La patologización de la moralidad: ¿psicópatas o hijos de putas?
3He analizado en un artículo anterior cómo el concepto de locura al que estamos acostumbrados está fuertemente influido por la sociedad en la que vivimos. Usamos la etiqueta “loco” para describir a alguien con un comportamiento anormal, sin valorar si tal comportamiento no será un comportamiento lógico en determinado contexto social. Por ejemplo, un soldado sionista que sea empujado a actos de barbarie contra el pueblo palestino y que conozca la historia de las persecuciones sobre el pueblo judío, podría desarrollar estados de ánimos “anormales”: depresión, ansiedad, neurosis, etc. De hecho tras la guerra de Vietnam numerosos veteranos, implicados en crímenes contra la población civil, estuvieron sometidos a estados de malestar y sufrimiento emocional. En estos casos ¿la alteración es una enfermedad o una consecuencia lógica en un contexto humanamente degradado?
El concepto de locura, enfermedad o síndrome mental no puede ser separado del contexto social en el que se formula. De hecho, “el loco” o enfermo mental parece funcionar más como un anti-concepto que engloba todo comportamiento considerado anómalo que como una idea definida. “Enfermo mental” es un totum revolutum, un amplio cajón de sastre en donde cabe cualquier comportamiento “raro” que se nos pase por la cabeza. La psiquiatría está llegando a tales extremos que sobrepasan ya el ridículo y pretende que creamos que un depresivo, un alucinado o un “psicópata” son, igualmente, enfermos de la mente.
El término psicópata es sumamente peligroso, sin embargo la inclinación morbosa de la masa por los “lobos feroces”, “hombres del saco” y arquetipos similares, ha propiciado que se popularice el concepto de psicópata. Un “psicópata”, supuestamente, es un individuo que actúa fríamente, con capacidad de observar objetivamente los sentimientos de otras personas y manipularlos, con un fuerte ego y sin capacidad para sentir compasión ante el dolor ajeno. Un psicópata es lo que en español se ha llamado siempre un “hijo de puta sin entrañas”, pero mientras el término “hijo de puta” hace referencia a una falla del carácter moral, el término “psicópata” parece querer insinuar que el comportamiento de tal individuo está condicionado por una enfermedad o disfunción innata en su fisiología cerebral. Esta perspectiva es peligrosa, en primer lugar porque debilita la responsabilidad del propio individuo que no resulta ser más que una “víctima de su enfermedad”; pero también es una conceptualización socialmente nociva porque estigmatiza al hijo de puta y lo presenta como “irredimible” o, incluso, como sujeto a medicalizar.
En el Investigación y Ciencia de abril 2013 hay un interesante artículo titulado “La sabiduría de los psicópatas”. Este artículo tiene la virtud de mostrarnos las aporías en las que cae la psiquiatría al pretender definir con un poco de rigor lo que es un “psicópata”. En el artículo Kevin Dutton constata que las habilidades de los “psicópatas” son habilidades socialmente muy útiles y necesarias en determinadas ocupaciones; pone el ejemplo de un cirujano que en el desempeño de su labor debe tomar distancia emocional y actuar fríamente para obtener un objetivo, igual que los supuesto psicópatas. Podemos pensar en numerosas profesiones en donde cierto distanciamiento emotivo no solo es necesario sino imprescindible para desarrollarlas, pero podríamos llegar aún más lejos y concluir que sería imposible educar e interaccionar racionalmente con otros seres humanos si careciéramos de esta capacidad de distanciarnos emocionalmente de nuestros interlocutores en diversos grados.
Por ejemplo, un padre que ve llorar a su hija porque quiere una chocolatina antes de comer y que en vez de dársela la ignora ¿es un psicópata? Evidentemente no, en determinados contextos es preciso mantener cierta distancia emocional y no ser conmovidos con facilidad. Sin embargo, si este mismo padre se mostrara indiferente ante el llanto de su hija cuando fuera mordida por un animal, sí podríamos decir que ese “distanciamiento” es reprobable. Pero es reprobable no por “enfermizo” sino porque es un distanciamiento impropio de un progenitor que tiene como deber incontrovertible el cuidado y educación de sus hijos. Con este ejemplo quiero poner en evidencia que alguien puede ser una persona fría y distante y no por ello ser un enfermo mental, la diferencia estriba en una cuestión moral, no es una cuestión “psiquiátrica”. Cuando alguien es calculador, frío y con capacidad para distanciarse emocionalmente pero cumple con una función social útil y no daña a sus semejantes en su propio provecho, no podemos considerar a tal persona una enferma ni siquiera que tiene “rasgos psicópatas”. Lo que hace al hijo de puta no es tal o cual habilidad o actitud diagnosticable o cuantificable, sino su voluntad de imponer su deseo a los demás a cualquier precio; esto, digan lo que digan los académicos, es una falla moral, no una enfermedad.
Psicopatía y sociopatía
Supongo que la psiquiatría cuando califica de enfermedad la psicopatía es porque parte del presupuesto de que todos los seres humanos, en su mayoría, sienten de manera natural empatía por el otro. Aquellos que, bajo ninguna circunstancia, sienten empatía por el otro, se salen de la normalidad y, por lo tanto, se consideran «enfermos». Si la falta de empatía viene motivada por factores sociales, se podría hablar de sociopatía y, en cierta medida, de enfermedad en tanto en cuanto rompe con la regla de que los seres humanos sienten empatía alguna vez por el otro. No se habla de falta de empatía en algunos casos, sino de falta de empatía en todos los casos. O bien, por una cuestión innata (psicópata), o bien, por una cuestión social (sociopata). Repito: supongo que ese será el presupuesto de la psiquiatría. Partiendo de este presupuesto tampoco es operativo el concepto de enfermedad, salvo en la sociopatía [siempre y cuando pensemos que el concepto de enfermedad puede remediarse con la adquisición de la salud; por lo que en el caso de la psicopatía sería inútil en tanto en cuanto viene determinado de manera innata; ahora bien, ¿acaso lo innato cada vez es menos innato con las nuevas tecnologías de la ingeniería genética?; de aquí, se coligen muchas cosas: una, por ejemplo, si es posible la transformación de la enfermedad a la salud, la categoría que opera de fondo es: o bien, moral (busquemos la salud porque es lo bueno); o bien, institucional (busquemos la normalización como patrón de control)]. De aquí deducimos varias lecturas. Una: tampoco tiene sentido hablar de moral en tanto en cuanto lo que no se elige (ser psicópata: no tener empatía jamás por los demás, por los caprichos de la biología; de igual manera no tiene sentido llamar a un robot o a un león «hijo con madre de profesión incierta» ) puede ser juzgado como bueno o malo. Una bis: como falla de la naturaleza se considera enfermo que hay que aislar para evitar. Dos:… Tres:… Etc.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Por estos lares teníamos a un indigente esquizofrénico al que apodaban » el loco de los remedios». Tenía cuarenta detenciones a sus espaldas. Tiró a una mujer embarazada al suelo y le machacó los dedos de la mano a pisotones. Le cortó el cuello a un hombre con una botella. Por eso último, el hijo de puta del juez le puso 20 dias de internamiento en el psiquiátrico penitenciario. De donde salió duchado, con el pelo cortado, alimentado y descansado. Vuelta a empezar.
A mí me intentó atacar en cuatro ocasiones. Hasta que le metí una hostia y se cambió de barrio. Cuando se toman medidas expeditivas, aprenden…
El tipo es un cínico de mucho cuidado. Insulta a la gente con mucha mala baba. Se ve claramente que es una mala persona. Alguien que nació muy fuerte ( lleva décadas en la calle y está más sano que muchos ciudadanos con techo, dieta y gimnasio) pero mentalmente inflexible.
Para colmo de males, el escritor Antonio Burgos le dedicó una mención como a un » pobrecito humano incomprendido».
La realidad, lo crean o no, es que simple y llanamente hay gente verdaderamente mala en el mundo. Da asco tanta justificación psiquiátrica que sólo sirve para que estén en la calle. Y sin tratamiento obligatorio. Tenemos una justicia tercermundista basada en la negación del problema
Uy no.
Si mezclas Hijo de Puta con Psicópata, eso es que probablemente nunca te ha tocado lidiar con uno de estos últimos.
Hijos de puta hay muchos, psicópatas, menos (afortunadamente). Hay hijos de puta neurotípicos, incluso neuróticos. También hay psicópatas «leves» que podríamos tildar de hijos de puta.
Pero la psicopatía no es una enfermedad, y ahí estriba precisamente su enorme peligrosidad, ya que no se trata de una condición «curable».
La sociedad tiene una patata caliente gigantesca con este problema, ya que sabemos que aprox. un 1% de la población es psicópata, y son demonios con los que hemos de aprender a convivir nos guste o no.