La mirada del indígena y el dios de oro. Fray Bartolomé de las Casas
2“Un cacique y señor muy principal, que por nombre tenia Hatuey, que se había pasado de la isla Española a Cuba con mucha gente por huir de las calamidades y inhumanas obras de los cristianos, y estando en aquella isla de Cuba, y dándole nuevas ciertos indios, que pasaban a ella los cristianos, juntó mucha de toda su gente y díjoles: «Ya sabéis cómo se dice que los cristianos pasan acá, y tenéis experiencia cuáles han parado a los señores fulano y fulano y fulano; y aquellas gentes de Haití (que es la Española) lo mismo vienen a hacer acá. ¿Sabéis quizá por qué lo hacen?» Dijeron: «No; sino porque son de su naturaleza crueles y malos.» Dice él: «No lo hacen por sólo eso, sino porque tienen un dios a quien ellos adoran y quieren mucho y por haberlo de nosotros para lo adorar, nos trabajan de sojuzgar y nos matan.» Tenía cabe sí una cestilla llena de oro en joyas y dijo: «Veis aquí el dios de los cristianos; hagámosle si os parece areítos (que son bailes y danzas) y quizá le agradaremos y les mandará que no nos hagan mal.» Dijeron todos a voces: «¡Bien es, bien es!» Bailáronle delante hasta que todos se cansaron. Y después dice el señor Hatuey: «Mira, como quiera que sea, si lo guardamos, para sacárnoslo, al fin nos han de matar; echémoslo en este río.» Todos votaron que así se hiciese, y así lo echaron en un río grande que allí estaba.”
Fray Bartolomé de las Casas; Brevísima relación de la destrucción de las Indias; “De la isla de Cuba”
El conocimiento antropológico de las culturas nativas no es solo un elenco de notas de campo o costumbres chocantes, es una puerta abierta desde la que vislumbrar la pluralidad de lo humano; y, también, una invitación a comprender el carácter históricamente eventual e incompleto de cualquier valor, dogma o civilización. Despreciamos el juicio del aborigen que ve en el progreso del hombre blanco un preludio a la destrucción de su entorno y su cultura; no entendemos ni permitimos que en selvas, montañas o desiertos se adoren a diosas y demonios más benévolos que nuestro becerro de oro. Si ayer exterminábamos indios para salvar sus almas, hoy se aniquilan culturas y formas de vida ancestrales para garantizar la bonanza económica del país. Oro, petróleo, coltán… indígenas despedazados para servir de pasto a los mastines, fosas comunes o disidentes arrojados al mar desde aviones… quinientos años de destrucción, quinientos años de resistencia.
Españoles y cristianos en tiempos de fray Bartolomé; ya los llamemos blancos, occidentales o, sencillamente, “hombres civilizados”, la historia de los nativos tras nuestra llegada a América, África, Oceanía o Asia, es la historia de un pillaje y una idolatría que hoy atenaza tanto a unos como a otros. Sabio el señor Hatuey que percibió cual era el verdadero ídolo ante el que nos arrodillamos los civilizados; ingenuo, al pensar que su ira se aplacaría con bailes y cantos, al dios de oro hay que darle sangre, alma y vida para contentarle.
La difamación e inquina de los “ecuánimes” se ha cebado en este humilde fraile andaluz que ha sido tachado de exagerado, parcial e, incluso, de mendaz. Si Las Casas criticaba los excesos de españoles y cristianos no era por afán de escándalo o por ensuciar el nombre de su patria o religión sino porque percibió, verdaderamente, que existía una ley humanitaria, natural o divina, que estaba por encima de cualquier imperio, ante la cual todos debemos responder. En defensa de esta ley natural, el buen fraile justificó, incluso, la guerra defensiva y anticolonial de los nativos contra sus propios compatriotas. Actitud que puede resultar paradójica y reprochable pero que solo viene a mostrar la irrelevancia que desde una perspectiva universal de la dignidad humana tiene la pertenencia a una raza, nacionalidad o credo.
“…por lo cual fue causa que de desesperados (viéndose todos los demás tan cruelmente perecer) se alzasen y fuesen a los montes y matasen muy justa y dignamente algunos españoles. Y después, con las injusticias y agravios de otros modernos tiranos que por allí pasaron para destruir otras provincias, que ellos llaman descubrir, se juntaron muchos indios, haciéndose fuertes en ciertos peñones, en los cuales agora de nuevo han hecho en ellos tan grandes crueldades que cuasi han acabado de despoblar e asolar toda aquella gran tierra, matando infinitas gentes. Y los tristes ciegos, dejados de Dios venir a reprobado sentido, no viendo la justísima causa, y causas muchas llenas de toda justicia, que los indios tienen por ley natural, divina y humana de los hacer pedazos, si fuerzas e armas tuviesen, y echarlos de sus tierras, e la injustísima e llena de toda iniquidad, condenada por todas las leyes, que ellos tienen para, sobre tantos insultos y tiranías e grandes e inexpiables pecados que han cometido en ellos, moverles de nuevo guerra, piensan y dicen y escriben que las victorias que han de los inocentes indios asolándolos, todas se las da Dios, porque sus guerras inicuas tienen justicia, como se gocen y glorien y hagan gracias a Dios de sus tiranías…”
Fray Bartolomé de las Casas; Brevísima relación de la destrucción de las Indias; “De la Nueva España y Pánuco y Jalisco”.
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Es territorio común indicar que los españoles fuimos muy malvados. Pero estas afirmaciones suelen pecar de simples. Si, en toda la historia de la humanidad, unos han matado a otro por cualquier motivo, los españoles de aquellos años no iban a ser mejores. Se suele ignorar el caso que los indígenas preferían la justicia española que la indígena, ya que era más justa. Que muchos indígenas se aliaban con los españoles para atacar a sus enemigos, porque si, se mataban entre ellos y se esclavizaban y se sacrificaban, cosa que no nombras. Que una vez bajo el dominio español estaban sometidos a la ley española, como cualquier otro, porque eran súbditos españoles, tan español como uno de Cuenca. Otro cosa es que la justicia llegara a todos lados, que obvio es que no. Bartolomé de las Casas era español, lo que ennoblece a los malvados españoles. Había más como él seguro. Y los había mucho peores, claro. Los indios eran súbditos reales como cualquier español, cosa que no ha hecho ninguna potencia colonizadora (colonizar per se es considerar inferior) No todos los españoles, ni los nacidos en la península, disfrutaban de una buena vida. Tenían una vida tan o más perra que los indígenas. Hay mucha oscuridad en la historia de la conquista de América, pero hay también muchas luces. Es la historia de la humanidad. Los romanos llegaron a la península a sangre y fuego, ahí está Numancia, pero ¿qué podemos decir ante lo que es la historia de la humanidad? y ¿no nos enorgullecemos de lo dejaron y cómo han marcado nuestra personalidad actual, como pasó con los árabes? Centrarnos en un hecho no aporta información, hay que ver la película completa. Eran sociedades tanto o más imperfectas que la nuestra. Y eso que exterminaron, por favor, veamos la realidad. Hemos llegado al siglo XXi con comunidades en México que no hablan español, que viven aisladas, 500 años después. Cuesta creer la posibilidad del extermino. Que hubo muertes deleznables, seguro, ya que una sola es moralmente deleznable, pero la intención del exterminio es completamente falsa.