La autoridad del educador como enseñante y como maestro
2El hecho, generalmente asumido como inexcusable, de que la autoridad del docente se base a priori, en la legalidad y, quizás, posteriormente en la idoneidad, como me gusta pensar que ocurre en la mayoría de los casos, no debe impedir que constatemos que este modo de legitimación de la autoridad del educador es un hecho relativamente reciente. O al menos, es reciente la extensión de este modelo como “normal”.
Si conocemos y observamos la historia de la educación, comprobaremos que este modo de sustentar la autoridad del docente en la legalidad aprobada por el estado, es un modelo típicamente heredado de la sociedad industrial del XIX y que se desarrolló durante el siglo XX por buena parte del planeta. Pues, aunque este modelo ha existido con anterioridad, siempre existió conviviendo con
otro modelo perfectamente ejemplificado en la figura del “magister”.
Durante siglos en la Grecia y Roma antigua, en la Europa del Renacimiento o la Ilustración, y en otros periodos históricos y contextos humanos, el magister basaba su autoridad en su conocimiento o habilidad y no en la superación de una serie de pruebas establecidas y evaluadas por el estado. Durante el siglo XIX, la necesidad de preparar a amplias capas de la población para que pasasen a formar parte del sistema de producción en serie, entre otros motivos, propició el actual sistema de educación estandarizada. Los profesores y maestros adquieren hoy su cargo, responsabilidad y autoridad gracias a procesos selectivos más o menos racionales, pero no por el reconocimiento directo de los alumnos o de los padres. Muchos de los funcionarios de la educación adquieren, de eso tenemos experiencia casi todos, en la relación con los alumnos esa autoridad del magister, pero, como dije al principio de este artículo, se adquiere posteriormente y no siempre.
Cuando hablo de magister no hablo solo de Platón o Sócrates u otra figura lejana en el tiempo o en el espacio. La figura del magister ha sido más anónima de lo que solemos pensar, suele ser habitual que alguien recuerde con especial respeto a un profesor o maestro y esa persona no tenga ninguna notoriedad pública. Pienso, cuando hablo del magister, también en los maestros artesanos que durante siglos han formado parte de todas las sociedades que conozco. Igualmente son magister aquellos que con su capacidad, humanidad y tesón enseña una actividad artística, deportiva, etc.
Entonces ¿por qué este modelo de autoridad pedagógica no puede ser extrapolado al ámbito de la educación de masas? Encuentro tres razones fundamentales. La primera es que en la actual sociedad de masas, es difícil que los padres o el hijo conozcan de primera mano a un magister apropiado a los intereses del alumno concreto. Vivimos encerrados en nuestras agobiantes colmenas urbanas y los conocimientos están extraordinariamente diversificados, así es difícil encontrar el magister idóneo para la vocación del alumno. De hecho, el encontrar un verdadero maestro es hoy, por lo general, algo fortuito y rara vez planificado, al menos cuando hablamos de las enseñanzas consideradas “fundamentales” para el menor.
La segunda razón es que el valor de la educación en sí misma es algo relativamente reciente para amplias capas de la población, tanto es así que muchos dudan del valor moral de la educación y la consideran un mero instrumento para subir en la escala social. La búsqueda de un magister requiere tiempo, atención y voluntad por parte de los padres y de los alumnos, cuando el estado nos da, en apariencia, todo ese trabajo hecho y cuando muchos no aprecian la educación en su valor intrínseco, es difícil que nos tomemos la molestia de buscar el mejor educador disponible para nosotros o nuestros hijos. Hoy, tristemente, la masa lleva a sus hijos a los institutos y colegios de “más postín” creyendo que así cumplen con su deber; preguntad a esos padres tan preocupados por llevar a sus vástagos a centros de “renombre” (renombre, a veces y lo sé por experiencia directa, tan mal atribuido) cual es la media de la nota PAEG en selectividad de los alumnos que acuden a tales centros y si uno de cada cincuenta te puede responder aunque sea aproximadamente, estarás de suerte. A esta desidia se une que la búsqueda del magister se hace dentro de un sistema estandarizado, sistema que en recursos humanos, materiales y formativos, no satisface las demandas de todos, por ser, precisamente, un sistema estandarizado.
En tercer y último lugar, el sistema del “maestrazgo” es inaplicable en la educación capitalista porque se basa en el valor radical del conocimiento y la habilidad y no en su instrumentalización. La virtud se aprende aprendiendo: los límites, las frustraciones, el rechazo del “camino fácil”, el esfuerzo y, sobre todas las cosas, el placer por el saber, son sentimientos que paulatinamente forjan la mentalidad del niño y del adulto inmerso en la búsqueda del conocimiento. En una sociedad en donde la mediocridad moral e intelectual están establecidas como paradigmas cívicos para beneficios de algunos listos (que no inteligentes) ¿qué interés puede haber por parte de la ideología dominante de imponer un sistema educativo en donde, independientemente de sus habilidades, gustos o capacidades, los alumnos sean tratados con igualdad y atención? El capitalismo, necesita personalidades débiles y que asuman su rol pasivo dentro de la sociedad ¿qué mejor manera que conseguirlo que parcelando la excelencia, despreciando a aquellos con habilidades que no son “útiles” e implementando la obediencia a la autoridad funcionarial? El magister enseña en libertad ¿es que de otro modo puede nacer en el alumno el amor al saber y el respeto a su maestro?; por contra, el funcionario educativo ha sido transformado, por intereses inconfesables, en una figura poco grata, mezcla imposible entre carcelero y educador. De ese modo, el actual sistema educativo funcionarial satisface los intereses de los poderosos, la pregunta que me hago ahora es ¿satisface también los intereses de los alumnos, de los padres, de los docentes y de la sociedad del conocimiento?
Este artículo en una parte de un grupo de ellos en los que analizo el actual sistema educativo.
sé feliz
Sobre «El capitalismo, necesita personalidades dé
El hecho de que el capitalismo con sus tentáculos no deje nada al margen de la lógica de la apropiación privada y la ganancia no significa que funcione mediante la idiotización de la gente sino más bien al contrario. Se aprovecha de las habilidades y destrezas de la gente para ponerlas al servicio de la acumulación privada. Piénsese, por ejemplo, en cómo grandes empresas acaban patentizando conocimientos milenarios de pueblos indígenas; piénsese, también, en el modelo empresarial de google. Para más información se puede consultar aquella bibliografía referente a lo que se denomina «capitalismo cognitivo». La fábula de la polinización de Yann Moulier Boutang puede ilustrar lo que trato de decir. Hasta que no pensemos que el capitalismo actual prospera (y, por consiguiente, explota) a través de la apropiación de las habilidades de la gente (lo que implica que el capitalismo ha de favorecer la autonomía de la gente) no comprenderemos el verdadero carácter paradójico del capitalismo: la autonomía de los sujetos necesaria para la ganancia capitalista es al mismo tiempo la capacidad revolucionaria de lo sujetos para, uno, poner los conocimientos al servicio de la comunidad y no del bolsillo de unos pocos y, dos, organizarse horizontal y no verticalmente.
Pienso que es cierto que el capitalismo haga uso de las capacidades, conocimientos y habilidades de los individuos y de los pueblos; pero eso es cierto para cualquier tipo de orden social. Por ejemplo, el estado feudal hacía uso de las capacidades de los miembros de esa sociedad: si alguien era listo podía abrirse camino en la corte, en la curia (si no era noble), en el comercio o cualquier otra actividad.
La \»competencia\», la \»habilidad\» de los individuos son elementos claves para el sostenimiento de un orden social. EL capitalismo también \»usa\» esas habilidades pero, como otros sistemas socieales, potencia en sus miembros las habilidades necesarias para su propio mantenimiento en detrimento de otras capacidades que tienen un valor intrínseco o que tienen capacidad subversiva.
En este sentido, el capitalismo quiere la conjunción de los individuos en lo banal, quiere unión pero que esta sea superflua, basada en iconos-imágenes primarios (el lagarto en el chaleco es un ejemplo más entre tantos) o en pautas superficiales de consumo. Por esto la debilitación de los vínculos de afecto profundo y la aniquilación de cualquier sentido externo al propio sistema son estrategias básicas del capitalismo.
Hoy por hoy el debilitamiento de la conciencia reticular, condición sine qua non para el mantenimiento del actual sistema, rompe la posibilidad de construir un nuevo orden ejemplificado en el paradigma que supone internet. Por eso, aunque el capitalismo necesite y potencie habilidades en los sujetos, esa potencialización es ficticia siempre que se realice desvinculando al individuo de una comunidad de sentido; recordemos que la codicia es el acicate principal que utiliza nuestro actual sistema para potenciar el pseudo-autodesarrollo de los individuos inmersos en él.