I.7 – La ciencia y la filosofía entendidas como modelos de autoridad racional
0Tras haber expuesto las contradicciones que provoca el actual modelo de autoridad en nuestro sistema educativo, creo llegado el momento de preguntarnos si han sido posibles y fructíferos otros modos de relación con autoridad.
Como ya he dicho, el concepto de autoridad que empleamos en la educación democrática es un mero reflejo de lo que se entiende como autoridad en nuestro actual sistema capitalista: aún cuando intentamos inculcar al educando la idea de que vive en libertad y tiene capacidad de decisión sobre los asuntos que le atañen, la realidad es que el profesor manda y el alumno obedece. En esta situación, el docente es la cadena de transmisión de la ideología dominante, cree mandar, pero tampoco él manda, es, sencillamente, una pieza pasiva que ejecuta pautas impuestas sutílmente desde las altas instancias. Dejando las excepciones a esta regla a un lado.
Del mismo modo, en los sistemas democrático-liberales, el ciudadano, desde la infancia, es sugestionado para que piense que es libre, a tal efecto de cuando en cuanto se celebra una de esas farsas que se llaman elecciones democráticas y en donde todo el pescado está vendido de antemano gane quien gane, ya que como demuestra la actual situación de nuestro país, los que gobiernan, realmente, no se presentan a las elecciones y, por tanto, no están sujeto a elección sino que nos vienen impuestos. Al ciudadano democrático, como al alumno en el actual sistema educativo, se le intenta hacer creer que es libre, con mayor o menor éxito, cuando no lo es. La autoridad se ejerce de manera vertical: en el estado es ejercida por unos partidos apoyados en la propaganda y el poder del dinero; en los centros educativos es administrada por personas que no han sido elegidas ni están sujetas al control o valoración de los alumnos y sus padres. Es el mismo concepto de autoridad funcionando en distintos contextos.
Desde que tenemos conocimiento este sistema de autoridad ha estado presente en nuestras sociedades. Sin embargo, la realidad y efectividad indiscutible del conocimiento científico, ponen en evidencia otra forma de relacionarnos con la autoridad. Por razones meramente expositivas voy a dejar de lado la cuestión de como la ciencia ha sido usada y prostituida por grupos de intereses ajenos a la esencia misma del conocimiento científico. La ciencia es una actividad hecha por hombres, no por ángeles, y por tanto está sujeta, en lo accidental, a la veleidad del espíritu humano. No obstante, no debemos olvidar que las tecno-ciencias desde su origen implementaron entre los hombres otro modo de entender las relaciones, modo que permitió el desarrollo material de la humanidad. El investigador ideal en el curso de su trabajo científico solo asume como válida aquella autoridad que se basa en una comprensión profunda de la materia que es objeto de sus estudios, esa autoridad no es asumida como indiscutible y atemporal sino que de continuo debe reafirmarse y corroborarse en el proceso mismo de descubrimiento. Así, por ejemplo, si un reconocido científico haya unos resultados experimentales que contradigan lo establecido, esos experimentos serán sometido a control y análisis por la comunidad científica; en un principio y temporalmente se podrán dar como buenos, pero en el trabajo científico ideal, la duda y la desconfianza son elementos claves e imprescindibles para la evolución del conocimiento. Esta duda y desconfianza no tiene que ir aparejada al odio, la envidia y el resentimiento (aunque a veces así sea) sino que el científico entiende que ese escepticismo es una fase necesaria del proceso de búsqueda. Se duda para comprender y aquel científico que no posea ni alimente entre sus colaboradores este espíritu crítico es un científico mediocre.
Este modo de relación humana que se llama ciencia no carece de autoridad, es más, tiene un concepto de la autoridad más estricto y objetivo que el que estamos acostumbrados a utilizar y que se basa en el trabajo riguroso o en el control de los resultados por parte de la comunidad científica. Este modo de relación humana, construido bajo tal modelo de autoridad, ha generado un progreso material evidente para todos y nos ha dotado de ventajas tecnológicas como nunca antes la humanidad había conocido. Tristemente la ciencia, por necesidades de financiación, se alió con un poder político que carecía de tal amplitud de miras; y hoy debemos decir que la ciencia, del mismo modo que ayer alargó nuestra esperanza de vida, hoy inventa instrumentos de control y sometimiento para una clase política que no habla su mismo lenguaje: el de la inteligencia y la autoridad basada en la excelencia.
La filosofía, en occidente dos milenios antes que la ciencia moderna, nació y evolucionó también bajo ese modelo de relación humana ejemplificado hoy por la ciencia. Efectivamente, el filósofo enseñaba, no dogmatizaba, y no debe extrañarnos que los mejores discípulos de cualquier filósofo no fueron aquellos que asumieron el dogma y lo extendieron acríticamente sino aquellos otros que supieron matizar, transformar o contradecir las aportaciones de sus maestros como, por ejemplo, Aristóteles. Sin embargo, hoy lo que vulgarmente se conoce como filosofía ha quedado irreconocible: donde antes había amor al conocimiento, ahora encontramos amor al dinero y al brillo personal; donde antes había un compromiso con la verdad que podía llegar a costar la vida, ahora vemos sumisión lacaya al poder. Los que antes escribían clamando contra las injusticias y el odio entre iguales, hoy cacarean eslóganes vacíos para ser reconocidos dentro de círculos cerrados y esnobs. La filosofía cayó y se degradó hasta esta situación ¿será esta la suerte que corra la ciencia? Esperemos que no.
En conclusión, otro modelo de relación con la autoridad es posible. Es posible y ha sido fructífero en la búsqueda del conocimiento tanto en la filosofía como en la ciencia. Si la educación pretende, precisamente, formar en ese amor al conocimiento y en esa búsqueda ¿no debería cambiar su modelo autoritario? Cuando la ciencia medieval se transformó en ciencia moderna sufrió muchos cambios, uno de los más importantes, y que también sufrió el pensamiento mítico cuando se convirtió en filosofía, fue sustituir el autoritarismo y la fascinación por lo “dicho por el maestro” por una autoridad basada en el reconocimiento común y una relación más horizontal entre el que enseña y aprende. Quizás el más revolucionario logro de la tecno-ciencia del siglo XX, es decir Internet, muestra que es posible un nuevo modelo de construir conocimiento en la interacción horizontal y en el mutuo reconocimiento de la virtud entre iguales; modelo usado anteriormente por la misma ciencia y antes aún por la filosofía ¿Seremos capaces de esa transformación los educadores y la sociedad? ¿Será capaz el poder político,de trabajar en esta dirección de progreso dejando a un lado sus intereses partidistas?