Sobre el estudiar y el estudiante de Ortega y Gasset
2 La lectura de “Sobre el estudiar y el estudiante” de José Ortega y Gasset, me ha impresionado por la radicalidad y certeza de su análisis. Parte el filósofo español de la premisa de que estudiar metafísica “es una falsedad”, pero no solo estudiar metafísica es inauténtico sino el estudiar mismo es una actividad falsaria.
El saber es totalmente distinto al estudiar. El filósofo, el científico o el místico buscan una verdad de la que sienten una necesidad íntima. Verdad, dice Ortega, es aquello que aquieta una inquietud de nuestra inteligencia. Por ejemplo, un estudiante memoriza y repite la estética trascendental de Kant para aprobar una asignatura que a su vez le permitirá acceder a unos estudios superiores que a su vez le permitirán tener un mejor nivel de vida. El estudiante percibe, por lo tanto, ese conocimiento como algo ajeno a sí, como algo que no necesita, un mero cúmulo de palabras. Lógicamente, la ciencia o la filosofía que no aquieta una inquietud de nuestro espíritu, es un conocimiento falso en tanto carente de verdad.
Una ley nos puede obligar a ir a 110 kilómetros por hora en autovías y nosotros podemos asumir esa obligación externa sin más. La norma se cumplirá pero no será nunca para nosotros una “necesidad íntima”. Así se ordena el sistema de leyes y está bien que así sea porque podemos vivir de esa manera. Sin embargo, la verdad precisa de autenticidad y esa necesidad nunca puede ser impuesta o inculcada desde fuera. Los docentes lo entendemos claramente: podemos obligar a los alumnos a que aprendan cosas pero nunca a que deseen y amen ese saber. Lo triste es que el conocimiento del que somos transmisores ha sido creado por hombres que sí sentían esa necesidad radical de saber. A lo sumo, podemos hacer que el estudiante tome “como suya” esa necesidad de verdad, pero ese “como” no introduce ni un ápice de sinceridad en la actitud del estudiante.
Se puede comprobar esta diferencia entre estudiante y científico en que el estudiante asume pasivamente unos conocimientos dados, asimila y traga con lo que le echen. El hombre de ciencia se acerca a la verdad heredada con suspicacia y sospecha, busca la satisfacción de una necesidad, no la asimilación acrítica de dogmas.
El estudiar se basa en esa falsedad esencial: fingir como propias unas necesidades que no lo son. Por eso afirma este autor que:
“en ningún orden de la vida sea tan constante y habitual y tolerado lo falso como en -la enseñanza. Yo sé bien que hay también una falsa justicia, esto es, que se cometen abusos en los juzgados y audiencias. Pero sopese con su experiencia cada uno de los que me escuchan si no nos daríamos por muy contentos con que no existiesen en la efectividad de la enseñanza más insuficiencias, falsedades y abusos que los padecidos en el orden jurídico. Lo que allí se considera como abuso intolerable -que no se haga justicia- es correspondientemente casi lo normal en la enseñanza: que el estudiante no estudie, y que si estudia, poniendo su mejor voluntad, no aprende, y claro es que si el estudiante, sea por lo que sea, no aprende, el profesor no podrá decir que enseña, sino, a lo sumo, que intenta, pero no logra enseñar.”
José Ortega y Gasset; Sobre el estudiar y el estudiante; capítulo ii
La situación actual es problemática. Paulatinamente el saber que debe asimilar el estudiante es mayor y eso produce que la posibilidad de una asimilación sincera de la necesidad de verdad sea cada vez menor. Fruto de esta educación en cadena es la incultura de la sociedad culta. Como consecuencia de esta hipertrofia de los estudios el hombre en la actualidad es más bárbaro e inculto que el hombre de hace dos siglos, ha cegado con más saña sus ojos y corazón a la necesidad de saber.
Lo problemático de esta situación es que no podemos dejar de estudiar de golpe, el sostenimiento material de millones de personas depende de que técnicas avanzadas sean enseñadas en las universidades. Sin embargo, este modelo de aprendizaje en masa va socavando cada vez más profundamente la verdadera ciencia, imposibilitando el surgimiento de nuevos saberes.
En esa encrucijada nos encontramos hoy. ¿Cómo salir de ella? Personalmente creo que solo con la ruptura del paradigma pedagógico actual, heredado de las sociedades industriales; ruptura que, en donde se produzca, supondrá una revolución tan radical como la que supuso la invención de la imprenta.
…
qué bueno !!
Seducción
El maestro debe ser un seductor. Si no seduces estás frito. la pedagogía actual no seduce a nadie, lo contrario: eleja. Es la única forma de abrir la puerta. Estanislao Zuleta habló de eso.