Vacío perfecto de Stanislaw Lem
2 Tengo la creencia de que si no fuera por el catetismo literario que considera las obras de ciencia ficción como subliteratura, la obra del polaco Stanislaw Lem, que comento hoy, sería sobradamente conocida por cualquier amante de los libros. No es así. Parece ser que Lem es un autor “poco serio” de literatura de ciencia ficción y obras tan geniales como “Vacío perfecto” quedan como joyas accesibles solo a quienes carecen de prejuicios.
En esta obra el autor realiza la crítica de dieciséis libros ficticios, empezando por el propio “Vacío perfecto”. No voy a detenerme a repetir el marcado tono borgiano de estas reseñas ficticias, pero no puedo dejar de constatar que algunos fragmentos del libro no desmerecen en nada la obra del genio argentino.
Los libros reseñados son de la más diversa índole: novelas imposibles, biografías extrañas, investigaciones en donde el avance tecnológico nos enfrenta de cara a dilemas filosóficos en apariencia irresolubles… de tal modo que tanto la imaginación del lector como su inteligencia se ven alimentadas por narraciones delirantes o por teorías no por improbables menos factibles. Por ejemplo, la obra ficticia “Les Robinsonades” narra la vida de un náufrago que en una isla solo decide que para no sucumbir a la locura debe inventar personas que le hagan compañía; lógicamente no vale con que sean meras proyecciones de su imaginación; los personajes deben tener una personalidad propia y no estar al servicio del capricho de su creador. Con estos ingredientes el náufrago y sus creaciones interactúan en la isla y entonces el amor, las rencillas, el distanciamiento crece entre el creador y sus obras que llegan a plantearse en la novela como reales aunque el rastro de su irrealidad pese constantemente en la mente ¿cuerda? de su creador.
Otro libro es “Gigamesh” de Patrick Hannahan, el que más recuerda a Borges de todos, en el que el autor a pretendido incluir todo el conocimiento que existe hasta ahora, para ello se ha servido de los ordenadores de la biblioteca nacional de Estados Unidos. A través de permutaciones de las letras, de códigos ocultos y de trasliteraciones podemos encontrar en “Gigamesh” todo el conocimiento humano. “Sí, esta novela es un abismo sin fondo; dondequiera que la toquemos, se abre ante nosotros una infinidad de caminos (la sistemática de las comas en el capítulo VI, por ejemplo, corresponde al trazado del mapa de Roma), nunca insignificantes, ya que todos ellos, con sus ramificaciones, se entrelazan armoniosamente para crear un todo coherente (hecho que Hannahan demuestra aplicando los métodos del álgebra topológica: cf. Introducción, Apéndice Matemático, pág. 811 y sig.). Así pues, todo se ha cumplido. Sin embargo, queda una duda: ¿Alcanzó Patrick Hannahan la grandeza de su predecesor, o bien perdió la medida y se puso a sí mismo —pero junto con aquél— en tela de juicio en el reino de las artes? Hay quien dice que a Hannahan le ayudó un conjunto de computadoras, suministradas por International Business Machines. Aunque fuera verdad, no veo en ello nada reprochable. Actualmente, los compositores se sirven con frecuencia de computadoras; ¿por qué tendría que prohibirse su empleo a los escritores?” “Perycalypsis” de Joachim Fersengeld se plantea algo que personalmente me ha preocupado alguna vez. La pregunta esencial que intenta responder el autor es ¿cómo podemos reconocer las obras maestras, las creaciones geniales entre tanta basura creativa? El ritmo del avance tecnológico y de la producción de cultura (libros, películas, canciones…) es vertiginoso, en este maremagnum ¿como reconocer lo que merece la pena? Para Fersengeld es evidente que no se puede, luego, concluye, debemos destruir todo lo creado durante, al menos el siglo XX, y prohibir nuevas creaciones: a los poetas, artistas e inventores se les multará y se les considerará una lacra social. Este futuro lejos de ser la muerte de la cultura será su renacer, pues las esculturas, cuadros, dramas, películas, aparatos, etc. que ya han sido creado son suficientes para la humanidad durante siglos; la cultura volvería a ser valorada como algo precioso. En “Being Inc.” Alistar Waynewright narra una novela en un mundo en donde lo posible puede hacerse realidad con el poder de la técnica y del dinero. Todos sabemos que una persona adinerada puede comprar “cualquier cosa” pero también que hay cosas que no se pueden comprar: la simpatía de una pareja, que un azar nos convierta en el héroe de una catástrofe aérea o que encontremos un hecho oculto de nuestro pasado que nos rehaga una vida que no queremos ya vivir. Esas cosas pasan pero no pueden comprarse. Ahora bien, Waynewright plantea en la novela la posibilidad de unas computadoras tan potentes que calculando todas las posibilidades con todos los datos que poseen puedan elaborar y diseñar una vida tal y como el cliente quiera y sus posibilidades económicas se lo permitan. Aunque podríamos pensar que una vida así sería inauténtica, Lem se pregunta si en una época de comida sintética y en donde algo tan natural como el sexo ya no tiene su función fundamental de reproducir la especie podemos hacer distingos entre lo natural y lo artificial. La lucha entre varias super computadoras “diseñadoras de existencias” será parte del relato de esta novela.
Especialmente sugestiva me resultó la lectura de “De Impossibilitate Vitae / De Impossibilitate Prognoscendi” de Cezar Kouska en donde se argumenta que según la teoría de la probabilidad no deberíamos existir ninguno de los que estamos aquí, por lo tanto, o las matemáticas son falsas o no existimos. Interesante juego del ingenio que viene a recordarnos el hecho tan cotidianamente olvidado de que somos auténticos milagros probabilísticos, las conclusiones que quieras sacar, lector, de ello te las dejo a ti. En esta reseña de libro ficticio Lem nos deja un largo fragmento de la supuesta obra (que ya no es tan ficticia porque alguien la ha imaginado y ha escrito un trozo de ella ¿serán libros posibles más que libros ficticios? ¿serán libros que podrían haber sido escritos o que serán escritos en los próximos eones?) que pego a continuación, merece la pena:«Estas suposiciones son erróneas, ya que no tiene el menor sentido, para calcular las probabilidades de nacimiento de un individuo dado, tomar como punto cero de la escala probabilística la venida al mundo del padre y de la madre de dicho individuo. Si tenemos un laberinto compuesto de mil salas unidas por mil puertas, lo que determina la posibilidad de encontrar la salida es la suma de todas las opciones del caminante, en todas las salas, y no una probabilidad aislada de acertar la puerta correcta en una de las salas. Si escogemos una puerta equivocada en la sala número cien, nos extraviaremos y no saldremos al espacio libre, igual que si nos hubiéramos equivocado de camino en la sala número uno o en la número mil. Asimismo, no hay ninguna razón para creer que sólo mi nacimiento estaba subordinado a las leyes de la probabilidad y no el de mis padres, los padres de ellos, sus abuelos, bisabuelos, abuelas, bisabuelas, etc., etc., hasta la aparición de la vida en la Tierra. Es absurdo decir que el hecho existencial de la vida de cada individuo, concreto es un fenómeno muy poco probable. Muy poco probable ¿en relación a qué? ¿Dónde hay que empezar el cálculo? Sin la determinación del punto cero, o sea, del inicio de la escala de referencias, el cálculo o la estimación del probabilismo se convierte en un sonido hueco.
»De mi razonamiento no se deduce que mi nacimiento haya sido asegurado o preestablecido antes aún de la formación de la Tierra. Todo lo contrario: se deduce que yo podría no haber existido y que nadie se hubiera dado cuenta de ello tan siquiera. Todo lo que la estadística dice respecto a la prognosis de un nacimiento individual es un puro disparate. Según ella, cada hombre, aunque poco probable como caso aislado, es posible en el sentido de la realización de ciertas circunstancias potenciales. Yo, por mi parte, he demostrado que, tomando a un individuo cualquiera, el panadero Mucek, por ejemplo, se puede decir lo siguiente: retrocediendo a las épocas anteriores a su nacimiento, siempre podremos encontrar un momento en el cual la probabilidad de la venida al mundo del panadero Mucek esté tan próxima al cero como se desee. Cuando mis padres yacieron en el lecho nupcial, las probabilidades de mi nacimiento eran iguales, pongamos por caso, a 1:100.000 (entre otras cosas, hay que tomar en cuenta la mortandad infantil, bastante elevada en la posguerra). Durante el sitio de la plaza fuerte de Przemysl, bajaron al 1:mil millones; en el año 1900, a 1:un millón de millones; en el 1800, a l:un millón de trillones, etc. El observador que calculara las probabilidades de mi nacimiento bajo un eucalipto de Mala Strana durante el período interglacial, después de la migración de los mamuts y sus problemas intestinales, las evaluaría en 1:un centilión. Los valores de orden giga aparecen cuando el punto de estimación retrocede en mil miliones de años, los de orden tera con un retroceso de tres mil miliones de años, etc.
»En otras palabras, en el eje temporístico siempre puede encontrarse un punto desde el cual la estimación de las probabilidades del nacimiento resulta tan inverosímil como se quiera, o sea, imposible, ya que una probabilidad tan poco distante del cero como se desee, es igual a una improbabilidad ilimitadamente grande. Con esto no se pretende afirmar que en el mundo no existo ni yo ni nadie más. Al contrario: no dudo de la existencia ajena ni de la mía. Mis palabras son, tan sólo, la repetición de lo que propugna la física. Es desde el punto de vista de la física, y no del sentido común, que en el mundo no hay un solo hombre ni nunca lo hubo. Lo voy a demostrar: la física considera que lo que tiene una probabilidad por centilión de suceder, es imposible. Lo que aparece en esta proporción, y si admitimos que el acontecimiento esperado pertenece a un conjunto de fenómenos que acaecen cada segundo, no puede suceder en el Cosmos.
»La cantidad de segundos que pasarán entre el día de hoy y el fin del Universo es menor de un centilión. Las estrellas terminarán de irradiar su energía mucho antes. Por tanto, el tiempo de duración del Cosmos en su aspecto actual será más corto que el necesario para que se dé un fenómeno que acontece una vez cada centilión de segundos. Desde el punto de vista de la física, la espera de un acontecimiento tan poco probable equivale a la de un acontecimiento que no se realizará jamás. La física da a esta clase de fenómenos el nombre de milagros termodinámicos. A esta categoría pertenecen, por ejemplo, la congelación del agua en un recipiente puesto sobre el fuego, el alzarse del suelo trozos de un vaso roto y componerse en un vaso entero, etc. En todo caso, el cálculo demuestra que esos «milagros» son más verosímiles que un fenómeno cuya probabilidad sea de uno por centilión. Cabe añadir aquí que en nuestro cálculo sólo hemos tomado en cuenta hasta ahora la mitad de la estimación, es decir, los datos macroscópicos. Pero el nacimiento de un individuo concreto está determinado también por una serie de circunstancias microscópicas, las del espermatozoide y el óvulo de la pareja. ¿Cuáles de ellos van a unirse? Si mi madre me hubiera concebido en un día y una hora diferentes, no hubiese nacido yo sino otra persona, lo que queda demostrado por el hecho de que mi madre había concebido realmente en una fecha diferente, un año antes de mi nacimiento, y dio entonces a luz una niña, mi hermana. Creo que no es necesario demostrar que esa niña no soy yo. Esta microestadística debería figurar también en la estimación de las probabilidades de mi aparición en el mundo. Si la añadimos a nuestros cálculos, los centiliones de la improbabilidad se elevarán a miraliones.
»Vemos, pues, que desde el punto de vista de la física termodinámica, la existencia de cada hombre es un fenómeno imposible en el Cosmos, ya que, al ser tan improbable, no es previsible. La física puede predecir que los hombres (siempre y cuando admita el hecho de su existencia) van a procrear a otros hombres, pero tiene que permanecer muda (o proferir absurdos), en cuanto a la definición concreta de los individuos venideros. Por consiguiente, o la física se equivoca al proclamar la validez universal de su teoría de las probabilidades, o bien los hombres no existen, así como no existen perros, tiburones, moscas, musgos, liqúenes, tenias, murciélagos y licopodios, ya que la ley abarca a todos los seres vivos. Ex physicali positione vita impossibilis est, quod erat demonstrandum.»
En esta obra el autor realiza la crítica de dieciséis libros ficticios, empezando por el propio “Vacío perfecto”. No voy a detenerme a repetir el marcado tono borgiano de estas reseñas ficticias, pero no puedo dejar de constatar que algunos fragmentos del libro no desmerecen en nada la obra del genio argentino.
Los libros reseñados son de la más diversa índole: novelas imposibles, biografías extrañas, investigaciones en donde el avance tecnológico nos enfrenta de cara a dilemas filosóficos en apariencia irresolubles… de tal modo que tanto la imaginación del lector como su inteligencia se ven alimentadas por narraciones delirantes o por teorías no por improbables menos factibles. Por ejemplo, la obra ficticia “Les Robinsonades” narra la vida de un náufrago que en una isla solo decide que para no sucumbir a la locura debe inventar personas que le hagan compañía; lógicamente no vale con que sean meras proyecciones de su imaginación; los personajes deben tener una personalidad propia y no estar al servicio del capricho de su creador. Con estos ingredientes el náufrago y sus creaciones interactúan en la isla y entonces el amor, las rencillas, el distanciamiento crece entre el creador y sus obras que llegan a plantearse en la novela como reales aunque el rastro de su irrealidad pese constantemente en la mente ¿cuerda? de su creador.
Otro libro es “Gigamesh” de Patrick Hannahan, el que más recuerda a Borges de todos, en el que el autor a pretendido incluir todo el conocimiento que existe hasta ahora, para ello se ha servido de los ordenadores de la biblioteca nacional de Estados Unidos. A través de permutaciones de las letras, de códigos ocultos y de trasliteraciones podemos encontrar en “Gigamesh” todo el conocimiento humano. “Sí, esta novela es un abismo sin fondo; dondequiera que la toquemos, se abre ante nosotros una infinidad de caminos (la sistemática de las comas en el capítulo VI, por ejemplo, corresponde al trazado del mapa de Roma), nunca insignificantes, ya que todos ellos, con sus ramificaciones, se entrelazan armoniosamente para crear un todo coherente (hecho que Hannahan demuestra aplicando los métodos del álgebra topológica: cf. Introducción, Apéndice Matemático, pág. 811 y sig.). Así pues, todo se ha cumplido. Sin embargo, queda una duda: ¿Alcanzó Patrick Hannahan la grandeza de su predecesor, o bien perdió la medida y se puso a sí mismo —pero junto con aquél— en tela de juicio en el reino de las artes? Hay quien dice que a Hannahan le ayudó un conjunto de computadoras, suministradas por International Business Machines. Aunque fuera verdad, no veo en ello nada reprochable. Actualmente, los compositores se sirven con frecuencia de computadoras; ¿por qué tendría que prohibirse su empleo a los escritores?” “Perycalypsis” de Joachim Fersengeld se plantea algo que personalmente me ha preocupado alguna vez. La pregunta esencial que intenta responder el autor es ¿cómo podemos reconocer las obras maestras, las creaciones geniales entre tanta basura creativa? El ritmo del avance tecnológico y de la producción de cultura (libros, películas, canciones…) es vertiginoso, en este maremagnum ¿como reconocer lo que merece la pena? Para Fersengeld es evidente que no se puede, luego, concluye, debemos destruir todo lo creado durante, al menos el siglo XX, y prohibir nuevas creaciones: a los poetas, artistas e inventores se les multará y se les considerará una lacra social. Este futuro lejos de ser la muerte de la cultura será su renacer, pues las esculturas, cuadros, dramas, películas, aparatos, etc. que ya han sido creado son suficientes para la humanidad durante siglos; la cultura volvería a ser valorada como algo precioso. En “Being Inc.” Alistar Waynewright narra una novela en un mundo en donde lo posible puede hacerse realidad con el poder de la técnica y del dinero. Todos sabemos que una persona adinerada puede comprar “cualquier cosa” pero también que hay cosas que no se pueden comprar: la simpatía de una pareja, que un azar nos convierta en el héroe de una catástrofe aérea o que encontremos un hecho oculto de nuestro pasado que nos rehaga una vida que no queremos ya vivir. Esas cosas pasan pero no pueden comprarse. Ahora bien, Waynewright plantea en la novela la posibilidad de unas computadoras tan potentes que calculando todas las posibilidades con todos los datos que poseen puedan elaborar y diseñar una vida tal y como el cliente quiera y sus posibilidades económicas se lo permitan. Aunque podríamos pensar que una vida así sería inauténtica, Lem se pregunta si en una época de comida sintética y en donde algo tan natural como el sexo ya no tiene su función fundamental de reproducir la especie podemos hacer distingos entre lo natural y lo artificial. La lucha entre varias super computadoras “diseñadoras de existencias” será parte del relato de esta novela.
Especialmente sugestiva me resultó la lectura de “De Impossibilitate Vitae / De Impossibilitate Prognoscendi” de Cezar Kouska en donde se argumenta que según la teoría de la probabilidad no deberíamos existir ninguno de los que estamos aquí, por lo tanto, o las matemáticas son falsas o no existimos. Interesante juego del ingenio que viene a recordarnos el hecho tan cotidianamente olvidado de que somos auténticos milagros probabilísticos, las conclusiones que quieras sacar, lector, de ello te las dejo a ti. En esta reseña de libro ficticio Lem nos deja un largo fragmento de la supuesta obra (que ya no es tan ficticia porque alguien la ha imaginado y ha escrito un trozo de ella ¿serán libros posibles más que libros ficticios? ¿serán libros que podrían haber sido escritos o que serán escritos en los próximos eones?) que pego a continuación, merece la pena:«Estas suposiciones son erróneas, ya que no tiene el menor sentido, para calcular las probabilidades de nacimiento de un individuo dado, tomar como punto cero de la escala probabilística la venida al mundo del padre y de la madre de dicho individuo. Si tenemos un laberinto compuesto de mil salas unidas por mil puertas, lo que determina la posibilidad de encontrar la salida es la suma de todas las opciones del caminante, en todas las salas, y no una probabilidad aislada de acertar la puerta correcta en una de las salas. Si escogemos una puerta equivocada en la sala número cien, nos extraviaremos y no saldremos al espacio libre, igual que si nos hubiéramos equivocado de camino en la sala número uno o en la número mil. Asimismo, no hay ninguna razón para creer que sólo mi nacimiento estaba subordinado a las leyes de la probabilidad y no el de mis padres, los padres de ellos, sus abuelos, bisabuelos, abuelas, bisabuelas, etc., etc., hasta la aparición de la vida en la Tierra. Es absurdo decir que el hecho existencial de la vida de cada individuo, concreto es un fenómeno muy poco probable. Muy poco probable ¿en relación a qué? ¿Dónde hay que empezar el cálculo? Sin la determinación del punto cero, o sea, del inicio de la escala de referencias, el cálculo o la estimación del probabilismo se convierte en un sonido hueco.
»De mi razonamiento no se deduce que mi nacimiento haya sido asegurado o preestablecido antes aún de la formación de la Tierra. Todo lo contrario: se deduce que yo podría no haber existido y que nadie se hubiera dado cuenta de ello tan siquiera. Todo lo que la estadística dice respecto a la prognosis de un nacimiento individual es un puro disparate. Según ella, cada hombre, aunque poco probable como caso aislado, es posible en el sentido de la realización de ciertas circunstancias potenciales. Yo, por mi parte, he demostrado que, tomando a un individuo cualquiera, el panadero Mucek, por ejemplo, se puede decir lo siguiente: retrocediendo a las épocas anteriores a su nacimiento, siempre podremos encontrar un momento en el cual la probabilidad de la venida al mundo del panadero Mucek esté tan próxima al cero como se desee. Cuando mis padres yacieron en el lecho nupcial, las probabilidades de mi nacimiento eran iguales, pongamos por caso, a 1:100.000 (entre otras cosas, hay que tomar en cuenta la mortandad infantil, bastante elevada en la posguerra). Durante el sitio de la plaza fuerte de Przemysl, bajaron al 1:mil millones; en el año 1900, a 1:un millón de millones; en el 1800, a l:un millón de trillones, etc. El observador que calculara las probabilidades de mi nacimiento bajo un eucalipto de Mala Strana durante el período interglacial, después de la migración de los mamuts y sus problemas intestinales, las evaluaría en 1:un centilión. Los valores de orden giga aparecen cuando el punto de estimación retrocede en mil miliones de años, los de orden tera con un retroceso de tres mil miliones de años, etc.
»En otras palabras, en el eje temporístico siempre puede encontrarse un punto desde el cual la estimación de las probabilidades del nacimiento resulta tan inverosímil como se quiera, o sea, imposible, ya que una probabilidad tan poco distante del cero como se desee, es igual a una improbabilidad ilimitadamente grande. Con esto no se pretende afirmar que en el mundo no existo ni yo ni nadie más. Al contrario: no dudo de la existencia ajena ni de la mía. Mis palabras son, tan sólo, la repetición de lo que propugna la física. Es desde el punto de vista de la física, y no del sentido común, que en el mundo no hay un solo hombre ni nunca lo hubo. Lo voy a demostrar: la física considera que lo que tiene una probabilidad por centilión de suceder, es imposible. Lo que aparece en esta proporción, y si admitimos que el acontecimiento esperado pertenece a un conjunto de fenómenos que acaecen cada segundo, no puede suceder en el Cosmos.
»La cantidad de segundos que pasarán entre el día de hoy y el fin del Universo es menor de un centilión. Las estrellas terminarán de irradiar su energía mucho antes. Por tanto, el tiempo de duración del Cosmos en su aspecto actual será más corto que el necesario para que se dé un fenómeno que acontece una vez cada centilión de segundos. Desde el punto de vista de la física, la espera de un acontecimiento tan poco probable equivale a la de un acontecimiento que no se realizará jamás. La física da a esta clase de fenómenos el nombre de milagros termodinámicos. A esta categoría pertenecen, por ejemplo, la congelación del agua en un recipiente puesto sobre el fuego, el alzarse del suelo trozos de un vaso roto y componerse en un vaso entero, etc. En todo caso, el cálculo demuestra que esos «milagros» son más verosímiles que un fenómeno cuya probabilidad sea de uno por centilión. Cabe añadir aquí que en nuestro cálculo sólo hemos tomado en cuenta hasta ahora la mitad de la estimación, es decir, los datos macroscópicos. Pero el nacimiento de un individuo concreto está determinado también por una serie de circunstancias microscópicas, las del espermatozoide y el óvulo de la pareja. ¿Cuáles de ellos van a unirse? Si mi madre me hubiera concebido en un día y una hora diferentes, no hubiese nacido yo sino otra persona, lo que queda demostrado por el hecho de que mi madre había concebido realmente en una fecha diferente, un año antes de mi nacimiento, y dio entonces a luz una niña, mi hermana. Creo que no es necesario demostrar que esa niña no soy yo. Esta microestadística debería figurar también en la estimación de las probabilidades de mi aparición en el mundo. Si la añadimos a nuestros cálculos, los centiliones de la improbabilidad se elevarán a miraliones.
»Vemos, pues, que desde el punto de vista de la física termodinámica, la existencia de cada hombre es un fenómeno imposible en el Cosmos, ya que, al ser tan improbable, no es previsible. La física puede predecir que los hombres (siempre y cuando admita el hecho de su existencia) van a procrear a otros hombres, pero tiene que permanecer muda (o proferir absurdos), en cuanto a la definición concreta de los individuos venideros. Por consiguiente, o la física se equivoca al proclamar la validez universal de su teoría de las probabilidades, o bien los hombres no existen, así como no existen perros, tiburones, moscas, musgos, liqúenes, tenias, murciélagos y licopodios, ya que la ley abarca a todos los seres vivos. Ex physicali positione vita impossibilis est, quod erat demonstrandum.»
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