Imperialismo y Tianxia como modelos de gobernanza
0La lógica del Imperio es la lógica política de Occidente. El Imperio divide el mundo entre lo interno, es decir el orden del imperio, y lo externo que es aquello que estando fuera del orden dominador es susceptible de ser conquistado. Por esta razón, todos los órdenes políticos occidentales han estado compelidos hacia la expansión. La propuesta de Zhao Tingyang en Tianxia: una filosofía para la gobernanza global, es que frente a la mentalidad imperialista, en la llanura central de China durante la disnastía Zhou (s. XI – 256 a.n.e) surgió el modelo político del Tianxia. Este modelo político tiene varios rasgos que lo diferencia del modelo imperial; el primer lugar, carece de una voluntad expansiva coactiva ya que entiende que el poder político se difunde con redes de beneficios mutuos. Es decir, el bárbaro es asimilado como parte del sistema global pero no conquistado ni mucho menos aniquilado como pasa en el modelo imperialista. Por otro lado, el sistema Tianxia se basa en el equilibrio de fuerzas entre los estados que lo integran, la pluralidad de intereses interrelacionados garantiza tanto su estabilidad como su dinamismo interno, ya que los centros de poder pueden realinearse dentro del orden total.
Los conceptos Imperio y Tianxia deben entenderse como herramientas hermenéuticas para comprender la realidad no como verdades históricas incontrovertibles. Como tales herramientas caen en cierta simplificación de los hechos aún así, se muestran como conceptos útiles para entender los diferentes modos de comprender la política en China y Occidente. Desde su origen en el Creciente Fértil la cultura occidental ha estado imbuida de una fuerza centrífuga que le ha llevado al expansionismo; es difícil dirimir las razones de esto pero las peculiaridades geográficas de la región mediterránea podría ser una de las causas de la voluntad expansiva de la mentalidad occidental. Geográficamente el Mediterráneo es un escenario abierto, frente a la llanura central de China que está en un escenario geográfico más acotado, esto probablemente favoreció estrategias políticas distintas en China y Occidente. En cualquier caso, no debemos pensar que el modelo Imperial es exclusivo de Occidente o que el modelo de dominación por interdependencia que representa el Tianxia solo se haya dado en China; al asociar un modelo a una situación geográfica se constata una propensión no una ley histórica. Pues rastreando la historia de Occidente encontramos contextos políticos en donde diferentes estados en un equilibrio de fuerzas, se unieron entre sí no por guerras de dominación sino por acuerdos de beneficios compartidos; al mismo tiempo, en ciertos periodos de la historia china, el orden político ha adoptado estrategias de dominación expansiva propias de un sistema imperial.
La tesis del profesor Zhao es que el modelo Tianxia es el único factible en un mundo globalizado ya que el modelo imperialista produciría inestabilidad y además sería incapaz de aglutinar eficientemente a los distintos estados, ya que la estrategia coactiva propicia la resistencia de quien la padece. La guerra siempre ha sido un recurso extremo, pues con ella se hace una apuesta en la que se puede perder la propia superviviencia, a día de hoy la guerra es un recurso aún más extremo ya que cualquier conflicto entre países industrializados supondría riegos para infraestructuras de las que dependen millones de personas; aún cuando un país tuviese la seguridad de ganar una guerra las pérdidas serían siempre mayores que las ganancias. Estando la guerra directa entre los estados desarrollados limitada, queda la negociación y la búsqueda de intereses compartidos como único recurso para resolver diferencias. El modelo Tianxia es el adecuado para adaptarse a esta nueva realidad mundial.
Podemos decir que para la obtención de beneficios existen dos modelos de acción social: la coacción y la colaboración mutuamente beneficiosa. En el primer caso los intereses de una parte se imponen por violencia o engaño, en el otro se encuentra un equilibrio entre los intereses de las partes. Desde la perspectiva de los hechos no podemos decir que un sistema sea más efectivo que otro, dependerá siempre de las circunstancias materiales determinar cuál de las dos estrategias es más ventajosa. Cuando las diferencias de fuerza son grandes, la táctica coactiva puede ser la opción más beneficiosa para el fuerte, por ello, para el desarrollo del sistema Tianxia a nivel mundial será imprescindible garantizar un equilibrio de fuerzas que haga la coacción una opción no viable. Al mismo tiempo debemos tener en cuenta que todo sistema de colaboración genera parásitos, es decir elementos que pretenden aprovechar el sistema de manera egoísta. El comercio marítimo es un ejemplo de sistema de colaboración mutuamente beneficioso, sin embargo, a lo largo de la historia compartida observamos que junto al incremento del tráfico comercial marítimo se incrementa también la piratería, es decir una táctica parasitaria del sistema colaborativo que hace uso de la coacción para obtener un beneficio egoísta. En conclusión, todo sistema de colaboración mutuamente beneficiosa debe contar con estructuras que eviten el surgimiento de elementos que parasiten el sistema.
Otra idea interesante que esboza el profesor Zhao es que “la coexistencia precede a la existencia”. Esta cita tiene una interpretación política pero también antropológica, es decir, desde el punto del desarrollo ontogenético, el individuo es precedido por la comunidad. Nuestro desarrollo como individualidad es fuertemente influido, cuando no determinado, por el entorno en el que vivimos. Es inviable nuestra propia vida física sin el cuidado dentro de una familia, este desvalimiento del recién nacido es un hecho muy peculiar de nuestra especie y viene a mostrar la profunda interdependencia que tenemos con el entorno humano que nos circunda. La perspectiva china del individuo es ontogenética, en otras palabras, se centra en este carácter relacional que permite que seamos lo que somos. De ahí la frase de que la coexistencia precede la existencia. Por contra en Occidente hemos alumbrado otro modelo de individualidad de carácter gnoseológico: como la conciencia no se percibe colectiva sino dividida en individualidades, estas individualidades conforman por agregación la sociedad y son prioritarias ante ella. Yo percibo mi ser escindido de lo que me rodea, puedo comunicarme con mis semejantes e incluso depender de ellos, pero la conciencia de mí mismo no es la conciencia de los otros. Desde la perceptiva occidental el yo se convierte, por tanto, en foco que proyecta su esencia en un mundo social y natural que aparece, más o menos radicalmente, como “lo otro”. Ambos modos de entender la subjetividad son filosóficamente válidos aunque incompletos en su parcialidad. Podemos decir, por lo tanto, que el sistema Tianxia parte de ciertos presupuestos antropológicos que deben ser discutidos y ampliados; al mismo tiempo, Occidente debería estar dispuesto a comprender otras formas de enunciar la individualidad.
El tema de las inversiones china en el extranjero y las desconfianzas que generan en Occidente son un buen ejemplo de como la actitud de Europa, en concreto, es poco atenta a las especificidades del modo de pensar chino. Europa tiene un enorme problema con su frontera sur, ya que debe controlar los flujos migratorios descontrolados que vienen de África, para ello paga a los países del Magreb a fin de que hagan de estados-tapón en la zona; al mismo tiempo, para frenar la llegada masiva de inmigrantes Europa fortalece sus fronteras y los cuerpo de policías encargados de guardarlas. Sin embargo, a nadie escapa que la mejor manera de evitar que la gente se juegue la vida en un viaje incierto sería fomentar el desarrollo económico de los países al sur del Mediterráneo. Desde la perspectiva del Tianxia, esta sería la manera como la Europa unida podría tener socios comerciales vinculados con el beneficio mutuo y conseguiría ordenar el tránsito de inmigrantes. Pero cuando China invierte en estos países africanos para mejorar la infraestructura, en vez de emular esa política, la criticamos e incluso condenamos como si ocultase unas aviesas intenciones. ¿No es una política racional establecer vínculos comerciales con países con posibilidades de industrialización casi inexplorada como es el caso de muchos países africanos? Se suele poner de escusa para no invertir en ciertos países la falta de transparencia o de democracia, pero tal argumento desconoce el hecho de que la democracia no nace espontáneamente en ninguna región del mundo, que es necesario cierto nivel de desarrollo material para que la sociedad sea suficientemente estable que permita la democratización. Por tanto, si la Europa unida compitiese con el resto de agentes extranjeros en el desarrollo económico de África no solo podría obtener ventajas comerciales al medio plazo sino que, indirectamente, estaría fomentando la democratización. En definitiva, no entender el sistema Tianxia con el que operan otras potencias y enrocarnos en posiciones moralistas (¿y no es el moralismo una forma de imperialismo?) irá que perdamos más relevancia en la conformación del orden global que se está fraguando.
Pero el sistema Tianxia tiene algunos defectos, el mayor de los cuales es que puede caer en una dinámica conservadora que estanque el progreso de la Humanidad si realmente llegase a implantarse globalmente. Para evitar este estancamiento debemos rescatar del sistema Imperial su impulso expansivo-competitivo pero llevándolo a otro ámbito. Las competiciones deportivas globales como las Olimpiadas son un ejemplo de como el impulso competitivo puede ser un impulso creativo cuando definimos la competición bajo los criterios de unas normas racionales y mutuamente aceptadas. Si este impulso competitivo, una vez pacificado el mundo bajo relaciones estables de interdependencia beneficiosas, se trasladara, por ejemplo, al desarrollo de la colonización espacial nuestro mundo habría encontrado el equilibrio entre la estabilidad política pacificadora y el deseo expansivo. La investigación para encontrar una vacuna durante la actual pandemia muestra que este modelo de competitividad pacificadora es posible: las potencias han competido para buscar el mejor remedio en el menor tiempo posible; una vez que encontraron sus respectivas vacunas la distribuyeron entre el resto de países para así conseguir reconocimiento y carisma que se materializará en mejores relaciones diplomáticas y comerciales con los países beneficiados. En resumen, la mentalidad del Tianxia y la competitividad-expansiva heredera del modelo político del Imperio, no son necesariamente excluyentes; su equilibrio puede garantizar la estabilización pacificadora del mundo, a la vez que su progreso.