Sobre el amor a la libertad y las razones de la sumisión
0A día de hoy, la inmensa mayoría de los súbditos del estado español no tienen una imagen positiva de la clase política. Algunos aún los consideran, como mucho, un mal necesario. Como profesor de Educación para la Ciudadanía a veces pienso que los juicios tan acerados de mis alumnos de trece y catorce años sobre los políticos no son tanto una opinión personal sino reflejo de un hecho sentido en sus familias y gran parte de la sociedad.
En esta situación, ¿cómo es posible que el pueblo obedezca a quien desprecia? Es como alguien que tiene una piedra en el zapato y no es capaz de parar, arrojarla lejos y seguir caminando. Para entender esta aparente paradoja social es muy importante analizar detenidamente los sistemas industriales de propaganda pero también la comprensión de las bases morales sobre las que se asienta el actual sistema de formación normal.
Recuerdo, cuando era un niño en el colegio, como me quedaba mirando embelesado y melancólico la verja que rodeaba el patio del recreo. Mientras mis compañeros jugaban al fútbol yo mascullaba entre dientes que aquello era un jodido campo de concentración. Nunca he podido ver en unos barrotes el refugio de mi corazón, siempre fueron algo que ensuciaba mi visión del cielo y las copas de los árboles. Es difícil explicar el asco que me provocaba ese sonido de timbre entre clase y clase, como si fuéramos perros de Pávlov . Quería gritar que yo no era un perro hasta echar abajo esos muros que me enclaustraban.
Es difícil explicar el amor a quien no ama o lo ha olvidado. ¿Cómo pueden pretender, siquiera, alejarnos de nuestro anhelo más profundo a base de premios y castigos? Sé que es muy débil el alma de los hombres, a veces me he cobijado en seguras mazmorras, mas aún en aquellos momentos sentía mi tranquilidad como fría y tenebrosa, preludio de la muerte y la inacción.
He querido entender esa inclinación a la libertad como algo natural en todos los hombres; aunque quizás sea una particular tara de mi carácter. Si es así, solo espero que no pretendan administrarme ningún tratamiento para corregir tal desviación.
De hecho, para corregir esa desviación está construido nuestro sistema de formación. A los niños se les adiestra desde muy pequeños a que idolatren a un monstruo de papel llamado “calificaciones”, olvidando todo lo demás. Se nos encierra desde chicos en jaulas de hormigón mientras la vida pasa allí fuera; el conocimiento queda ahogado por el peso de mochilas, infladas de nada.
Nos han educado uniformemente en la obediencia, nuestras voces no fueron escuchadas y si lo fueron nunca tuvimos la capacidad de cambiar nada importante. Cuando desde niños somos formados así, entre vallas y amenazas, es normal que muchos sean incapaces de pensar en otra cosa que no sea en obedecer y proteger lo suyo. Nos hacen tragar el veneno de la sumisión desde que nacemos hasta que morimos; y así de hombres débiles nos convierten en reses que agachan la cabeza cuando las llevan al matadero.