Las falacias materiales
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Una falacia en la argumentación es la aplicación incorrecta de un principio lógico válido, o la aplicación de un principio inexistente. Un razonamiento que contiene una falacia se denomina falaz y se considera erróneo. La presencia de una falacia en un razonamiento no implica necesariamente nada acerca de la veracidad de las premisas o de su conclusión: ambos pueden ser ciertos, pero el razonamiento no es válido porque la conclusión o no se deriva de las premisas usando principios de inferencia válidos, o se deriva pero forzando, tergiversando o, en general, haciendo mal uso de ellos. [artículo «Falacia» de la Wikipedia]
Existen, básicamente, dos tipos de falacias: las falacias formales y las falacias informales. Las falacias formales son aquellas que violan una de las leyes de la deducción lógica aparentando cumplirla; las falacias informales o materiales son aquellas que elaboran una argumentación introduciendo elementos ilegítimos o extraños a la argumentación propiamente dicha. En una argumentación pueden darse estos dos tipos de falacias conjuntamente. Puede considerarse un tercer tipo de falacia las que interpretan erróneamente las relaciones causa-efecto, son las llamadas por algunos autores “falacias inductivas”. En este trabajo las hemos incluido en las falacias materiales, lo que, por otro lado, hacen la mayoría de los manuales.
A continuación veremos los tipos más habituales de falacias materiales aunque no todas.
Argumentum ad hominem: es una falacia lógica muy usada que tiene como procedimiento argumentar sobre el que hace la afirmación y no sobre la afirmación misma. Este tipo de falacia trata de desacreditar una afirmación desacreditando a quién la afirma por lo que, en ocasiones, supone un ataque no a las ideas (cosa siempre respetable) sino a las personas (cosa no tan respetable).
Uno puede tener una duda legítima porque la fuente no le parezca fiable: si una persona que vende naranja nos dice que sus naranjas son las mejores podemos suponer que esa afirmación está cargada de intencionalidad; lo que no es legítimo hacer es rechazar de plano esa afirmación porque esa persona esté interesada en mantenerla.
Se identifican tres variedades de falacia ad hominem: ad hominem abusivo, ad hominem circunstancial, y ad hominem tu quoque.
– Ad hominem abusivo: consiste en proferir un insulto, fundado o no fundado, al que hace una afirmación para desprestigiar su tesis. Es doblemente falaz cuando la acusación no tiene ningún tipo de relación con lo que el sujeto víctima de ella sostiene.
“ Tu dices que soy un ladrón pero ¿quién eres tú para acusarme si todo el mundo sabe que eres un adúltero?”
– Ad hominem circunstancial: consiste en sugerir que el interlocutor tiene intereses para mantener una determinada afirmación y que esos intereses invalidan la afirmación completamente. El hecho de que alguien tenga interés en mantener una posición cualquiera nos debe hacer precavido ante esa postura pero no se convierte, por ello, en una afirmación mentirosa.
“ Dices que la botánica es muy importante porque eres presidente de la asociación botánica. Luego tu afirmación es falsa”
– Ad hominem tu quoque: es la falacia que pretende mostrar la falsedad de una afirmación demostrando la incoherencia entre lo que el afirmante dice y hace. Que una persona no sea coherente con sus ideales no muestra que esos ideales sean falsos.
“ El médico me dijo que fumar era malo, hoy le he visto en el bar fumando. Si fuera malo el no fumaría, luego fumar no es malo”
El argumento de autoridad o magister dixit: es la falacia que mantiene que una cosa es verdadera o falsa porque sobre ella se ha pronunciado, en un sentido u otro, una persona de autoridad. Es lógico que creamos más probables las afirmaciones sobre una materia que provengan de una persona experta en esa materia, pero caemos en una falacia cuando consideramos el juicio del experto una prueba irrefutable de la verdad o falsedad de una afirmación cualquiera. Puede ser entendida como un tipo de argumentum ad hominem.
“El Sol gira alrededor de la Tierra, lo dice Aristóteles”
Argumentum ad populum: falacia que pretende mostrar la verdad o falsedad de una afirmación fundándose en la opinión mayoritaria. Este argumento es similar al argumento de autoridad con la diferencia de que en esta falacia la autoridad no se sustenta en la calidad del afirmante sino en la cantidad. Es un tipo de falacia común en las argumentaciones populistas de los regímenes políticos que se basan en la manipulación de las masas.
“Si la gente quiere programas del corazón es que son programas positivos y de interés”
Argumentum ad antiquitatem: falacia que sostiene que un enunciado teórico o práctico es correcto únicamente porque se cree desde hace tiempo en su validez. También se denomina “apelación a la tradición”. Posiciones ideológicas tradicionalistas y reaccionarias incurren con suma frecuencia en esta falacia.
“En ningún país del mundo votan las mujeres; sería una locura que en el nuestro votasen, nunca lo han hecho”
Argumentum ad novitatem: esta falacia es la contrapartida de la anterior y sostiene que una afirmación es verdadera porque es novedosa, moderna o “está de moda”. Es planteada desde ideologías “progresistas” o como falacia en la que incurren los jóvenes al entrar en una discusión de “conflicto generacional”.
“El mejor sistema operativo es el más novedoso”
Argumentum ad cruneman: también denominada “apelación a la riqueza”. Es aquella falacia que usa la riqueza y la productividad económica de una idea, persona o producto como base para sustentar su valor. Es muy común en la crítica a productos de consumo como veremos en el ejemplo.
“Puede que no te guste Windows pero ha generado millones de dólares, por algo será”.
Argumentum ad lazarum: falacia contraria a la anterior, también denominada “apelación a la pobreza”. Es aquella falacia que apela a la pobreza del hablante para fundamentar la verdad de sus afirmaciones. Es un modo de argumentación utilizado usualmente para validar las afirmaciones de algún gurú o maestro de turno.
“Fray Leopoldo era un hombre pobre y humilde, sus palabras debían ser sabias”.
Argumentum ad misericordiam: falacia que pretende la manipulación emotiva del auditorio. Pretende probar la verdad o falsedad de una afirmación basándose en el afecto o lástima hacia quien sostiene la afirmación o hacia al que le afecta las consecuencias de la afirmación.
“Raimundo me dijo que vio un fantasma, no creo que mienta con lo buena persona que es”.
Argumentum ad logicam: falacia que sostiene la falsedad de una conclusión porque deriva de una operación lógica errónea. La conclusión de un razonamiento puede ser verdadero aunque el razonamiento en sí sea falaz.
“- ¿Cuánto es dos multiplicado por dos?
– Para multiplicar dos números se toma el primero y se le eleva a la potencia del segundo, luego 2×2 quiere decir 2 elevado a2 o lo que es lo mismo 4”.
– Ese resultado es falso”.
Argumentum ad ignorantiam: esta falacia tiene una estrecha relación con el principio del onus probandi. Se produce esta falacia cuando alguien niega una afirmación con rotundidad porque esta no pueda ser probada fehacientemente. Aunque pueda parecer que contradice a la carga de la prueba no es así sino que sólo la complementa. Si alguien cree en Dios o cree que su pareja le aprecia no puede más que creer en ello, no hay una prueba científica para demostrar el amor de una persona hacia otra o la existencia de Dios. Estos conceptos son objetos de creencia o de fe y aunque no podamos demostrarlos podemos asumirlos como creencias verdaderas y ser, incluso, verdaderos. En otras palabras: que no podamos probar algo sólo significa que no podemos probarlo, no que sea falso.
“Tu dices que eres mi amigo pero no tienes ninguna prueba de ello, luego es falso que seas mi amigo”
Argumentum ad consecuentiam: es aquella falacia que niega la verdad de una afirmación por sus supuestas consecuencias negativas. En ocasiones esta falacia hace una exageración de esas consecuencias, en otras inventa esas consecuencias y por último, a veces, esas consecuencias son reales. Es preciso aclarar que podemos oponernos a una política o a una situación porque las consecuencias que creen sean negativas pero no podemos negar la verdad de un hecho porque sus consecuencias, a nuestro juicio, no sean “buenas”.
“Si todo el mundo se baja las películas de internet nadie iría al cine y los dueños de estos locales se arruinarían. Por lo tanto, bajarse películas de internet es malo”.
Falacia naturalista: falacia según la cual lo que ocurre es lo que debe ocurrir. Se suele emplear en argumentaciones éticas sobre lo que es “común” o “apropiado”.
“En la selva el más fuerte devora al más débil, así debe ser en la sociedad humana también”.
Post hoc ergo propter hoc: esta argumentación falaz ocurre cuando un hecho que antecede a otro es considerado la causa del segundo. Este tipo de razonamiento es la base del pensamiento mágico. En ocasiones es legítimo suponer una relación causa-efecto pero para establecer esta relación es necesario un reiterado proceso de corroboraciones.
“Llegaste a casa y se me incendió la cocina ese mismo día por la tarde, eres un gafe”.
Una variante de esta falacia es la falacia cum hoc ergo propter hoc que literalmente quiere decir “junto con esto luego antes que esto”. Se produce cuando dos hechos concurrentes son interpretados como causa uno del otro cuando esa relación causal no está probada ni mucho menos.
Petición de principios o petitio principii: esta falacia se produce cuando la tesis que se intenta probar está implícita o explícitamente en los principios de la argumentación. Esta falacia ya fue enunciada por Aristóteles en su obra “Primeros analíticos”.
“Teófilo nunca miente cuando habla estando ebrio, Teófilo está ebrio y ha hablado. Conclusión: lo que ha dicho es verdad.»
Páginas consultadas:
http://www.angelfire.com/az/ateismo/logica.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Falacia
publicado originalmente en abril del 2007.