo que nuestros jóvenes aprenden por sí solos y lo que aprenden en el instituto es tan grande. Por que enseñamos conocimientos estandarizados que no sabemos o no podemos conectar con su día a día y sus inquietudes. En tanto que la red es reflejo de una nueva sociedad del conocimiento y la mayor parte de la educación se hace de espalda a este hecho, nuestros colegios e institutos dan la espalda a esta nueva sociedad y al conocimiento mismo. La situación paupérrima de las infraestructuras informáticas en los centros educativos del estado español es un claro ejemplo de lo que no se puede hacer si queremos tener un lugar como sociedad en el mundo globalizado.
¿Qué se debería enseñar en nuestras escuelas? Lo que no se puede enseñar a riesgo de que los que detentan el poder lo pierdan: sentido crítico, capacidad de contrastar información y, a partir de ello, construir nuevo conocimiento. Pues, si en internet hay una ingente cantidad de información junto con escoria y conocimientos espurios ¿no es una competencia claramente útil para nuestros jóvenes saber distinguir entre el conocimiento valioso y el que no lo es, entre la superstición y la ciencia, entre un embaucador, un demagogo y un divulgador del conocimiento? ¿No es relevante que nuestros alumnos aprendan a buscar y contrastar la información que les llega por medios plurales? Eso que no se enseña ¿no es, en definitiva, lo que les permitiría dirigir el timón en ese mar proceloso lleno de peligros y tesoros escondidos que es la red?
Pero de nuevo volvemos al tema político, ya que cabe preguntarse cuánto durarían los gobiernos teóricamente democráticos de muchos países si la ciudadanía fuera educada en la búsqueda del conocimiento y en la capacidad de discriminar entre la información y el ruido. Por esto se evitará, durante todo el tiempo que sea posible, que los alumnos adquieran las habilidades necesarias para construir conocimiento, esas herramientas pronto se convertirían en armas contra los que perpetúan esta tiranía disfrazada que se llama capitalismo.
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