Náufragos en una isla, ¿quién mandaría?
1Resulta llamativo como la ficción televisiva o cinematográfica asume como incontrovertible un tipo determinado de liderazgo, el televidente observa la narración sin percatarse de la ideología oculta que se le trasmite. Existe una especie de subgénero de series y películas que tratan de las vicisitudes de pequeñas sociedades humanas que han tenido que formarse tras una especie de apocalipsis mundial, piénsese por ejemplo en “Walking Dead”, o que se han agrupado víctimas de un desastre que las ha situado en el aislamiento, v. gr. “Perdidos”. Lo común a la mayoría de estas microsociedades es que el sistema de organización social es una jefatura patriarcal; en pocas palabras: un varón aguerrido que con el concurso de otros lidera al grupo. Se asume casi indiscutiblemente que este sería el sistema que se impondría en una situación de extrema necesidad o de aislamiento pero tenemos derecho a preguntarnos si realmente ocurriría así.
Tanto poetas como filósofos hablan de una edad originaria en donde el hombre viviendo en estado natural no necesitaba de coacción ni de jefes, espontáneamente unos y otros buscaban el bien común. Esta edad de oro no ha podido ser corroborada por la experiencia, más parece un sueño de la razón, pero lo que sí ha quedado constatado es que en sociedades reducidas como las tribus paleolíticas no existe un liderazgo rígido ni constante, por lo que podríamos poner en duda que en una situación parecida a las de tales tribus se estableciera un orden tan cerradamente jerárquico como da a entender la narrativa de ficción.
Tampoco vale que arguyamos la teoría del macho alfa según la cual en las manadas de mamíferos gregarios existe una estructura jerárquica piramidal cuya cúspide está ocupada por un macho poderoso y que, por lo tanto, siendo los seres humanos mamíferos gregarios nuestra sociedad primitiva o “natural” es precisamente esa. Esta teoría no es extrapolable a las personas no solo porque tal extrapolación caería en la falacia naturalista sino porque esa estructura de poder piramidal en donde un macho domina sobre el resto de la manada no se observa en todos los mamíferos gregarios ni, sobretodo, en primates cercanos a nosotros como los bonobos.
Rousseau afirmaba que el orden social descansaba en un pacto establecido por los miembros del grupo. Este pacto no tenía que tener un formato explícito pero se asume como legítimo naturalmente en las primitivas sociedades. Un grupo pequeño no tiene que sentarse en círculo y someter cada propuesta a votación, el intercambio de puntos de vistas o proyectos son aceptados o rechazados en un proceso continuo de reflexión ya que la comunidad es suficientemente pequeña, en un primer momento, como para que el posicionamiento propio de cada individuo fuera conocido por todos los integrantes del cuerpo social. Este sistema de democracia difusa o informal sería, a mi juicio, el más habitual en una situación de aislamiento si el grupo es suficientemente pequeño y no es totalmente dependiente de las habilidades de alguno de sus miembros. Por supuesto, la voluntad colectiva puede encarnarse en un líder puntual pero ese liderazgo se ejercería en el tiempo y circunscrito a tareas o mandatos determinados.
A día de hoy existe esta democracia informal en los grupos de amigos sean estos más o menos extensos. Efectivamente, cuando estamos integrados en grupos de afinidad no realizamos votaciones para decidir a qué bar vamos a ir de tapas; uno sugiere un local, otro sugiere otro, nos dejamos llevar por aquel que suele acertar en sus elecciones pero no lo seguimos lacayunamente. ¿Es un líder aquel que conoce mejor la oferta gastronómica de la ciudad en la que estamos o nuestro amigo cinéfilo al que hacemos casos cuando nos recomienda una película porque tenemos gustos parecidos a él? Podríamos decir que son líderes contingentemente pero no mandamases que nos dirigen. De hecho cuando alguien en nuestro círculo de amistades pretende mandonearnos continuamente nos alejamos de él o lo ignoramos; este rechazo del “mandón” se observa en niños a muy tempranas edades, lo que parece indicar que el amor a nuestra propia independencia es una inclinación natural en muchos.
Lógicamente el paralelismo entre un grupo de amigos inserto en una sociedad de masa y un grupo heterogéneo aislado en una isla no puede llevarse hasta su último extremo; sin embargo, la hipótesis que planteo sobre cómo podría organizarse una pequeña comunidad humana aislada sí pone en evidencia como es imaginable otro tipo de ordenamiento social diferente al considerado natural por la ideología televisiva. En ocasiones, la ideología dominante no se nos inculca por un plan malintencionado sino porque, mayoritariamente, se acepta como incontrovertible y “natural” el orden ya dado. Viviendo en sociedades estatales y patriarcales, las series y películas que tratan de las andanzas de pequeños grupos humanos reflejan nuestros propios prejuicios sobre la autoridad y el modo de organización social sin necesidad de que los guionistas estén conscientemente ideologizados.
Rousseau es un ingenuo, su métafora del Estado Natural ha terminado por ser irreal y desastrosa para quien cree en ella. Y la zanahoria pijoprogre de toda conducta reaccionaria. El hombre es un animal jerárquico y un compulsivo buscador de pertenencia y estatus.