Una perspectiva sociológica de la locura
1Mayoritariamente se considera que la locura es un término objetivo que sirve para encasillar determinados comportamientos o pensamientos patológicos. Sin embargo, numerosos autores, como Thomas S. Szasz o Erving Goffman han subrayado hasta que punto el “diagnóstico” de locura está fuertemente condicionado por el contexto social en el que se realiza.
Desde la perspectiva común alguien que escucha voces es un loco. Sin embargo, según nos narra Platón en su Apología, Sócrates oía la voz de un demon que le amonestaba si obraba perjudicialmente ¿era Sócrates un loco esquizoide? Mircea Eliade en su obra “El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis” muestra como el chamán, en sus primeros momentos de iniciación, adopta comportamientos que hoy serían catalogados como neuróticos o psicóticos; no obstante, el chamán forma parte integral y necesaria de su comunidad sin que su comportamiento anómalo sea un estigma ni debilite su rol social, antes bien al contrario. Los que ayer hablaban con seres celestiales o demonios eran mesías o taumaturgos, esos mismos, algunos de los cuales fundaron influyentes religiones, hoy serían tachados de locos en nuestro mundo civilizado.
No puedo negar que aquella persona que es etiquetada como perturbada mental suele ser víctima de un enorme sufrimiento, pero ¿es la “perturbación” en sí la que provoca ese sufrimiento o es la actitud de rechazo social que el supuesto trastorno genera? Marguerite Sechehaye, en “Diario de una esquizofrénica”, mostró hasta que punto no es la alucinación lo que hace sufrir al loco sino el desvalimiento, la incomprensión y soledad que las alucinaciones llevan aparejadas en una sociedad empeñada en estigmatizar percepciones y comportamientos diferentes a los mayoritarios.
La homosexualidad es otro ejemplo evidente de hasta que extremo se ha abusado del término “enfermo mental” con el único fin de estigmatizar la divergencia en aras de una normalidad que desea imponerse sobre individuos que no son, objetivamente, un peligro para el cuerpo social.
A pesar de las críticas en profundidad que se han hecho a la psiquiatría médica, a día de hoy el panorama es más desalentador que nunca. Nuestras sociedades capitalistas imponen una tensión y violencia psicológica cada vez mayor a los individuos; la psiquiatría, en vez de denunciar esta violencia, se inventa nombres y nuevas patologías con las que estigmatizar y medicalizar a capas cada vez más amplias de la población.
Si cogemos a un chico pre-adolescente un poco más fogoso que lo habitual y lo encerramos durante horas en un aula sin apenas estímulos físicos, visuales o intelectuales ¿qué será lo lógico que ocurra? Creo que lo normal sería que tal joven se sintiese inquieto, con dificultades para mantener la atención y “molesto” para aquellos que se sienten más cómodos con androides que con personas. Este comportamiento del menor no es patológico sino verdaderamente acorde con su carácter, sin embargo, miles de niños y niñas son diagnosticados como “hiperactivos” cada año por adoptar comportamientos tan “anómalos” como los que he descrito. Hoy en día la infancia pasa horas y horas sentada en un aula, sentada ante un televisor o una videoconsola… ¿quién adopta comportamientos enfermantes, los chicos hiperactivos o nuestras sociedades del bienestar?
No podemos negar el sufrimiento de muchos de los que a día de hoy son tachados como “enfermos mentales”, pero deberíamos intentar adoptar una perspectiva más sociológica del problema. El sufrimiento del loco podría no ser un síntoma de su enfermedad sino consecuencia lógica de una sociedad patologizadora.
imagen extraída de: http://lulessantiago-alborada.blogspot.com.es/2012/09/pobres-locos-de-la-edad-media-locura.html
Una postura acorde al contexto actual. Saludos.