«Nada es más útil al hombre que el hombre» ¿Spinoza un filósofo liberal?
1 “El fundamento de la virtud es el esfuerzo mismo por conservar el ser propio, y la felicidad consiste en el hecho de que el hombre pueda conservar su ser”.
Escolio de la Proposición XVIII de la Cuarta Parte de Ética demostrada según el orden geométrico, del filósofo Baruch Spinoza, en la traducción de Vidal Peña para la editorial Alianza. (La frase entrecomillada que forma parte del título de este artículo se encuentra también en el escolio citado).
El filósofo de Ámsterdam, al subrayar el carácter “útil” de las relaciones humanas y el provecho de la socialización para nuestra propia realización, enlaza con una larga tradición filosófica que hunde sus raíces en la filosofía clásica. Efectivamente, ya Aristóteles constató que el hombre es un ser social y en tanto tal se satisface en la relación con otras personas; como el fin del hombre es su propia realización y a esta realización la llamamos felicidad, el autor griego considera que la capacidad para socializar es una virtud ya que permite al hombre ser lo que es y acrecentarse. Coherentemente con tal argumento, Aristóteles reflexionará en su Ética a Nicómaco sobre la amabilidad (1126b-1127a) y la capacidad para bromear (1127b-1128b) y las considerará auténticas virtudes morales como la sinceridad, el pudor o la liberalidad.
“Puesto que en la vida hay también momentos de descanso, en los que es posible la distracción con bromas, parece que también aquí se da una relación social en la que se dice lo que se debe y como se debe”
(Aristóteles, loc. cit. en la traducción de Julio Pallí Bonet)
Comprendiendo la postura del autor griego, entendemos también que cuando Spinoza afirma que un hombre puede ser lo más útil para otro hombre no entiende la “utilidad” en un sentido instrumental sino de una manera más sutil. El hombre en cuanto ser social encuentra en sus semejantes apoyo y descanso para sus esfuerzos. El amor sexual, la amistad o la construcción de un negocio tienen como fundamento, si se fundan en la razón, tanto la búsqueda de nuestro propio bien como el de nuestros semejantes. Es factible amar a alguien porque “nos conviene” y nos es útil, pero esa no es la utilidad a la que se refiere Spinoza ni mucho menos; si queremos a un amigo no solo nos satisfacemos en el bien que nos hace sino que nos gloriamos, mucho más, en el bien fraternal que nosotros le hacemos a él. Porque si solo obtenemos provecho de alguien sin dar nada a cambio, el lazo de la amistad será más débil que si el provecho es mutuo; en tal situación nos convertiríamos en esclavos de nuestro propio egoísmo porque dependemos de la otra persona pero ella no nos necesita ya que no obtiene nada valioso de nuestro amor. Así el hombre sabio busca su utilidad siendo útil a otros y le resulta placentero, en alto grado, el contacto con iguales para aunar esfuerzos por el bien común, especialmente, en la lucha contra la opresión y las miserias colectivas.
Desde cierto liberalismo simplista se ha considerado a Spinoza como “precursor” del liberalismo económico. No obstante, el liberalismo de manual que se enseña en las facultades de economía tiene un carácter individualista y puritano al que es ajeno el pensamiento spinozista. Según Adam Smith que un panadero piense en su propio provecho es provechoso para los demás miembros de la sociedad: si el panadero quiere vender su mercancía intentará que sea más barata o de mejor calidad para así tener más clientes y enriquecerse. Dejando al margen la posibilidad de que el panadero buscase su propio provecho económico adulterando el pan o explotando laboralmente a sus trabajadores, lo cierto es que el liberalismo y, por lo tanto también el capitalismo, tienden a identificar el propio bien del individuo con su enriquecimiento. No encuentro rastro de esta simplicidad en el pensamiento de Spinoza. ¿Acaso el panadero no tiene más razón para ser amable con sus clientes que conseguir que afluyan más individuos a su tienda? A cualquier espíritu mínimamente libre le incomoda esa amabilidad lacayuna pero aún cuando carecieramos de esa sensibilidad ¿acaso la amabilidad y la simpatía hacia los hombres y mujeres diversos que entran en un establecimiento no redunda en una “utilidad” más profunda que el mero enriquecimiento económico? La autosatisfacción por un trabajo bien realizado, la gratificación y ayuda de las personas con las que se establecen vínculos, el reconocimiento social de nuestra propia valía, son útiles en el sentido en el que Spinoza se refería a la “utilidad”: nos ayudan a ser lo que somos o, lo que es lo mismo, a ser felices. Desde luego que el lucro también puede colaborar en nuestra felicidad y convertirse en un apoyo para nuestra utilidad, pero considerar el lucro en sí mismo como nuestra felicidad o como el camino prioritario para alcanzarla es un modo de pensar reduccionista que no se le puede achacar a una figura de la talla de Spinoza.
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