Los límites de la tolerancia en John Locke
0En un artículo anterior traté del concepto de la tolerancia el Locke, en este trabajo que me ocupa mostraré los límites de esa tolerancia dentro del sistema político del autor empirista.
Aunque la “Carta sobre la tolerancia” de Locke fue un avance importante en la aceptación de la pluralidad ideológica en Occidente, no debemos olvidar que para Locke existen modos de pensar y de religiosidad que no deben ser aceptados por el estado.
En primer lugar, la obra que trato hoy no defiende la libertad de pensamiento sino la libertad de culto ya que uno de los argumentos claves para esta tolerancia es que el hombre debe de preocuparse más de la salvación de su alma que del bienestar material. Luego, el hombre que viola una ley que prohíbe expresar sus sentimientos religiosos, lo hace legítimamente. Por tanto, debemos tener claro que este derecho legítimo de todo hombre a cuidar de la salvación de su alma antes que del cuidado de la res publica no concluye que el hombre sea libre de opinar como guste públicamente en otros asuntos que no tengan que ver con la religión. Si el magistrado considera que una opinión subvierte el orden público puede legítimamente prohibirla y perseguirla, ya que precisamente el cuidado del orden público, según sus propios criterios, es la tarea del magistrado.
En segundo lugar, para Locke la religión intolerante o que promueve la sedición no tiene cabida en el estado. La religión intolerante siembra discordia entre los súbditos, poniendo en riesgo la convivencia, una religión así no puede pedir el amparo ni tan siquiera la tolerancia del estado cuando ella misma no reconoce el respeto a los cultos diferentes como condición para la convivencia pacífica. Pero además de religiones que se oponen a la convivencia tolerante con otras creencias, existen religiones que promueven la desobediencia al estado o, al menos, la obediencia a un jefe político extranjero, por ejemplo el catolicismo. Locke parte de la separación de poderes: las distintas iglesias tienen como ámbito propio el individuo y su salvación; el estado tiene como función regular la convivencia pública y favorecer el bien material de sus súbditos. Ni el estado debe entrometerse en el ámbito propio de las iglesias, ni las iglesias entrometerse en la obediencia a las leyes del estado. Ahora bien, si los sacerdotes y fieles católicos juran obediencia explícita o implícita a un monarca extranjero como es el Papa, jefe del estado Vaticano, están confundiendo religión con política y promoviendo la sedición al poder legítimo del estado del que son súbditos. Por tanto, no es descabellado que el catolicismo no sea tolerado o que lo sea con prudencia, analizando cuidadosamente hasta donde llega la obediencia que los fieles católicos le deben al Papa. Aunque la intolerancia hacia el catolicismo no es claramente expresada por Locke el siguiente fragmento muestra con toda evidencia su pensamiento a este respecto:
“Existe aun un mal más oculto, pero más peligroso para la comunidad, que se presenta cuando los hombres se arrogan a sí mismos y a aquellos de su secta ciertas prerrogativas especiales recubiertas de palabras engañosas, pero opuestas a los derechos civiles de la comunidad. Por ejemplo, no nos es dado encontrar secta alguna que proclame, expresa y abiertamente, que los hombres no están obligados a cumplir sus promesas o que los príncipes puedan ser destronados por aquellos que difieren de ellos en religión, o que el dominio de todas las cosas sólo pertenece a ellos. Tales cosas, expuestas tan descarnada y enfáticamente, acarrearían muy pronto la atención y las reacciones del gobernante y despertarían la inquietud de la comunidad contra la propagación de un mal tan peligroso. Sin embargo, encontramos frecuentemente a algunos que dicen estas mismas cosas en otros términos. […] ¿Cuál puede ser el significado de la aserción en orden a que los reyes excomulgados deben ser depuestos de su corona y de sus reinos? Es evidente que mediante ello se arrogan el poder de deponer a los soberanos, puesto que pretenden que el poder de la excomunión es un derecho particular de su jerarquía. La afirmación de que el poder está basado en la gracia, es propia de aquellos que pretenden la posesión de todos los bienes ajenos, ya que es de suponer que no son tan menguados como para no proclamarse seres piadosos y fieles. Estos, por lo tanto, que atribuyen a los piadosos, religiosos y ortodoxos, en otras palabras, a sí mismos, privilegios especiales de poder en materias civiles sobre los demás mortales, o aquellos que, bajo pretexto de religión, reclaman para sí toda forma de autoridad sobre los que no participan de su comunión eclesiástica, éstos, sostengo, no tienen derecho alguno a ser tolerados por el gobernante […]Además: La iglesia que está constituida sobre estas bases no puede pretender la tolerancia del gobernante, ya que todos los que ingresen a ella se entregan ipso facto a la protección y servicio de otro príncipe. Por estos medios, el gobernante daría lugar al establecimiento de una jurisdicción extraña en su país y permitiría que sus propios súbditos se alistaran militarmente, por así decirlo, en contra de su propia patria. Tampoco la diferencia superficial y falaz entre la corte y la iglesia remediaría en absoluto este problema, particularmente cuando tanto la una como la otra están sujetas a la autoridad absoluta de la misma persona, que no sólo tiene poder para persuadir a los miembros de su iglesia de todo aquello que él decida, ya sea en lo meramente religioso o en lo conducente a ello, sino que también puede imponérselos bajo la amenaza del fuego eterno.”
fragmento extraído de http://www.hacer.org/pdf/Locke01.pdf
En tercer y último lugar, Locke no considera que la tolerancia religiosa sea extensible hasta el ateísmo. Esta intolerancia, junto a la que muestra hacia el catolicismo, es la que más desconcierto produce en el lector contemporáneo que lee esta obra considerándola, erróneamente, una defensa a ultranza de la libertad religiosa. No obstante, debemos reconocer que es perfectamente coherente con su sistema, pues si el estado debe ser tolerante con la pluralidad religiosa es porque la salvación del alma debe ser una preocupación mayor que la preocupación por lo público, y si el estado debe ser tolerante con el hereje, lo debe ser porque esta preocupación espiritual trasciende los fines del estado; sin embargo, en el ateo no existe esa preocupación trascendente a los fines del estado, por tanto, el cuerpo político no tiene la obligación de respetar esa opción. Además de no estar obligado a tolerar el ateísmo, el estado debe perseguirlo pues la descreencia en Dios es incompatible con el mantenimiento del estado: los lazos de la sociedad humana, los juramentos y, en definitiva, la eticidad, son imposibles, según Locke, con la descreencia en Dios. Argumento que se suele plantear desde posturas teístas contra el ateísmo y que la misma experiencia de las sociedades actuales muestra como falso. Tristemente, con bastante frecuencia son aquellos que se erigen como representantes o voceros de la divinidad los que, a lo largo de la historia y en la actualidad, asesinan y depredan a sus semejantes. No es necesario mostrar como los ateos, en las sociedades actuales, siguen actuando según pautas morales en esencia acordes con las pregonadas por muchas sectas religiosas. A pesar de su posición anti ateísta, Locke con su ataque al ateísmo abrió las puertas del deísmo, movimiento en auge durante toda la ilustración.
En definitiva, debemos valorar la “Carta sobre la tolerancia” de John Locke en su justa medida, fue un punto en la evolución hacia las sociedades plurales pero no el fin de esa evolución.