Una relectura de «El príncipe» de Maquiavelo
2Nicolás Maquiavelo, El príncipe
La figura de Nicolás Maquiavelo ocupa un lugar privilegiado en la historia del pensamiento occidental al lado de otros autores como Platón, Rousseau, Hobbes o Locke; aunque nadie discute esta importancia la valoración de esta figura ha sido y es objeto de fuertes controversias. La Iglesia católica incluyó sus libros en el Index prohibido y lo consideró un ateo desnaturalizado, muchos autores de su época no entendieron el realismo político del florentino y comulgaron con la valoración de la Iglesia. Otros autores vieron a Maquiavelo como un filósofo valiente y práctico que se atrevió a analizar el fenómeno político sin las hipocresías con que había sido lastrado el pensamiento occidental hasta entonces. Rousseau lo considerará un crítico encubierto de las tiranías: sus aparentemente realistas consejos de como el príncipe debe gobernar al pueblo no son consejos al príncipe sino advertencias al pueblo de los métodos despóticos de los monarcas. Otros autores como Isaiah Berlin han valorado sus aportaciones al pensamiento occidental como fundamentales en tanto que el florentino al separar la moral cristiana de la política del príncipe abrió el camino del pluralismo moderno.
En este artículo intentaré presentar otra perspectiva de la filosofía de “El príncipe” en donde analizaré los elementos más humanistas y aparentemente democráticos de esta obra que complementará el retrato del realismo político del autor que ya realicé en otro lugar.
Lo que primero llama la atención una vez terminada la lectura de “El príncipe” es su capítulo final titulado “Exhortación a apoderarse de Italia y liberarla de los bárbaros” en donde se alenta a Lorenzo de Medicci a que dirija un ejercito poderoso que libere y unifique Italia, dividida en pequeños estados y soportando la presencia extranjera de españoles y franceses. Las últimas palabras del libro son:
“Entonces, no se debe dejar pasar esta ocasión de que Italia, después de tanto tiempo, vea a su redentor. No puedo expresar el amor con que se lo recibirá en todos aquellos territorios que han padecido a causa de los aluviones extranjeros, con qué sed de venganza, con qué obstinada fe, con qué devoción, con qué lágrimas. ¿Qué puertas se le cerrarían? ¿Qué envidias lo enfrentarían? ¿Qué Italia no le negaría su homenaje? A todos les apesta la bárbara dominación. Asuma Su ilustre casa esta tarea con el ánimo y la esperanza en que se asumen las empresas justas, a fin de que, bajo su bandera, esta patria sea ennoblecida por Usted, y bajo sus auspicios se hagan realidad las palabras de Petrarca:
Virtud contra furor
Tomará las armas y breve hará en combate;
Que el antiguo valor
En itálicos corazones todavía no ha muerto.”
Es reseñable que todo el edificio de crudo realismo político de “El príncipe” tenga como colofón esta exhortación como si Maquiavelo tras haber desterrado los conceptos de la justicia o bien de los medios los haya reubicado en los fines con mayor peso. Podemos decir, sin forzar mínimamente la lectura, que por un lado “El príncipe” es un manual para que los príncipes se mantengan y acrecienten su poder pero, por otro, en el corazón del florentino el fin último de este manual no es colmar las aspiraciones egoístas del tirano sino lograr la liberación de Italia y su unificación, aspiraciones que son calificadas en un explicito lenguaje moral como “empresas justas”.
Aunque Maquiavelo reivindica en esta obra continuamente el papel central que juega la fuerza, la astucia y la crueldad en la práctica política es igualmente cierto que matiza el uso de la fuerza limitándola sobremanera. Igualmente cierto es que esta limitación del uso de la fuerza no es motivada por consideraciones morales sino pragmáticas: hay que limitar la fuerza para no ser odiado y víctima de conjuras; pero sea por las razones que sea esta limitación de la crueldad dota a su uso de un cariz menos deshumanizado. Aquí entramos de lleno en el famoso dilema de si el príncipe debe buscar ser amado o temido.
“De aquí surge una controversia: si es mejor ser amado que ser temido, o viceversa. Se contesta que correspondería ser lo uno y lo otro, pero como resulta difícil combinar ambas cosas es mucho más seguro ser temido cuando una de las dos cualidades falta.”
op. cit. p. 156
“El príncipe, sin embargo, debe hacerse temer de modo que, si no consigue que lo amen, también pueda evitar el odio, porque el ser temido y el no ser odiado bien pueden estar juntos. Y lo conseguirá siempre si se abstiene de tocar los bienes de sus ciudadanos y de sus súbditos, y también de robar sus mujeres. Y cuando sin embargo necesitara derramar la sangre de alguien, debe hacerlo sólo en caso de justificación conveniente y causa manifiesta pero, ante todo, absteniéndose de los bienes ajenos”
op. cit. p. 157
Aunque desde siempre se ha subrayado la primacía que concede Maquiavelo en el primer fragmento al temor como medio de control sobre los súbditos no se suele hacer el mismo hincapié en que el florentino asume esa opción como un mal menor ya que dice literalmente que “correspondería ser lo uno y lo otro”. Tampoco se le presta mucha atención en las vulgarizaciones de manual a que ese temor que debe sentir sus subordinados está muy matizado por Maquiavelo: el temor nunca debe de convertirse en odio. Es decir, el príncipe no es presentado en esta obra como un ser despiadado, sanguinario y arbitrario, no es un tirano absolutista, sino una figura que debe saber en todo momento como y cuando administrar su fuerza. Las cláusulas que impone Maquiavelo al usar su fuerza como, por ejemplo, respetar los bienes y las mujeres de los ciudadanos pone de manifiesto lo dicho anteriormente: el uso de la fuerza del príncipe está estrechamente limitado por los sentimientos que el uso de esa fuerza genera en los súbditos.
Otra limitación del uso de la fuerza que debe ser tratada a parte por su relevancia es la que dice que ejecutar a los enemigos solo puede hacerse en caso de “justificación conveniente y causa manifiesta”. Parece aquí evidente que Maquiavelo no usa la palabra justificación y causa en un sentido moral sino en un sentido pragmático; causas o justificaciones serán todas aquellas circunstancias que socaven el poder del príncipe sin embargo, no podemos negar que estos límites utilitarios de la fuerza se convierten en garantes contra el uso arbitrario de la fuerza toda vez que párrafos anteriores recomienda el florentino que el príncipe sea prudente en sus acciones “sin alimentar temores imaginarios” (op. cit. 156) para no ganarse el odio de sus súbditos.
Lo anterior nos lleva a ver que las relaciones del príncipe y su pueblo es uno de los ejes fundamentales de la teoría política del florentino. Por súbditos se entiende tanto el pueblo como los nobles sin embargo, Maquievelo subraya una y otra vez la importancia del pueblo frente a los nobles lo que puede situarlo en una órbita más democrática a la que estamos acostumbrados a considerarlo.
“Por otro lado, no se puede satisfacer dignamente a los grandes sin cometer injusticias con los otros, pero sí se puede satisfacer al pueblo, porque el fin del pueblo es más honrado que el de los grandes, en cuanto los grandes quieren oprimir y el pueblo no ser oprimido.
[…] el que se convierte en príncipe mediante el favor del pueblo, debe conservarlo como amigo, cosa que le resultará fácil, porque el pueblo sólo pide no ser oprimido. Pero el que contra el pueblo se convierte en príncipe con el favor de los grandes, ante todo debe tratar de ganarse al pueblo, y ello le será fácil si asume su protección”.
op. cit. pp. 118-119
La centralidad del pueblo frente a la nobleza es una piedra angular del sistema político del italiano como veremos en breve cuando tratemos su teoría de la milicia; ahora me detendré en la valoración moral que hace nuestro autor sobre los deseos del pueblo y de la nobleza, valoración que debemos recordar fue hecha en el siglo XVI más de 250 años antes de la revolución francesa. Maquiavelo considera que el deseo del pueblo es no ser oprimido y en tanto que la nobleza lo que desea es oprimir el anhelo del pueblo es más honrado que el de los grandes; aunque haga esta reflexión en el sentido pragmático de que será más fácil contentar al pueblo que a la nobleza el adjetivo “honrado” tiene una connotación fuertemente moral ¿sugiere aquí Maquiavelo que actuar acorde con la honradez es el camino más llano por el que puede transitar el mandato de un príncipe? No podemos hacer tal afirmación aunque esta frase parece apuntar en esta dirección. Una pregunta mucho más sugerente que cabe hacerse como consecuencia lógica de lo anterior es: si el deseo del pueblo es más horrado que el de la nobleza porque solo busca no ser oprimido en vez de oprimir ¿acaso no resulta obvio que el deseo del pueblo es más honrado que el del príncipe? ¿qué desea el príncipe sino oprimir y mandar sobre sus súbditos? Es una pregunta que se sigue como obvia del análisis del florentino pero que él no responde porque el desarrollo de su obra no persigue ese análisis moral de los motivos y los fines sino el análisis de los medios; sin embargo, ningún lector atento dejará de ver cual es la respuesta lógica a esa pregunta que se sigue de las premisas del italiano.
El capítulo XIII de esta obra se titula “De los soldados auxiliares, mixtos y propios” y trata de cómo debe formar su ejercito el príncipe: con tropas mercenarias, tropas de aliados o de ciudadanos armados. Asumiendo la importancia vital de las armas en el gobierno de cualquier principado Maquiavelo afirma que el príncipe no puede depender de otros es esta cuestión: los mercenarios no son fiables, estarán a tu lado cuando no haya peligro pero huirán cuando se acerque; las tropas aliadas ponen el principado en manos de otros países; por lo tanto el florentino reconoce que la única tropa aceptable es la de ciudadanos propios armados y entrenados para la guerra. Este ejercito de ciudadano podría revelarse contra su príncipe pero Maquiavelo ya ha prevenido eso como hemos visto más arriba en tanto que huir del odio del pueblo y no oprimirlo son elementos fundamentales de la estrategia del príncipe.
Como conclusión podríamos decir que por un lado Maquiavelo es un autor radicalmente realista, conoce la naturaleza humana y no se engaña sobre ella sin embargo, este conocimiento le hace ver el enorme peligro que para el príncipe tiene el odio del pueblo, evitar ese odio será el leit motiv de buena parte de la praxis política del príncipe. Vemos en esto si no un pensamiento democrático, que no lo es, sí un pensamiento político que exhorta al príncipe respetar y no violentar “voluntad general” del pueblo para mantenerse en el poder. Por otro lado, además de esta “cota de poder” privilegiada, aunque pasiva, que tiene el pueblo frente a los nobles Maquiavelo otorga también al pueblo el uso y ejercicio de las armas anticipando el concepto de “ejercito de ciudadanos” que tanta importancia tendría en las revoluciones burguesas del XVIII. Desde luego que no podemos decir que Maquiavelo sean un autor moralizante o democrático pero presentarlo como un adalid de la crueldad y del absolutismo denota, como creo haber mostrado, una prejuiciada ignorancia de su pensamiento.
DESCRIPCION DE LOS CONSEJOS QUE MAQUIVALEO DIO AL
Muy buenas tardes!
Acudo a su colaboracion, para que me puedan enviar todos los consejos que Maquiavelo dio al principe en su libro y a que se referian , me guataria saber cuales fueron uno a uno.
Mil y mil gracias espero me puedan ayudar.
En el libro, que es bastante corto estan todos los consejos. Es facil de leer.