Reproductibilidad, televisión y arte
0 “La cantidad se ha convertido en calidad: el crecimiento masivo del número de participantes ha modificado la índole de su participación.”
Walter Benjamin; La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Taurus, Buenos Aires 1989.
¿Sufre el arte un proceso de vulgarización debido a la reproductibilidad a la que está sometido o una “democratización”? Es difícil responder esta pregunta ya que la definición de “vulgar” y “democrático” es extraordinariamente compleja. Tan compleja que para algunos son términos antitéticos y para otros meros sinónimos.
Si entendemos por vulgar algo simple debemos declarar que la producción audiovisual industrial-propagandística ha caído, verdaderamente, en lo vulgar. Innumerables tele-series de factura nacional o extranjeras muestran situaciones anodinas, cotidianas y, por ende, vulgares. Médicos en hospitales, vecinos en un bloque, policías en comisaría, y un largo etcétera. Las series fantásticas no van mucho más lejos y es verdaderamente frustrante observar como los hombres lobos, vampiros y elfos tienen las mismas estúpidas preocupaciones que el resto de los mortales. Ni siquiera ellos se libran del motor principal de la existencia humana, según muchos guionistas televisivos: el sexo, la riqueza, el fatuo reconocimiento social… Es fácil extrapolar lo que ocurre en la televisión al cine.
Bien es cierto que algunas series y películas se salvan de la vulgaridad y con el tiempo es probable que se conviertan en clásicos, pero no son ni la mayoría ni las más conocidas por el “gran público”. Pero ¿quién es el gran público? El error de analizar el arte del cine y la tele-serie desde un torpe elitismo es olvidar que el arte siempre ha tenido una doble vertiente: hay arte vulgar, hay arte esnob y hay un arte en donde las supuestas élites y la masa confluyen. Es cierto que buena parte de la producción cinematográfica actual está dominada por la vulgaridad pero ¿no ha sido siempre así en las demás artes? Es posible que antes de la época de la reproductibilidad el arte vulgar fuera menos visible, pero no por ello era inexistente. El carácter anónimo y efímero de este arte vulgar quizás lo haya invisibilizado pero desde la antigüedad tenemos constancia de su existencia. El genial Aristófanes con sus chistes soeces no hizo más que plasmar un arte cómico-vulgar preexistente.
El problema actual es como esa vulgaridad ha sido mutilada de su carácter espontáneo y crítico para convertirla en embrutecimiento dirigido de la masa. Lo vulgar en la televisión y en el cine, no nace o se representa en plazas, tierras de labor o reuniones en tabernas sino que es diseñado por un grupo privilegiado de ingenieros sociales.
La vulgaridad, que antaño fue plasmación de las contradicciones de las clases más desfavorecidas, hoy se ha convertido en una nueva cadena que atenaza la mente de las clases medias y bajas en las sociedades post-industriales. El cine o las tele-series “esnob” no hacen más que ahondar esa fractura y esa opresión. Sin embargo, tanto el arte vulgar como el arte de “élites” encuentran su sentido en lo mismo: la rentabilidad; por tanto, quizás deberíamos replantearnos el concepto de vulgaridad y no asociarlo tanto a lo cultural como a lo moral. Vivimos en una sociedad moralmente vulgar, el cine y las tele-series no son más que un reflejo dialéctico de nosotros mismos.
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