La responsabilidad política del periodista según Max Weber
1 En su conferencia de 1919 “La política como vocación”, Max Weber analiza algunos elementos fundamentales de la vida política de su tiempo: la definición de Estado, la partidocracia, los modos de legitimación de poder, etc. Entre estos elementos imprescindibles, según el alemán, para entender la política del momento está el periodismo.
Para el autor, la aparición del estado constitucional y de la democracia en Occidente conllevaron que la jefatura política del estado fuera, y sea, habitualmente detentada por un “demagogo”. Weber utiliza esta palabra sin matiz peyorativo, demagogo fueron tanto Cleón como Pericles; fueron ellos, en la asamblea, los que dirigieron al pueblo. El demagogo utiliza el discurso para convencer y guiar al pueblo, sin embargo, hoy en día, aunque se sigue usando el discurso como herramienta política, es más frecuente el uso de la palabra escrita para dirigir a la masa de seguidores. Pero ¿quién es el que escribe la palabra impresa que posteriormente moldea los actos de los seguidores de los líderes políticos (jefes de partidos)? El periodista y, en menor término, el publicista político (asesores). El periodista representaba, en el momento en el que se impartió la conferencia que comentamos, la figura más notable del demagogo, sin embargo, rara vez el demagogo-periodista se convierte en jefe de partido, como era natural anteriormente, ¿por qué?
En primer lugar porque el periodista, como el abogado y el artista, pertenece a una especie de casta social “paria” que los miembros “respetables” de la sociedad considera moralmente peor. Hoy en día, sobre todo en EE.UU., la figura del abogado sigue siendo denostada; la del artista también en casi todo occidente: unos y otros adoptan, en el imaginario colectivo, modos de vida y de moralidad “distintos” cuando no peores. Aunque quizás esta imagen no sobreviva entre nuestros tópicos sociales con tanta fuerza como a principios del XX, sigue manteniéndose un cierto desprecio, entre algunas capas de la población, hacia la figura y la profesión periodística. A pesar de esto, Weber defiende esta figura ya que, aunque se subraye en nuestra memoria la obra periodística irresponsable o complaciente con los intereses creados, la labor del periodista es un trabajo plagado de peligros como, por ejemplo, la redacción por encargo.
“Como lo que se recuerda es, naturalmente, la obra periodística irresponsable, a causa de sus funestas consecuencias, pocas gentes saben apreciar que la responsabilidad del periodista es mucho mayor que la del sabio y que, por término medio, el sentido de la responsabilidad del periodista honrado en nada le cede al de cualquier otro intelectual. Nadie quiere creer que, por lo general, la discreción de un buen periodista es mucho mayor que la de las demás personas, y sin embargo así es.”
Weber, Max; La política como vocación;
Alianza Editorial 2009, trad. Francisco Rubio Llorente; p. 118.
Además el periodista encuentra otra dificultad para llegar a ser jefe de partido y es la falta de libertad ya que al ser un trabajador remunerado que necesita trabajar para subsistir, su actividad como articulista tendrá que satisfacer las exigencias de sus patronos antes que las necesidades propias como intelectual. Por eso llega afirmar Weber que la influencia política que pierde paulatinamente el periodista es adquirida por los magnates de la industria editorial, el sociólogo pone el ejemplo concreto de Alfred Harmsworth, lord Northcliffe.
Por estos peligros la profesión de periodista es un medio importante para llegar a la “política profesional”, aunque no para alcanzar la jefatura. El periodista puede convertirse en los estados democráticos constitucionales en un elemento activo del discurso político, aunque esa posibilidad no esté al alcance de todos y menos aún de “los caracteres débiles” (Ibíd., p. 121) ya que, los peligros internos a los que no puede sustraerse ningún periodista con amplitud de mirada y las necesidades materiales hacen complicado un trabajo periodístico que vaya más allá de repetir tópicos o que evite la eventualidad de convertirse en mera propaganda.
El análisis de Weber me resulta acertado. En tiempos como los actuales, de profunda crisis, es necesario un periodismo comprometido. Lleva siendo necesario hace mucho tiempo pero la pérdida de independencia de los periodistas, que están, muchas veces, supeditados a los partidos y a los Alfred Harmsworth actuales, ha promovido que estemos en la actual situación. No solo está en crisis la economía y los valores sino la libertad de pensamiento. Internet ha supuesto la ruptura del monopolio de la información, el articulismo, la palabra escrita (ya no impresa) parece, poco a poco, erosionar terreno al periodismo de la imagen y recuperar su antiguo papel. Si el periodista a principios del XX corría el riesgo de vender su alma al mejor postor, el periodista del XXI, convertido en bloguero, se enfrenta al ruido de la red si quiere ser escuchado e influyente. El debilitamiento de la televisión como medio de dirigir a la masa, fruto del nacimiento de otros modos de comunicación más directos pero igualmente masivos, nos lleva a una esperanzadora situación similar, pero a la inversa, a la que constató Weber: el bloguero, periodista o no, gana cada vez más influencia como constructor de opinión en detrimento de los grandes grupos de capital que monopolizaron la construcción de la opinión pública hasta no hace mucho.
Share
¿Que entendemos por sociología del periodismo? me puedes ayudar?, saludos.