La experiencia religiosa según William James
3En una serie de conferencias editadas bajo el título Variedades de la experiencia religiosa (1902), William James intenta explicar el fenómeno religioso desde una perspectiva psicológica y pragmática. La metodología de su análisis por tanto no es metafísica, no intenta dilucidar el autor estadounidense si el hecho religioso remite a algo real sino más bien determinar la dinámica y economía psíquica del creyente. También se sopesan en estas reflexiones las consecuencias vitales que modifican el comportamiento de aquellos que adoptan este tipo de creencias.
William James delimita en las primeras páginas su ámbito de estudio. En primer lugar deja a un lado el estudio de lo eclesiástico, es decir, del cuerpo doctrinal y ritual que se concretiza en una iglesia o culto. Para James este modo de religiosidad es secundario y dependiente de la experiencia religiosa en sí que es particular; el cuerpo de creyentes de una determinada fe religiosa remeda tanto en la experiencia como en la creencia a los verdaderos creadores del hecho religioso: profetas, santos, místicos, etc. ¿Qué rasgos psicológicos encontramos recurrentemente en estos creadores religiosos?
“… estos genios religiosos frecuentemente mostraron síntomas de inestabilidad nerviosa. Posiblemente, en mayor medida que otros tipos de genios, los líderes religiosos estuvieron sujetos a experiencias psíquicas anormales. Invariablemente fueron presos de una sensibilidad emocional exaltada; frecuentemente también tuvieron una vida interior desacorde y sufrieron de melancolía durante parte de su ministerio. No tienen medida y son propensos a obsesiones e ideas fijas. Con frecuencia entraron en éxtasis, oyeron voces, tuvieron visiones o presentaron todo tipo de peculiaridades clasificadas ordinariamente como patológicas.”
(William James; Variedades de la experiencia religiosa; Conferencia I “Religión y neurología”; traducción de Manuel Fraijó para la editorial Trotta 2017)
El psicólogo norteamericano parte de la típica crítica decimonónica y materialista de la religión según la cual la experiencia religiosa es propio de mentes enfermas, pero va más allá de esa crítica ya que aún aceptando el dato incontrovertible de la inestabilidad nerviosa de los fundadores religiosos no colige de ello que la religión sea falsa o perniciosa. Cualquier creación del espíritu humano no debe de juzgarse por sus fuentes sino por sus resultados. Es decir, no podemos negarle su valor artístico a las obras de Vincent van Gogh porque su creador tuviese inclinación a la demencia. Lo mismo ocurre con la ciencia, la filosofía o cualquier otro campo de la creación humana: los rasgos morales o psicológicos de los creadores son irrelevantes para juzgar el valor sus obras. De hecho es frecuente que el genio creador de cualquier disciplina muestre síntomas de inestabilidad psíquica, ¿por qué en el hecho religioso debería ser diferente? Aquél que expande las fronteras de nuestro conocimiento colectivo no puede tener un carácter ordinario ya que su papel de pionero intelectual o espiritual implica cierta excepcionalidad si es comparado con el común de sus contemporáneos.
El hombre religioso trata de lo divino pero ¿qué es lo divino? Olvidémonos de nuestras particularidades culturales y encontraremos como general que los dioses se conciben en todas las comunidades de creyentes como lo que está situado en la cúspide de la escala del ser, es decir, son lo más real, lo más verdadero. La divinidad representa para el hombre religioso lo primordial y profundamente verídico y de ello se sigue que frente a ella el creyente adopte una actitud solemne, la religión es siempre un asunto serio.
No es difícil percatarnos de nuestra propia indefensión e insignificancia frente al mundo que nos rodea. La vida pasa rápidamente y la muerte nos alcanzará más pronto que tarde; todo lo más preciado que posemos es provisional, frágil, evanescente. En este punto es donde el sentimiento religioso viene a dotarnos de un bálsamo contra esa insignificancia. Este es el valor intrínseco de la religión ya que la emoción de lo absoluto que nos proporciona solo podemos encontrarla plenamente en ella. Toda religión tiene, por tanto, dos creencias básicas: en primer lugar que existe una realidad no visible más real que la tangible; y además que podemos llegar a ser más felices si nos amoldamos a ella. Pero si nos volvemos a preguntar por la realidad de esas creencias debemos reconocer que no tenemos ninguna manera científica de corroborarlas. No es necesario para James, ya que el valor de la religión se muestra en cuanto satisface una necesidad humana imperativa: la necesidad de dotar de sentido a la propia existencia. Todas las religiones se han probado, han fracasado cuando no han sabido satisfacer esta necesidad o han sido sustituidas por otras cuando han llegado nuevas creencias que satisfacían mejor esas inclinaciones de nuestro espíritu. En palabras del autor “Ninguna religión ha debido su prevalencia a una `certeza apodíctica’” (trad. cit. Conferencias XIV y XV “El valor de la santidad”).
La conversión ocurre cuando alguien experimenta que su yo escindido adquiere unidad merced el soporte de una realidad religiosa. El centro de la conciencia de un hombre convertido son las ideas religiosas que dan soporte a su estado de paz y satisfacción. La conversión puede ser gradual o repentina; por gradual entendemos una conversión que se produce en un periodo de tiempo más o menos dilatado pero como este proceso no es racional, es decir, no se desarrolla por un convencimiento progresivo de nuestro yo consciente de ciertas verdades reveladas sino que es más bien un asentimiento emotivo hacia la realidad divina; toda conversión gradual necesita de un último paso repentino en donde la estructura de nuestro yo consciente queda reconstruida bajo el paradigma de la fe abrazada. Esta reformulación repentina del yo lleva en ocasiones aparejados estados alterados de conciencia como alucinaciones, luces, voces o sentimientos intensos de origen desconocido por la lógica tensión a la que se enfrenta el yo consciente sujeto a este trance; en cualquier caso, tras la crisis el sujeto se suele sentir sobrecogido por una sensación de júbilo que le garantiza la verdad de su nueva naturaleza conversa. Esta transformación repentina queda explicada por la hipótesis del inconsciente; según James el converso subliminalmente, más allá de la conciencia, experimenta una dinámica que favorece la transformación anímica, un hecho o accidente empuja ese contenido inconsciente a la conciencia y aparecerá la conversión como algo repentino cuando realmente se ha desarrollado larvadamente durante tiempo.
El sentimiento de felicidad y certeza de la conversión tiene varias características. Por un lado el converso pierde toda preocupación, se siente en paz y armonía con el mundo que le rodea. También percibe nuevas verdades antes no conocidas pero que siente con gran viveza como certezas incontrovertibles, en ocasiones algunas de estas verdades o intuiciones no pueden ser expresadas con palabras. Por último que converso percibe la realidad como algo totalmente nuevo, el mundo interno y externo quedan dotados de un sentido y una belleza del que antes carecían por completo. La conversión puede llevarnos a la vida religiosa común pero también ser la puerta para alcanzar la santidad o, incuso, tener experiencias místicas.
El misticismo es el centro y la raíz de la religión; de la experiencia mística beben las fuentes de todas las religiones o credos. Tales experiencias místicas poseen ciertas características que las distinguen:
– Inefabilidad: la experiencia mística no puede explicarse con palabras. Es incomunicable y en este aspecto se asimila a un estado afectivo.
– Cualidad de conocimiento: a pesar del rasgo antes citado, la experiencia mística aparece como un estado de conocimiento; el místico tiene la sensación de haber accedido a un nuevo orden de comprensión tras su experiencia.
– Transitoriedad: estas experiencias son fugaces y no se mantienen durante mucho tiempo. A lo sumo duran media hora o dos horas pero el rango de duración habitual es mucho menor. Por supuesto no es una experiencia que se pueda alargar en el tiempo a capricho del experimentador.
– Pasividad: aunque los estados místicos pueden ser provocado por determinadas técnicas espirituales de concentración o acción corporal, cuando este estado se produce el místico siente que pierde su propia voluntad siendo dirigido por un poder superior y ajeno a sí mismo.
Los estados místicos tienen consecuencias diversas sobre las personas que los experimentan, pueden llevar a la quietud contemplativa, a una vida retirada y ascética o inflamar el espíritu del místico para empujarlo a la acción y el proselitismo. Sea como fuere los resultados de la experiencia mística es positiva para el experimentador.
Existe innumerables diferencias entre las formas de misticismo que conocemos. Aún así no se pueden negar similitudes teóricas comunes a todos los estados místicos. Todas estas experiencias son optimistas y tienden a postular un monismo inmanente a la realidad plural que alcanzamos a percibir por los sentidos. Esta verdad única es super abundante ontológicamente hablando, es decir, es superperfecta, superluminosa, etc.
Cuando la experiencia mística tiene lugar, el sujeto siente que las barreras entre él y el Absoluto quedan borradas para mostrarle la unidad entre su alma y el Todo. La estrechez de nuestra conciencia ordinaria y dicotómica queda superada por esta experiencia de unidad, sin importar el credo religioso del místico. La conciencia mística en conjunto es panteísta ya que asume que el Absoluto lo interpenetra todo y que de Él formamos parte. La doctrina mística tiene pleno valor de verdad para quien la experimenta aunque aquellos que no la experimentamos podemos dudar legítimamente de los contenidos que expresa. Para el experimentador místico la conciencia que se adopta en esos estados es más real, más genuina que la que ordinariamente adoptamos como válida
En las últimas conferencias recogidas en este libro William James finalmente abandona el análisis psicológico del problema religioso y se plantea si realmente existe aquello que predica la religión y testimonian las experiencias místicas de todas las culturas. En esencia aquello que postura la religión es que existe algo más allá y superior a nosotros; y que podemos integrarnos o, al menos, acercarnos a ello para alcanzar una mayor completitud. Frente esta afirmación solo cabe hacer una hipótesis plausible que no entre en contradicción con los conocimientos científicos actuales. Dios existe para el creyente y en tanto que esa creencia existe Dios es real porque tiene efectos en el mundo real; pero ¿existe como creencia o existe en sí mismo? El más allá que es el axioma de toda religión existe como fenómeno psíquico, es nuestro subconsciente que supone una parte enorme pero desconocida de nuestra propia psique. Este más allá podría representar según James la parte “más cercana” de Dios, ya que es posible ahondar en él en estados alterados para abarcar más profundamente nuestra esencia. Si la búsqueda de una mayor integridad psíquica es el fin de cualquier religión, el inconsciente podría corresponder ese campo de experiencia “más allá” de nosotros mismos que nos permite alcanzar esos niveles de mayor integridad.
¿Esos yoes subconscientes se integran en una unidad de conciencia mayor o permanecen divididos? Es la polémica entre el monismo y el pluralismo ontológico, entre monoteísmo y politeísmo, curiosamente James se decanta, recordemos hipotéticamente, por un politeísmo de la conciencia, politeísmo que coincide con la creencia religiosa popular y mayoritaria que comprende un mundo lleno de dioses:
“Cualquier cosa superior será suficiente tan solo con que nos baste para confiar en ella con vistas al paso siguiente. No ha de ser infinita, no ha de ser solitaria; puede tratarse simplemente de un yo superior y más divino asimismo, del que el yo actual sería una expresión mutilada, siendo el universo una colección de estos yoes con diferentes grados de inclusividad, pero sin que haya en él ningún tipo de unidad absoluta.”
(trad. cit. Post Scriptum)
Artículo relacionado: El sentimiento oceánico
Un artículo muy interesante, le pongo el enlace de mi tesis doctoral por si quiere hojearla, donde hablo de William James y otros autores que yo relaciono con él. http://hdl.handle.net/10803/461355
Gracias Santiago por su valoración, he leído el resumen de su tesis y me resulta muy original su linea de investigación. Felicidades por su trabajo.
[…] dilucidar esta cuestión debemos definir qué es la religión en general. William James en su obra “Variedades de la experiencia religiosa” encuentra dos rasgos fundamentales en la religión, ya sea de una pequeña tribu […]